Colaboradores en el Evangelio

Un análisis sobre lo que enseña la Biblia acerca del papel de los hombres y las mujeres en la iglesia

 

F. Wayne Mac Leod

 

 

LIGHT TO MY PATH BOOK DISTRIBUTION

Sydney Mines, Nova Scotia, Canada B1V 1Y5

 

 

Colaboradores en el Evangelio

Título en Inglés: Partners in the Gospel

Copyright © 2018 por F. Wayne Mac Leod

Publicado por Light To My Path Book Distribution, 153 Atlantic Street, Sydney Mines, Nova Scotia, CANADA B1V 1Y5

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Traducción al español: David Gomero y Dailys Camejo (Traducciones NaKar)

Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).

 


Índice

Introducción

Capítulo 1 – La Creación y la Caída

Capítulo 2 – La Adoración en el Antiguo Testamento

Capítulo 3 – Jesús y las Mujeres

Capítulo 4 - La Iglesia Primitiva

Capítulo 5 – La Enseñanza de Pablo en 1 Corintios 11

Capítulo 6 – La Enseñanza de Pablo en 1 Corintios 14

Capítulo 7 – La Enseñanza de Pablo en 1 Timoteo 2

Capítulo 8 – Principios para la Aplicación

Ministerio de Distribución de Libros “Light To My Path”

 

INTRODUCCIÓN

El papel de las mujeres en el ministerio de la iglesia ha sido un tema que por muchos años ha causado debates acalorados, y muchos libros se han escrito sobre el mismo. Los argumentos para referirse al rol de las mujeres en el ministerio de la iglesia han sido de naturaleza tanto bíblica como social.

Hay quienes leen los textos bíblicos que abordan este tema y lo interpretan literalmente para todas las culturas y épocas. Otras personas ven estos pasajes aplicados a la cultura del tiempo en el que las mujeres no estaban tan instruidas ni eran tan libres como las de nuestra época. Luego, hay quienes van más allá y dicen que lo que enseña la Biblia sobre este asunto está desactualizado y que ya no es relevante para la iglesia del presente. Permítame desde el mismo comienzo de este estudio decirle cuál es mi posición en cuanto al tema.

En primer lugar, creo que la Biblia tiene autoridad ante todas las culturas y las épocas. La Biblia no pierde vigencia con el tiempo. Las enseñanzas de Jesús son tan aplicables para nuestros días como lo eran para los apóstoles que las escribieron. En Su Palabra Dios revela Sus propósitos para la iglesia, y nos la ha dado para que nos sirva de guía en los asuntos de doctrina y práctica hasta que Él regrese. Así que, los principios que se enseñan en las Escrituras se aplican a todas las culturas. Ahora, la manera en que esos principios se apliquen puede variar de cultura a cultura, pero se espera que todas las culturas anden en la verdad que enseña la Palabra de Dios. Ella es nuestra autoridad en todos los asuntos que tienen que ver con la doctrina y la vida cristiana. Si queremos entender el papel de las mujeres en el ministerio de la iglesia, debemos recurrir a las enseñanzas de las Escrituras como nuestra regla y autoridad en cuanto a lo que Dios nos pide.

En segundo lugar, Dios espera que obedezcamos Su Palabra, nos guste o no lo que ella enseña. No podemos escoger lo que queremos obedecer. Permítame serle honesto en esto. Si usted me preguntara qué creo sobre el papel de las mujeres en el ministerio, le podría dar dos respuestas.

Por una parte le puedo dar mi opinión basado en mi experiencia personal y lo que creo. Podría contarle de mujeres que predican y enseñan tan bien como cualquier hombre que haya conocido. Podría hablarle del impacto increíble que mujeres piadosas han tenido sobre mi vida y mi fe. Pudiera señalarle varios ejemplos de empresas y países que han sido dirigidos por mujeres dotadas y muy capaces. Pudiera decirle que las mujeres y los hombres son iguales delante de Dios. Pudiera recordarle sobre los maravillosos dones que Dios les ha dado a mujeres que necesitan ser usadas en el cuerpo de Cristo.

Por otra parte, le pudiera llevar directamente a las Escrituras. Pudiéramos sentarnos a debatir sobre las enseñanzas de Pablo y el ejemplo de Jesús. Y, al hacerlo así, puede que me encuentre dentro de un dilema. ¿Lo que enseña Pablo encaja con mi opinión personal? ¿Estoy de acuerdo con él en cuanto a la función de las mujeres en el ministerio? Para ser honesto, hay veces en que encuentro que mi opinión choca con lo que las Escrituras enseñan. ¿Qué debo hacer cuando no me gusta lo que veo en las Escrituras? Después de un cuidadoso examen de su enseñanza, mi obligación, como siervo y seguidor de Jesucristo, es rendirme a ella y aceptar el camino de Dios que es más alto que el mío.

En tercer lugar, necesitamos darnos cuenta que si queremos interpretar y aplicar las Escrituras correctamente, debemos tomar en cuenta la cultura de la época en que se escribieron. Hay mandamientos y enseñanzas en las Escrituras que solo se nos aplican en principios. Por ejemplo, leemos en Levítico 19:27 que la ley de Dios prohibía afeitarse la barba y las patillas. Ahora, ¿está mal que un hombre se afeite su barba? Ir hasta ese extremo es malinterpretar las Escrituras. Estas leyes fueron escritas en el contexto de prácticas religiosas paganas en tiempos del Antiguo Testamento. Su intención era alejar al pueblo de Dios de imitar las prácticas de esas culturas paganas y evitar que se alejaran de Él. Afeitarse la barba no resultaría hoy una piedra de tropiezo como lo era en la época de Moisés. Ni tampoco se nos demanda tal práctica como creyentes neotestamentarios del presente.

En nuestro análisis sobre la enseñanza de las Escrituras respecto al papel de las mujeres en el ministerio de la iglesia, tenemos que aplicar los tres principios anteriormente mencionados. Necesitamos tomar la Palabra de Dios al pie de la letra; ella no está desactualizada. Necesitamos comprometernos a obedecer lo que descubramos en la Palabra de Dios, nos guste o no.  Y finalmente, necesitamos ser cuidadosos de no malinterpretar el texto bíblico ignorando el contexto cultural en el que fue escrito. Al tener estos principios como pautas, examinemos las enseñanzas de la Biblia sobre tan difícil tema.

F. Wayne Mac Leod

 

 

CAPÍTULO 1 – LA CREACIÓN Y LA CAÍDA

La cosmovisión de los apóstoles y los creyentes del Nuevo Testamento estaba arraigada en el Judaísmo y su interpretación de Dios y la creación. Esta es la perspectiva cultural de donde debemos empezar. Génesis 1-3 nos relata la historia de la creación del hombre y la mujer, y nos da algunos detalles claves acerca del propósito de Dios para ellos.  

En Génesis 1 leemos:

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Gn. 1:26-28).

Este pasaje tiene varios detalles sobre los cuales necesitamos enfatizar.

En primer lugar, observemos que Dios creó al “hombre” a Su imagen. La palabra “hombre” que se usa en este versículo es la palabra hebrea ‘adam’, la cual se refiere no solamente al varón, sino también a los seres humanos cualquiera que sea el sexo. Esto queda claro en el versículo 27 donde dice:

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1:27)

Dicho de una manera más simple, Dios creó un ser humano hembra y un ser humano varón.

Lo más importante a tener en cuenta en este caso es que, tanto el varón como la hembra, fueron creados a la imagen de Dios. Esto los distinguía de los animales. Ellos compartían por igual esa imagen. Aunque eran biológicamente diferentes, tanto el hombre como la mujer reflejaban la imagen de Dios. Al haber sido creados a esa imagen, ambos debían ser tratados con el respeto y la dignidad que esto implicaba. Tratar indigna e irrespetuosamente a una persona, ya sea a una mujer o a un hombre, era insultar al Dios que puso el sello de Su imagen en sus vidas.

En segundo lugar, teniendo en cuenta lo que nos dice Génesis 1: 26-28, vemos que Dios le dio dominio sobre la tierra tanto al hombre como a la mujer:

Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza (lit. ejerzan) dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. (v. 26, LBLA)

Dios creó a Su imagen a un varón y a una hembra y dijo: “ejerzan dominio”. El uso del plural es significativo. El dominio sobre los animales y la tierra se extendía tanto al hombre como a la mujer. En otras palabras, tanto a Adán como a Eva se les dio la responsabilidad de velar y administrar los asuntos de la tierra. Ambos trabajarían juntos como hombre y mujer para ocuparse de la tierra que Dios les había dado.

Finalmente, observemos partiendo de Génesis 1:28 que uno de los roles que Dios le dio al hombre y a la mujer fue el de multiplicarse y llenar la tierra.

Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra. (v.28, LBLA)

El primer hombre y la primera mujer juntos tendrían hijos y llenarían la tierra de seres humanos. Entendamos que Dios pudo haber creado seres humanos de tal manera que no se necesitaran mutuamente para tener hijos. Pero no lo hizo así. Para que pudieran obedecer el mandato de Dios cabalmente, Él creó al hombre y a la mujer dependiendo el uno del otro. El hombre no podría dar a luz; sin embargo, la mujer, fue creada para que pudiera llevar al bebé en su interior y lo pudiera dar a luz al mundo. La leche de sus pechos lo alimentaría y nutriría hasta que éste fuese lo suficientemente grande que pudiese comer por sí solo el alimento sólido. El varón y la hembra desempeñarían funciones distintas dentro de este mandato dado por Dios de multiplicarse y llenar la tierra.

La diferencia entre el hombre y la mujer no solamente se percibe en sus diferencias biológicas, sino también en cómo fueron creados. Según Génesis 2:7 el hombre fue creado del polvo de la tierra:

Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.  (v.2)

Sin embargo, la creación de la mujer fue muy diferente. Ella fue creada de Adán:

Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. (vv. 21-23)

Teniendo en cuenta Génesis 2:19 entendemos que el -Señor creó de la tierra al hombre, a los animales y a las aves:

Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. (v. 19)

Sin embargo, la mujer, no fue creada de la tierra sino del hombre. Analicemos lo que está sucediendo en este contexto. Adán había estado descubriendo todo tipo de animales y aves en el huerto. De hecho, Dios le había pedido que le pusiera nombres. Todas estas criaturas habían sido formadas del polvo de la tierra. Si Dios hubiera creado a la mujer del polvo de la tierra y se la hubiera traído al hombre, él la hubiera visto como otra de las criaturas. Sin embargo, cuando Dios la tomó del costado de Adán, Él la estaba diferenciando de las otras criaturas a las que Adán le había puesto nombre. Ella no era como ellos. Ella se parecía a Adán porque había salido de él.

No se nos dice cómo Adán supo que ella había sido formado de una de sus costillas, pero queda bien claro que cuando se despertó él sabía que ella había salido de él y que era como él y no como los otros animales que le rodeaban. Este hecho distinguía a la mujer del resto de la creación. Ella fue creada como una compañera para él.

Hay otro detalle importante que necesitamos ver en este relato de la creación del hombre y la mujer. Adán fue el primero en ser creado. Aunque en el presente el orden de nacimiento de nuestros hijos no es muy significativo para nosotros, en el contexto judío del Antiguo Testamento el orden de nacimiento era muy importante. Observemos lo que nos dice la ley de Moisés en Números 18:

Todo lo que abre matriz, de toda carne que ofrecerán a Jehová, así de hombres como de animales, será tuyo; pero harás que se redima el primogénito del hombre; también harás redimir el primogénito de animal inmundo. (Nm. 18:15)

Todo primogénito que abriese el vientre pertenecía al Señor y se le entregaba al sacerdote para su servicio. Si el primogénito era un animal inmundo, el dueño pagaría el precio para recuperarlo del sacerdote y quedarse con él. Si el primogénito era un niño varón, sus padres se lo comprarían de vuelta al Señor a un precio establecido para que el niño viviese con ellos. Aunque todo pertenecía al Señor, Él reclamaba a los primogénitos de las familias para Sí.

Otro detalle importante que necesitamos conocer acerca de los primogénitos es que éstos heredarían una doble porción de la herencia de sus padres. Veamos lo que dice la ley de Moisés tal y como se registra en Deuteronomio 21:

Si un hombre tuviere dos mujeres, la una amada y la otra aborrecida, y la amada y la aborrecida le hubieren dado hijos, y el hijo primogénito fuere de la aborrecida; en el día que hiciere heredar a sus hijos lo que tuviere, no podrá dar el derecho de primogenitura al hijo de la amada con preferencia al hijo de la aborrecida, que es el primogénito; mas al hijo de la aborrecida reconocerá como primogénito, para darle el doble de lo que correspondiere a cada uno de los demás; porque él es el principio de su vigor, y suyo es el derecho de la primogenitura (vs. 15-17)

No se podía privar al primogénito de su doble porción; había que honrarlo porque era el primogénito, y había que darle la doble porción que le tocaba de la herencia de su padre.

Teniendo esto en cuenta, vemos que la primogenitura, según la cultura judía del Antiguo Testamento, era algo de gran relevancia. El hecho de que alguien fuera el primogénito, implicaba que tenía una herencia y responsabilidad especial ante el padre. Esta interpretación cultural influía grandemente en la enseñanza de los apóstoles acerca del papel de la mujer en el ministerio. Pablo hace referencia a esto en 1 Timoteo 2: 12-13 en donde dice que la mujer debe aprender en silencio, porque el hombre fue creado primero. Más adelante analizaremos este pasaje, pero por ahora, simplemente observemos que esta interpretación cultural de la primogenitura y sus privilegios es usada luego por los apóstoles para enseñar acerca del papel de las mujeres en el ministerio de la iglesia.

Continuamos avanzando, ahora leyendo Génesis 2:18:

Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él (v. 18)

Dios creó a Eva para que fuese ayuda idónea para Adán, el primogénito. Como tal, Adán tenía la gran responsabilidad de cuidar de la tierra que Dios le había dado. Él no podría hacerlo solo. Él necesitaba la asistencia de la mujer para que lo ayudara a cumplir el mandato que tenía como primogénito de la creación. La mujer no era inferior por ser su ayudante. Aunque su función era la de ser su ayuda, ella era igual a Adán en dignidad ante Dios porque ella también había sido creada a la imagen de Dios. Juntos, como primogénito y ayuda idónea, ellos tendrían dominio sobre la creación.

Lo que vemos en Génesis es que incluso antes de que el pecado entrara al mundo había diferencias en funciones y títulos. Tanto el hombre como la mujer fueron creados a la imagen de Dios, pero no fueron creados al mismo tiempo ni de la misma manera. Adán fue creado primero, luego Eva. Adán fue creado del polvo de la tierra, y Eva fue creada de un hueso de Adán. Adán fue creado como el primogénito; Eva fue creada como ayuda idónea. Esta era la intención de Dios en un mundo perfecto.

El mundo en el que vivieron Adán y Eva no permaneció siendo perfecto. Esta pareja caería luego en pecado. Génesis 3 nos relata la historia de cómo Satanás engañó a la mujer causando que ella comiera de un árbol que Dios había prohibido. Ella no solo comió del fruto del árbol prohibido, sino que le dio a su esposo para que comiera también. Veamos lo que Dios le dijo a Adán después que comió del árbol prohibido:

Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. (Gn. 3:17)

El Señor maldijo la tierra que Adán había de cultivar por haber éste escuchado la voz de su mujer. Hay dos observaciones que quiero hacer respecto a esto.

En primer lugar, observamos que Dios tenía expectativas sobre Adán como el primero en ser creado y como el líder espiritual de este pequeño núcleo familiar. Él tenía la obligación espiritual de cuidar y proteger a su familia. Ser líder es tener una posición solitaria. Significa que en ocasiones se tomarán decisiones que no son muy populares. Aunque los buenos líderes escuchan las opiniones de quienes están bajo su liderazgo, también tienen que tomar una decisión final basados en lo que creen que es lo mejor para su compañía, iglesia o familia. Esto a veces irá en contra de las ideas que otros sugieran.

En segundo lugar, Adán escuchó la voz de su mujer y comió del fruto, a pesar del mandamiento que Dios había dado. En las palabras de Dios en Génesis 3:17 se nos muestra que Dios esperaba que Adán actuara como la cabeza de esa unidad familiar teniendo en cuenta los mejores intereses espirituales para ella. Él fracasó en su obligación como líder y cabeza espiritual. En cambio, escogió rendir su decisión uniéndose al pecado de su esposa.

Génesis 3:17 no solamente es importante por lo que nos muestra acerca de la posición de liderazgo de Adán, sino que también este texto es usado por Pablo en 1 Timoteo 2: 14-15 para mostrar la razón por la cual la mujer no debe tener autoridad sobre el hombre en la iglesia. Luego examinaremos más esto, pero lo que ahora vemos es que esta historia de la creación es la base que los escritores neotestamentarios usaron para su interpretación en cuanto a la función de las mujeres en el ministerio de la iglesia.

Vimos en Génesis 3:17 la reprimenda que Dios le da al hombre. Vayamos un versículo antes y veamos lo que Dios le dice a la mujer luego de haber comido el fruto prohibido.

Luego le dijo a la mujer: «Haré más agudo el dolor de tu embarazo, y con dolor darás a luz. Y desearás controlar a tu marido, pero él gobernará sobre ti». (Gn. 3:16, Nueva Traducción Viviente)

Debido a su desobediencia, la mujer sufriría de dolores de parto cuando diera a luz a sus hijos. Observemos la frase: “desearás controlar a tu marido, pero él gobernará sobre ti”. Analicemos lo que está sucediendo en este pasaje. Dios creó a la mujer para que fuese ayuda idónea, pero con la entrada del pecado, su ayuda vino a ser “deseo de controlar”. Dios creó al hombre con la posición de primogénito; con la entrada del pecado esa posición cambió a “gobernar sobre”. La entrada del pecado no cambió las funciones de Dios para el hombre y la mujer; sin embargo, sí cambió la manera de ejercer esas funciones. Él ejercería su función como cabeza siendo un líder pecaminoso. Ella estaría a su lado como una ayudante pecaminosa. Ella sufriría las consecuencias de la interpretación torcida del hombre en cuanto al papel que Dios le había dado como el primogénito. Él experimentaría las consecuencias del egoísmo, el orgullo y la rebelión, causadas por el pecado en la vida de su ayudante.

 

Para Meditar:

¿Qué evidencia bíblica tenemos en el libro de Génesis de que tanto el hombre como la mujer fueron creados a la imagen de Dios? ¿Qué implica que ambos fueron creados a la imagen de Dios?

Génesis nos dice que Dios le dio, tanto al hombre como a la mujer, dominio sobre los animales y la tierra que Él creó. ¿Qué implica esto para ambos?

Dios creó al hombre y a la mujer diferentes, en donde el uno tuviese la necesidad del otro para poder cumplir el mandato de Dios. ¿Cómo se complementan nuestras diferencias como hombres y mujeres en esta tarea? ¿Por qué nos necesitamos mutuamente?

¿Qué trascendencia tiene el hecho de que la mujer no fue creada del polvo de la tierra sino del hombre? ¿Cómo la diferencia esto de los animales que Dios le presentó al hombre en aquellos primeros días? ¿Qué implicación tiene esto para nosotros en el presente en cuanto a la manera en que tratamos a las mujeres?

¿Por qué es significativo que Adán fuese creado primero?

Dios creó a Eva como una ayuda idónea. ¿Qué implicaba esto en su relación con Adán?

¿De qué manera nos muestra el castigo que Dios le da a Adán, las expectativas que el Señor tenía con él como líder espiritual?

¿Cómo influyó el pecado en las funciones que Dios les dio al hombre y a la mujer en el Huerto?

 

Para Orar:

Tomemos un momento para agradecerle al Señor por haber creado al hombre y a la mujer a Su imagen. Pidámosle que nos capacite para que podamos ver esa imagen y cómo, tanto hombres como mujeres, reflejan esa imagen de maneras diferentes.

Pidámosle a Dios que nos ayude a ambos a cumplir con el mandato de Su creación de cuidar esta tierra como mayordomos de Sus recursos. Pidámosle que nos enseñe la manera en que podamos ser más fieles en esto.

Agradezcámosle que nos creara hembra y varón, y pidámosle que nos ayude a encontrar una manera para trabajar juntos en armonía según Su propósito.

Pidámosle a Dios que nos ayude a cumplir con el mandamiento que nos dio en la creación a pesar de que el pecado nos afecta diariamente. Pidámosle perdón por las veces que no hemos sido fieles al propósito que nos dio en la creación como hombres y mujeres.

 

CAPÍTULO 2 – LA ADORACIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Del relato de la creación en el libro de Génesis aprendimos que el Señor creó al hombre y a la mujer a Su imagen para que tuviesen dominio sobre la tierra. Aunque el hombre y la mujer fueron creados a la imagen de Dios, fueron creados de manera diferente y con funciones distintas. Tomemos un momento en este capítulo para examinar la manera en que estas diferencias funcionaban en la adoración en el Antiguo Testamento.

 

Mujeres y Hombres Adorando Juntos

En Éxodo 14, después que Israel fue liberado de la esclavitud en Egipto, Faraón envió su ejército tras ellos en el desierto. Dios abrió las aguas del Mar Rojo para que Sus hijos pudieran pasar, y cuando los egipcios les siguieron, Dios hizo que aquellos muros de aguas colapsaran sobre ellos.

Ya a salvo, estando al otro lado, Moisés guió al pueblo en una canción de acción de gracias y alabanza:

Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a Jehová, y dijeron:

Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete. Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré. Jehová es varón de guerra; Jehová es su nombre. (Éx. 15:1-3)

Después que Moisés guió al pueblo en este cántico de acción de gracias, María tomó la pandereta en su mano y guió a las mujeres a una danza de celebración.

Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas. Y María les respondía: Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; Ha echado en el mar al caballo y al jinete (Éx. 15:20-21)

Este baile era parte de la adoración ofrecida a Dios después que libró a Israel del ejército egipcio. María y las mujeres desempe¬ña¬ron un papel significativo en esta celebración.

Un hecho similar a este lo vemos en 1 Samuel 18:6-7. David acababa de llegar a casa de haber derrotado a los filisteos. Cuando se encontraba llegando a la ciudad de Jerusalén, las mujeres salieron a saludarle. Ellas cantaron y danzaron para celebrar la bondad del Señor por librarles de sus enemigos.

Aconteció que cuando volvían ellos, cuando David volvió de matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel cantando y danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con cánticos de alegría y con instrumentos de música. Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles. (1 S. 18:6-7)

Aprendemos leyendo 2 Crónicas 35:25 que tanto hombres como mujeres cantaban cánticos de lamento en la adoración a Dios.

Y Jeremías endechó en memoria de Josías. Todos los cantores y cantoras recitan esas lamentaciones sobre Josías hasta hoy… (2 Cr. 35:25)

En el grupo que regresó a Jerusalén en los días de Esdras había 200 cantores y cantoras (Ez. 2:65). También vemos en Jueces 5:1 cómo, después de haber derrotado al rey Jabín, Débora, la profetisa, y Barac, el comandante militar cantaron una canción de acción de gracias al Señor.

Las mujeres del Antiguo Testamento estaban libres de adorar al lado de los hombres. Ellas cantaban y danzaban celebrando a Dios y Sus grandes victorias.

 

Hombres y Mujeres Juntos Bajo la Predicación y la Lectura de la Palabra.

Las mujeres no tan solo se unieron a los hombres en la alabanza y adoración a Dios en el Antiguo Testamento, sino que también se les unieron en la lectura y proclamación de la Palabra de Dios. En Deuteronomio 31:12-13 Moisés ordenó la reunión de hombres, mujeres y pequeños para escuchar la Ley de Jehová:

Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley; y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella. (Dt. 31:12-13)

El propósito de Dios era que los hombres, las mujeres y los niños aprendieran por medio de la lectura de la Palabra la manera de seguirle y a conocer Sus propósitos.

Después de la derrota de Israel en Hai en Josué 8, este líder reunió a todo el pueblo para renovar su pacto con el Señor su Dios. Allí les leyó las palabras de la ley; hombres y mujeres juntos escuchando la Palabra:

Después de esto, leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley. No hubo palabra alguna de todo cuanto mandó Moisés, que Josué no hiciese leer delante de toda la congregación de Israel, y de las mujeres, de los niños, y de los extranjeros que moraban entre ellos (Jos. 8:34-35)

También el profeta Esdras reunió a hombres y mujeres delante de él para que escuchasen las palabras del Libro de la Ley:

…y se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel. Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender, el primer día del mes séptimo. Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley (Neh. 8 :1-3)

Nehemías 8 continúa diciéndonos que mientras se leían las palabras de la ley, los levitas instruían al pueblo en el significado de éstas. El contexto indica claramente que en aquel día había hombres y mujeres en la asamblea. Las mujeres se reunían junto a los hombres para escuchar la lectura y predicación de la Palabra de Dios.

 

Hombres y Mujeres Confesando sus Pecados Públicamente

Existen al menos dos ocasiones en el Antiguo Testamento en las que los hombres y las mujeres se encuentran confesando y llorando sus pecados en público. En el pasaje de Nehemías que acabamos de citar, entendemos que tanto hombres como mujeres se reunían para escuchar la Palabra de Dios. Percatémonos de la reacción de “todo el pueblo” a la predicación y enseñanza de la Palabra de Dios en aquel día:

Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley (Neh. 8:9)

“Todo el pueblo” lloraba mientras escuchaba las palabras de la Ley. Estas personas, hombres y mujeres, fueron tocados por la verdad de la Palabra. Juntos, hombres y mujeres se lamentaban por su pecado contra Dios.

Esdras 10:1 lo deja aún más claro:

Mientras oraba Esdras y hacía confesión, llorando y postrándose delante de la casa de Dios, se juntó a él una muy grande multitud de Israel, hombres, mujeres y niños; y lloraba el pueblo amargamente. (Esd. 10:1)

Los hombres al igual que las mujeres estaban siendo tocados por el Espíritu de Dios. Juntos confesaban su pecado y se lamentaban ante Dios.

 

Hombres y Mujeres Trayendo Ofrendas al Señor

Las mujeres, al igual que los hombres, se animaron a traer ofrendas al Señor.

Y salió toda la congregación de los hijos de Israel de delante de Moisés. Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras. Vinieron así hombres como mujeres, todos los voluntarios de corazón, y trajeron cadenas y zarcillos, anillos y brazaletes y toda clase de joyas de oro; y todos presentaban ofrenda de oro a Jehová (Éx. 35:20-22)

De los hijos de Israel, así hombres como mujeres, todos los que tuvieron corazón voluntario para traer para toda la obra, que Jehová había mandado por medio de Moisés que hiciesen, trajeron ofrenda voluntaria a Jehová. (Éx. 35:29)

 El Señor no hizo distinción entre la ofrenda traída por los hombres y la ofrenda traída por las mujeres. Todo aquel que lo sintió en su corazón, era libre de traer su ofrenda al Señor.

 

Hombres y Mujeres Haciendo Votos al Señor

En Números 6:1-4 leemos que tanto hombres como mujeres eran capaces de hacer votos especiales de separación para el Señor como nazareo.

Habla a los hijos de Israel y diles: El hombre o la mujer que se apartare haciendo voto de nazareo, para dedicarse a Jehová, se abstendrá de vino y de sidra; no beberá vinagre de vino, ni vinagre de sidra, ni beberá ningún licor de uvas, ni tampoco comerá uvas frescas ni secas. Todo el tiempo de su nazareato, de todo lo que se hace de la vid, desde los granillos hasta el hollejo, no comerá.

El nazareato era un voto muy especial de separación para el Señor que se hacía por un espacio de tiempo y para un propósito en particular. Números 6:2 deja claro que este voto de separación lo podían tomar por igual hombres o mujeres. No se hacía ninguna distinción para con este voto.

Aunque las mujeres podían hacer votos al Señor, leemos en Números 30 que existían algunas restricciones para ellas a la hora de hacer estos votos. La Ley de Moisés planteaba que el voto de una mujer que todavía estuviese viviendo en casa de sus padres podía quedar invalidado por su padre si éste no lo aprobaba.

Mas la mujer, cuando hiciere voto a Jehová, y se ligare con obligación en casa de su padre, en su juventud; si su padre oyere su voto, y la obligación con que ligó su alma, y su padre callare a ello, todos los votos de ella serán firmes, y toda obligación con que hubiere ligado su alma, firme será. Mas si su padre le vedare el día que oyere todos sus votos y sus obligaciones con que ella hubiere ligado su alma, no serán firmes; y Jehová la perdonará, por cuanto su padre se lo vedó. (Nm. 30:3-5)

El mismo principio se aplicaba a una mujer que estuviese casada. Si su esposo, como cabeza de familia, desaprobaba el voto que hizo su esposa, el voto podía quedar anulado:

Pero si fuere casada e hiciere votos, o pronunciare de sus labios cosa con que obligue su alma; si su marido lo oyere, y cuando lo oyere callare a ello, los votos de ella serán firmes, y la obligación con que ligó su alma, firme será. Pero si cuando su marido lo oyó, le vedó, entonces el voto que ella hizo, y lo que pronunció de sus labios con que ligó su alma, será nulo; y Jehová la perdonará. (Nm. 30:6-8)

En cuanto al asunto de hacer votos al Señor, aunque la mujer estaba libre de hacerlos, ella necesitaba tener la aprobación del cabeza de familia, ya sea que estuviese ella casada o no.

 

Exhortando a los Hombres en Asuntos Espirituales

En varias ocasiones en las Escrituras, las mujeres fueron usadas por el Señor para exhortar a los hombres que fallaban en sus responsabilidades ante Dios. En Éxodo 4:24-26 vemos cómo el Señor procuró darle muerte a Moisés. Sin embargo, su esposa Séfora tomó un cuchillo y cortó el prepucio de su hijo más pequeño apaciguando así la ira de Dios y salvando la vida de su esposo. Moisés, al no circuncidar a su hijo, había fallado en sus responsabilidades como líder espiritual de la familia. Su esposa lo reprendió diciendo: “A la verdad tú me eres un esposo de sangre” (Éx. 4:25). Si no hubiese sido por su acción, Moisés nunca hubiese llegado a Egipto. Cuando Moisés falló en lo que era su obligación, ella asumió su rol y salvó la familia. Aunque esta función le pertenecía al hombre principal de la familia, en este caso, Séfora, como esposa, la asumió ante la incapacidad de su esposo de ser el líder que necesitaba ser.

Débora exhortó a Barac a que se llenara de valor y peleara contra su enemigo Sísara y su ejército. Todo parece indicar que Barac tenía miedo de asumir esta responsabilidad. Débora, sin embargo, lo desafió a ser fiel a la dirección del Señor y a las responsabilidades que tenía como jefe militar.

Y ella envió a llamar a Barac hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo: ¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón… (Jue. 4:6)

Barac solo estaría de acuerdo en ir a la guerra en contra de Sísara si Débora iba con él.

Barac le respondió: Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré. Ella dijo: Iré contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sísara. Y levantándose Débora, fue con Barac a Cedes (Jue. 4:8-9)

Debido a que no confió en el Señor y que no estuvo dispuesto a asumir sus responsabilidades, Barac no sería quien derrotaría a Sísara. Sin embargo, Jael, la esposa de Heber, fue quien aniquiló a aquel gran comandante militar cuando llegó a su tienda para refrescarse y descansar (ver Jueces 4:17-22). Si no hubiera sido por la exhortación de Débora, Sísara habría devastado toda aquella región. Ella necesitaba desafiar a Barac para que fuese el líder que Dios lo había llamado a ser. Estas mujeres desempeñaron un papel vital al desafiar a los líderes de su nación y de sus familias para que fuesen los líderes que Dios los había llamado a ser.

 

Mujeres Ministrando en el Tabernáculo

 Las mujeres también tuvieron ministerios en el tabernáculo. Tenemos referencias de su ministerio a la entrada del tabernáculo de reunión. Por ejemplo, leemos cómo Bezaleel hizo la fuente (usada para el tabernáculo) de los espejos de las mujeres que ministraban a la puerta del tabernáculo de reunión.

También hizo la fuente de bronce y su base de bronce, de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión (Éx. 38:8)

El sacerdote Elí tenía dos hijos que servían como sacerdotes. Las Escrituras los describe como hombres impíos que no conocían al Señor (1 S. 2:12). Uno de sus abominables pecados se describe en 1 Samuel 2:22.

Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión.

Los hijos de Elí dormían con las mujeres que servían a la entrada del tabernáculo de reunión. Obviamente, aquellas mujeres no se encontraban presentes en la entrada del tabernáculo por prostitución, de lo contrario hubiesen sido sacadas inmediatamente de allí porque esto era algo que iba claramente contra la ley de Moisés. Éxodo 38:8 describe el ministerio que hacían allí las mujeres. 1 Samuel 2:12 (LBLA) lo define como un “servicio”.

Aunque no se sabe con certeza la naturaleza exacta del ministerio que las mujeres tenían en la entrada del tabernáculo, se supone que desempeñaban una función en la limpieza o en ser porteras. Algunos comentaristas ven la posibilidad de que ellas estuviesen relacionadas con los cánticos y danzas para los festivales especiales celebrados a lo largo del año. Cualquiera que hubiese sido la función, ésta constituía una parte importante de todo el ministerio efectuado en el tabernáculo.

Más allá de su función a la entrada del tabernáculo, las mujeres desempeñaban otras funciones de servicio en la vida religiosa del Antiguo Testamento. En Éxodo 35:25-26 leemos acerca de las mujeres que hilaban pelo de cabra para hacer el material necesario para la construcción del tabernáculo.

Además todas las mujeres sabias de corazón hilaban con sus manos, y traían lo que habían hilado: azul, púrpura, carmesí o lino fino. Y todas las mujeres cuyo corazón las impulsó en sabiduría hilaron pelo de cabra. (Éx. 35:25-26)

En este pasaje se describe a estas mujeres como “mujeres sabias de corazón”. Veamos, sin embargo, que este era un acto voluntario por parte de estas mujeres. El versículo 26 nos dice que se trataba de aquellas mujeres, cuyo corazón las impulsaba en sabiduría, las que hicieron tal significativa contribución. Ellas eran reconocidas por su sabiduría, su tierno corazón y su generosidad.

Las mujeres en el Antiguo Testamento también desempeñaban una función significativa en el ministerio de la hospitalidad. El Señor le ordenó a una viuda en Sarepta que proveyera para las necesidades de Su siervo Elías.

Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente. (1 R. 17:8-9)

Dios llamó a esta viuda para que apoyara al profeta y le proveyera de un hogar. Esto iba a ser de gran bendición para Elías en aquel tiempo de necesidad.

Eliseo, el sucesor de Elías, experimentó el mismo tipo de bendición cuando ministró en la región de Sunem. Veamos lo que sucedió en 2 Reyes 4:

Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él. (2 R. 4:8-10)

Esta mujer acaudalada no solo le proveyó generosamente a Eliseo de comida, sino que habló con su esposo acerca de construir un pequeño cuarto con una cama, una mesa, una silla y un candelero en donde Eliseo se pudiera quedar cada vez que pasara por aquella región. Ella usó su riqueza para ofrecer hospitalidad al siervo de Dios. Podemos obtener una idea de cuán agradecido estaba aquel profeta en 2 Reyes 4:13-17 cuando le preguntó a aquella mujer qué podía hacer para resarcirle su enorme generosidad. La mujer no había podido tener hijos, pero cuando Eliseo puso este asunto en las manos del Señor, ella y su esposo fueron bendecidos con un heredero.

En 1 Samuel 1:9-11 nos encontramos con la madre de Samuel el profeta. Ella se encontraba en la puerta del templo a donde había ido a orar por un hijo, y allí hizo voto de que lo dedicaría al Señor. Al año siguiente, ella regresaría para ofrecer a su hijo Samuel para que sirviese al Señor a tiempo completo (1 S. 1:26-28). Ella no pudo haber hecho mayor sacrificio. Su hijo, se convertiría en uno de los profetas más grandes que la nación de Israel haya conocido.

Estas mujeres eran fieles siervas de Dios. Ellas se comprometieron a usar sus recursos y capacidades para el Señor. Su tiempo, esfuerzo y generosidad fueron bendecidos por el Señor para la expansión de Su reino. 

 

Las Mujeres Recibiendo Palabras de parte de Dios

La madre de Sansón fue visitada por un ángel en Jueces 13. Este ángel le dijo que ella daría a luz un hijo que liberaría a Israel de su opresión.

María, la hermana de Moisés, se describe en Éxodo como una profetisa. Ella tomó su pandero y guió a las mujeres de su tiempo en una danza y en cánticos de adoración para alabar al Señor por haberlos liberado de la mano de los egipcios.

Veamos cómo se nos describe en Jueces 4 el ministerio de Débora la profetisa:

Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; y acostumbraba sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en el monte de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a juicio. (Jue. 4:4-5)

Percatémonos de la frase “los hijos de Israel subían a ella a juicio”. La idea que se nos da aquí es que estas personas tenían que resolver sus problemas y querían saber cuál era la dirección que Dios les indicaba. Entonces ellos venían a donde Débora y ella consultaba al Señor por ellos.

Después de descubrir el libro de la Ley en el templo que había estado abandonado por mucho tiempo, el rey Josías le ordenó al sacerdote Hilcías que consultara al Señor por él, (2 R. 22:12-13). El profeta y sus siervos encontraron a Hulda la profetisa y la consultaron. Ella buscó la palabra que Dios tenía para estos hombres, y ellos regresaron con esta palabra a donde el rey (ver 2 Reyes 22:14-20). El Señor les recordaría a aquellos hombres acerca del juicio que había de venir.

Dios habló por medio de la profetisa al liderazgo masculino de aquel momento desafiándolos a volverse a Dios. El don profético no se limitaba a los hombres. Ni tampoco una mujer con tal don se limitaba a usarlo solamente para mujeres.

 

Mujeres Libertadoras

La Biblia nos cuenta historias de numerosas mujeres que libraron a Israel de sus enemigos. Si no hubiese sido por Débora, Barac no hubiese derrotado al ejército de Sísara (ver Jueces 4). Jael mató al comandante militar Sísara, aliviando así a Israel de este cruel opresor (ver Jueces 4:18-23).  Abimelec, el malvado rey, fue aniquilado por una mujer, quien le lanzó una piedra en la cabeza desde la muralla de la ciudad de Tabes (ver Jueces 9:50-55). El sabio consejo de Abigail evitó que David exterminase toda la familia de Nabal (ver 1 Samuel 25). Estas mujeres fueron usadas por Dios para traer grandes victorias al pueblo en tiempos de crisis.

 

RESTRICCIONES

Por lo que hemos visto, las mujeres eran muy activas en la vida religiosa de Israel. Sin embargo, existían ciertas restricciones sobre ellas. Estas restricciones se encierran en dos aspectos fundamentales.

 

El Relacionado con la Pureza

La primera serie de restricciones sobre ellas en el Antiguo Testamento está relacionada con la impureza ceremonial. Para ser sinceros, esta restricción también se aplicaba para los hombres.

Había varias maneras en las que un hombre o una mujer podían quedar impuros. Por ejemplo, cuando una persona tocaba el cuerpo de un muerto ésta quedaba inmunda delante del Señor y por lo tanto no se le permitía que trajera ofrendas para el Señor (ver Levítico 9:6). Si algún individuo quedaba diagnosticado con una enfermedad en la piel, el sacerdote podía declararlo como impuro y se le prohibía ir al tabernáculo o incluso circular entre el pueblo de Dios (ver Levítico 13). Otra manera de quedar impuro era tocando a un animal o a un insecto inmundo (Levítico 11:13-40). Estos casos podían impedir que la persona adorara a Dios hasta que fuese purificada.

Más allá de estos ejemplos que acabamos de mencionar se encuentran los que tenían que ver con las emisiones corporales. Por ejemplo, si un hombre emitía alguna secreción de su cuerpo era considerado impuro. Esta secreción podía ser mocosa o de pus debido a alguna herida, probablemente relacionada con una infección en su cuerpo. Este hombre era considerado inmundo. Cualquier lugar donde se sentara o a cualquiera a quien tocara se consideraba inmundo (ver Levítico 15:2-13). Esto también se aplicaba a las mujeres.

También un hombre podía quedar impuro a causa de alguna emisión de semen. Si ésta era el resultado de una relación sexual con una mujer, ambos, el hombre y la mujer, estaban impuros y tenían que bañarse en agua y esperar hasta la noche para volver a estar puros (ver Levítico 15:16-18).

Una mujer se consideraba impura por siete días durante su período menstrual. Todo aquel que la tocare o cualquier cosa sobre la cual se sentare o se acostare durante ese tiempo también se consideraba inmundo (ver Levítico 15:19-30).

Cuando una mujer daba a luz, la ley de Moisés la declaraba impura mientras se recuperaba. Si el niño era varón ella quedaba impura por 40 días. Si era una niña la madre quedaba impura por 80 días (ver Levítico 12:1-8) queda claro en Levítico 12:4 que durante ese tiempo a la mujer no se le permitía acercarse al santuario de Dios:

Mas ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. (Lv. 12:4)

Estos tiempos de purificación limitaban la frecuencia en la que la mujer podía servir en el tabernáculo o de traer una ofrenda al Señor. El Señor exigía que quienes le adoraran (hembra o varón) estuviesen limpios ceremonialmente. Cualquiera que no se ajustara a estas normas era cortado de la asamblea del pueblo de Dios:

Y el que fuere inmundo, y no se purificare, la tal persona será cortada de entre la congregación, por cuanto contaminó el tabernáculo de Jehová; no fue rociada sobre él el agua de la purificación; es inmundo. (Nm. 19:20)

 

Sujeción

En el primer capítulo vimos que Dios creó a Adán como el primogénito y cabeza espiritual, y a la mujer como la ayuda idónea. La Ley del Antiguo Testamento protegía esta relación.

Aunque la mujer era libre de hacer votos, estos podían quedar invalidados por el hombre que la lideraba en su vida. Si ella todavía estaba viviendo con su padre, éste tenía el derecho de invalidar el voto. Si estaba casada y su esposo no aprobaba el voto, él también podía invalidarlo (ver Números 30:3-16). Esto reafirma el papel de líder que tiene el hombre en la familia, además de su responsabilidad de proteger a aquellos por quienes responde.

En el Antiguo Testamento, los levitas y los sacerdotes velaban por el bien espiritual de Israel. Aarón y sus hijos fueron escogidos por orden divina para que fuesen sacerdotes (Éx. 29:1-9). El Señor también escogió a los varones descendientes de Leví para que asistieran a los sacerdotes en sus deberes cotidianos (ver Números 3:5-39). A las mujeres no se les daba esta función, pero, al igual que el resto del pueblo de Israel, debían sujetarse al liderazgo espiritual que Dios había establecido para la nación.

La realidad espiritual de la vida de Israel también se percibe en la vida familiar de la nación. El hombre era considerado el líder del núcleo familiar.

Y estará con vosotros un varón de cada tribu, cada uno jefe de la casa de sus padres.  (Nm. 1:4)

Y Moisés los envió desde el desierto de Parán, conforme a la palabra de Jehová; y todos aquellos varones eran príncipes de los hijos de Israel. (Nm. 13:3)

En el Antiguo Testamento se percibe a la esposa bajo la autoridad de su marido:

…mas si te has descarriado de tu marido y te has amancillado, y ha cohabitado contigo alguno fuera de tu marido (el sacerdote conjurará a la mujer con juramento de maldición, y dirá a la mujer): Jehová te haga maldición y execración en medio de tu pueblo, haciendo Jehová que tu muslo caiga y que tu vientre se hinche… Esta es la ley de los celos, cuando la mujer cometiere infidelidad contra su marido, y se amancillare. (Nm. 5:20-21, 29)

La ley de Moisés protegía la función principal del hombre en el liderazgo espiritual de la nación de Israel y de la familia. Todos los que se encontraban bajo ese liderazgo, fuese hombre o mujer, debían sujetarse al mismo y respetarlo.

Las mujeres se encontraban bastante activas en la vida religiosa de Israel. Ellas adoraban junto a los hombres, recibían instrucción junto a ellos, se les unían en la confesión pública de pecado y también traían sus ofrendas a la casa del Señor. Ellas podían hacer votos religiosos al igual que los hombres o entrar al templo para orar. También ministraban en la entrada de la casa Dios y en una variedad de ministerios de servicio en la vida espiritual de Israel. Dios usó a las mujeres para exhortar a los hombres en su andar espiritual y para desafiarlos en su rol como líderes espirituales. Él las dotó de dones proféticos y las usó para liberar a Su pueblo de sus enemigos. Está claro que las mujeres jugaron un papel fundamental en la vida espiritual de Israel.

A pesar de esta diversidad de oportunidades ministeriales, el liderazgo espiritual de la nación caía sobre los hombres en este período de la historia. Esto no era por razones culturales, sino que era decisión de Dios llamar a los hombres para que ocuparan esta posición.

 

Para Meditar:

¿Qué libertad tenían las mujeres para adorar y servir al Señor en el Antiguo Testamento? Pongamos ejemplos.

Demos algunos ejemplos de mujeres que brindaron aliento y exhortaron a hombres que se encontraban en posiciones de liderazgo espiritual. ¿Hacer esto era correcto? ¿Acaso exhortar o corregir a una persona en autoridad significa que no estamos sujetos a su liderazgo?

Mencionemos ejemplos de mujeres que fueron usadas por Dios para traer liberación a Su pueblo.

¿Cómo protegía la Ley de Moisés la posición principal del liderazgo espiritual masculino?

¿El hecho que Dios ordenó el liderazgo espiritual masculino implica que se oprima a las mujeres? ¿Debían los hombres sujetarse al liderazgo espiritual que Dios había establecido sobre ellos?

¿Ser líder implica tener una posición de privilegio o responsabilidad para servir? Si la posición de liderazgo es la responsabilidad de ocuparse de aquellos que tiene a su cuidado, entonces, ¿podemos decir que el líder espiritual es más importante que aquellos a quienes sirve?

 

Para Orar:

Agradezcamos al Señor por la libertad que les dio a las mujeres de adorarle y servirle en el Antiguo Testamento. Tomemos un instante para agradecerle al Señor por las mujeres que ha usado en nuestras vidas para exhortarnos y acercarnos más a Él.

Pidámosle al Señor que nos dé la perspectiva correcta en cuanto al papel primordial del liderazgo según las Escrituras. Roguémosle que nos enseñe a respetar y honrar a quienes cuidan de nuestro bienestar espiritual.

Pidámosle al Señor que nos perdone por las veces que hemos tratado de asumir la autoridad que no nos pertenece. Oremos por contentamiento al caminar en Su propósito para nuestras vidas.

 

 

CAPÍTULO 3 – JESÚS Y LAS MUJERES

Una de las primeras referencias que tenemos en el Nuevo Testamento en cuanto a la actitud de Jesús hacia las mujeres se encuentra en el Sermón del Monte. En éste dijo:

Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. (Mt. 5:27-28)

Jesús les dijo a los hombres que si miraban codiciosamente a una mujer, ya eran culpables delante de Dios por cometer adulterio en sus corazones. En esta declaración Él ataca los males de la pornografía y los pensamientos lujuriosos. Él les ordenó a los hombres que fuesen respetuosos en la manera de pensar y actuar con las mujeres, haciéndolo con dignidad y respeto.

En Deuteronomio 24 leemos:

Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. (Dt. 24:1)

Observemos cómo la Ley de Moisés le permitía al hombre divorciarse de su esposa cuando “no le agradare” o “hallare alguna cosa indecente en ella”. La pregunta respecto a qué se refería esto abría un gran debate en el Antiguo Testamento. Esto conllevaba a que muchos hombres se divorciaran de sus esposas por disímiles razones, dejándolas desamparadas sin ningún tipo de apoyo o ingreso.

Jesús se refirió a esto en el Sermón del Monte cuando dijo:

También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio. (Mt. 5:31-32)

De acuerdo a Jesús, el hombre debía permanecer con su esposa y sustentarla. Él no debía divorciarse a menos que ella fuera culpable de infidelidad sexual. Jesús estaba protegiendo a la mujer de ser abandonada debido a que el esposo hubiese perdido interés en ella. Él esperaba que el hombre, quien en esa cultura era el que proveía de alimentos, proveyera para las necesidades de su esposa a pesar de sus desacuerdos. Él debía honrarla y honrar su compromiso con ella. Es evidente, teniendo en cuenta esta enseñanza de Jesús, que las mujeres tenían el derecho de ser tratadas con dignidad y respeto.

En Mateo 26:6-13, Jesús se encontraba en el hogar de Simón el leproso, cuando una mujer ungió Sus pies con un perfume  muy caro. Los discípulos se ofendieron por haber malgastado aquel perfume tan caro. Sin embargo, Jesús se puso del lado de la mujer y la defendió.

Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. (Mt. 26:10)

Lucas 7 describe la ocasión en la que Jesús se encontraba en casa de un fariseo cuando “una mujer de la ciudad, que era pecadora”, se acercó a Él y comenzó a ungir Sus pies, los besó y los enjuagó con su pelo. Los fariseos se quedaron atónitos con el comportamiento de esta mujer y no podían creer que Jesús hasta se dejara tocar de ella. Una vez más Jesús defiende a la mujer:

Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. (Lc. 7:44-48)

Jesús atacó la actitud de los hombres hacia aquella mujer y les enseñó cómo las acciones de ella eran más nobles que las de ellos. Él no impidió que ella se le acercara; sino que la aceptó a pesar de su mala reputación en la comunidad, acogiéndola con amor y aceptando su ofrenda. Para Jesús, ella era más sincera y afectuosa que cualquier hombre que se encontraba allí.

En Lucas 10 leemos la historia de dos hermanas. Una se llamaba Marta y la otra María. Éstas acogieron a Jesús en su hogar.  Marta se mantuvo muy ocupada sirviendo a Jesús y a los discípulos, mientras María se sentaba a los pies del Maestro escuchando Sus enseñanzas (Lc. 10:39).

Llegó el momento en que Marta comenzó a sentirse molesta porque María le estaba dejando a ella todo el trabajo de servir a los invitados. Es cuando entonces ella interrumpe a Jesús y le pide que le diga a María que le ayude a servir a los invitados.

Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. (Lc. 10:40)

Sin embargo, Jesús le responde a Marta diciéndole que María estaba haciendo lo correcto. Él no le pediría que saliera de Su lado para que se ocupara de los deberes de servir a los invitados.

Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. (Lc. 10:41-42)

Jesús reconocía que María era una persona inteligente quien se interesaba en aprender la verdad. Él la aceptó como Su estudiante. Ella tenía todo el derecho de sentarse a los pies de Jesús para aprender al igual que los hombres que estaban allí. Jesús no envió a María para la cocina para que le sirviera a los invitados. Él se deleitaba en que ella estuviese presente aprendiendo de la Palabra que Él enseñaba.

En Juan 4 vemos a Jesús en un debate religioso con una mujer samaritana. Ellos conversaban acerca de la diferencia entre la interpretación judía y la samaritana acerca de la adoración. Ellos también abordaron el tema del Mesías que había de venir. Cuando los discípulos que habían estado buscando suministros regresaron a donde estaba Jesús, se sorprendieron de verle inmerso en un profundo debate con una mujer samaritana:

En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? (Jn. 4:27)

Observemos que en este versículo los discípulos se sorprendieron de que Jesús estuviese hablando con una mujer. Aquí no se menciona el hecho de que ella fuese samaritana; simplemente Jesús había entrado en un debate teológico con una mujer; y los discípulos lo habían encontrado conversando tranquilamente con ella sobre temas profundos. Él permitió que ella le hiciera preguntas y Él se las respondió. Jesús la vio como una persona inteligente, completamente capaz de aprender y conversar acerca de asuntos espirituales. Esto era algo muy radical para aquellos tiempos.

En Juan 8:1-11, le traen a Jesús una mujer sorprendida en el acto de adulterio. Habían traído a esta mujer para encontrar una manera de cómo condenarle. Lo interesante de esta escena es que no se menciona al hombre al que sorprendieron con ella. La Ley de Moisés era muy clara de que tanto la mujer como el hombre tenían que morir:

Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos. (Lv. 20:10)

Conociendo las intenciones que tenían los fariseos Jesús les respondió diciendo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7). Uno a uno se fueron marchando hasta dejar a aquella mujer sola con Jesús. Cuando ya no había nadie, Jesús le dice a la mujer adúltera:

Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. (Jn. 8:10-11)

Jesús vio la hipocresía de los fariseos y sabía que ellos también eran culpables delante de Dios. Si esta mujer merecía morir por haber pecado contra Dios, también lo merecían aquellos fariseos. Jesús no la trató diferente por el hecho de ella ser mujer.

Jesús veía de igual manera tanto al hombre como a la mujer en cuanto a su necesidad de perdón y salvación. Al referirse a los hombres que habían mirado con desprecio a la “mujer de la ciudad que era pecadora” (Lucas 7:37), dijo:

Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz (Lc. 7:47-50)

A pesar de que los hombres presentes en aquel lugar se rehusaron a aceptarla, Jesús le hizo ver que Dios sí la aceptaba. Ella podía marcharse tranquila sabiendo que su perdón y su salvación habían sido garantizados.

Los líderes religiosos de aquellos días condenaron a Jesús por sanar a una mujer en el Día de Reposo (Lucas 13). Jesús defendió sus acciones ante aquellos líderes diciendo:

Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo? (Lc. 13:15-16)

Los hombres presentes ese día, trataban a sus animales mejor que a sus esposas. Ellos violaban la ley sobre el Día de Reposo para alimentar y dar de beber a su asno, pero no levantaban un dedo el día de reposo para ayudar a una mujer necesitada. Jesús llama a estos hombres hipócritas. Observemos cómo Jesús se dirige a la mujer; Él la llama “hija de Abraham”. Al llamarla así, la está identificando con el pacto hecho con Abraham. Ella era copartícipe con los hombres en la salvación que vendría por medio de aquel pacto. En cuanto a la salvación, no había diferencia alguna entre hombre y mujer. Ella era copartícipe, junto a los hombres, de la promesa que Dios había hecho por medio de Abraham.

También, el Señor, cuando enseñaba, usaba ilustraciones que podían ser entendidas por las mujeres de aquella época. Por ejemplo, Él usó la imagen de la mujer mezclando la harina con la levadura para describir el reino de Dios (ver Mateo 13:33). En otra ocasión contó la parábola de la mujer que estaba barriendo su casa y encontró la moneda perdida (Lucas 15:8). En otra ocasión, habló de dos mujeres que molían en un molino para ilustrar lo que sucedería en los últimos días (Mateo 24:41).

El uso de estas ilustraciones nos muestra que Jesús quería incluir a las mujeres en lo que enseñaba. Él hablaba a menudo a multitudes heterogéneas y era sensible tanto a hombres como a mujeres en Sus enseñanzas.

Teniendo en cuenta los pasajes de Mateo 27:55 y Lucas 8:3, entendemos que había un grupo de mujeres que seguían a Jesús y a sus discípulos mientras éstos predicaban el evangelio. Estas mujeres contribuyeron grandemente al ministerio del Señor:

Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. (Mt. 27:55-56)

Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes. (Lc. 8:1-3)

Estas mujeres le servían a Jesús mientras éste viajaba junto a sus discípulos de un lugar a otro. Ellas aportaban práctica y financieramente al ministerio de Jesús usando sus propios recursos.

Cuando el Señor Jesús fue crucificado, las mujeres prepararon especies aromáticas para su entierro:

Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento (Lc. 23:55-56)

En Juan 20:10-18 leemos cómo María Magdalena descubrió la tumba vacía de Jesús y lo anunció a los discípulos:

El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto (Jn. 20:1-2)

Aunque lo que ella había interpretado acerca de aquel acontecimiento era incorrecto, Jesús se encontraría con ella en la tumba y se le revelaría personalmente.

Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas (Jn. 20:11-18)

Jesús le encargó a María que anunciara Su resurrección y ascensión. ¡Qué gran privilegio anunciar el suceso más importante de la historia! Esta resurrección y esta ascensión traerían salvación a los confines de la tierra. Nunca hubo un mensaje más importante a proclamar. “Él ha resucitado victorioso sobre el pecado y la muerte. Ascendió para sentarse a la diestra del Padre”. Jesús le confió este mensaje a María Magdalena.

El Señor tenía una alta consideración hacia las mujeres. Él enseñaba que a la mujer había que tratarla con respeto y dignidad. A la hora de mostrar justicia fue imparcial, pues en la mente de Jesús, el hombre y la mujer eran iguales ante la ley. Jesús enseñaba a hombres y mujeres juntamente y no hacía distinción de sus capacidades intelectuales. Según Jesús, los hombres y las mujeres eran copartícipes de la salvación. Las mujeres le sirvieron a Jesús y fueron comisionadas por Él para anunciar las Buenas Nuevas del Evangelio.

En el Nuevo Testamento, el divorcio no sería tan fácil. Los hombres no podían divorciarse de sus esposas por cualquier razón. Los pensamientos equivocados y pecaminosos acerca de las mujeres estaban prohibidos y a la par del adulterio. Con Su ejemplo, Jesús redujo los límites culturales en cuanto al lugar y el papel de las mujeres.

Sin embargo, cabe destacar que aunque Cristo elevó el papel de las mujeres y las usó en la proclamación del evangelio, aun así puso en manos de los hombres el liderazgo de la iglesia. Él no escogió a mujeres como apóstoles o discípulas. En este aspecto, Jesús respetó el principio del liderazgo masculino que enseñaba el Antiguo Testamento. Aunque muchos especulan en cuanto a por qué esto es así, Él es nuestro ejemplo y nos revela el propósito de Dios para la iglesia primitiva.

 

Para Meditar:

¿Qué nos enseña el Sermón del Monte en cuanto a la alta consideración de Jesús por las mujeres?

En numerosas ocasiones Jesús salió en defensa de las mujeres cuando eran maltratadas o acusadas por los hombres de aquellos días. ¿Qué nos enseña esto acerca de la importancia de la justicia y la verdad por encima del género?

Jesús conversó y debatió abiertamente con mujeres de Su tiempo. También usó ilustraciones en Su enseñanza con las que las mujeres de aquella época podían identificarse.  ¿Qué nos dice esto acerca de Su percepción en cuanto a la capacidad intelectual de las mujeres?

Jesús comisionó a María Magdalena para que le dijera a los discípulos acerca de Su resurrección y ascensión. ¿Por qué era este un mensaje tan significativo? ¿Qué nos enseña esto acerca de la igualdad de los hombres y mujeres al compartir el evangelio?

¿Es significativo que a pesar de la alta consideración de Jesús por las mujeres, no las escogiera para que estuviesen entre Sus doce discípulos?

 

Para Orar:

¿Alguna vez nos hemos visto mostrando favoritismo basándonos en el género? Pidamos al Señor que nos perdone y nos ayude a ver a cada uno por las cualidades que Dios ha puesto en ellos.

Consideremos las conversaciones que Jesús tuvo con mujeres que eran consideradas como despreciables en su sociedad. Demos gracias al Señor por aceptarnos tal y como somos, hembra o varón, santo o pecador.

Pidamos al Señor que nos ayude a aceptar Su propósito para la iglesia y el liderazgo que ha establecido en ella. Pidamos que nos revele el propósito que tiene para cada uno de nosotros personalmente

 

 

CAPÍTULO 4 - LA IGLESIA PRIMITIVA

Las mujeres desempeñaron un papel significativo en la iglesia primitiva en los días de los apóstoles. Tanto hombres y mujeres venían a la fe en el Señor Jesucristo y eran añadidos a la iglesia.

Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres (Hch. 5:14)

Es importante observar la frase “creían en el Señor”. Tanto hombres como mujeres eran añadidos al listado de creyentes que se convertían en parte de la iglesia. Aquí no se hace distinción entre ambos sexos. Esto puede que no resulte significativo para nosotros en la cultura de nuestro tiempo, pero comparemos este versículo con otros pasajes en las Escrituras. Analicemos, por ejemplo, a Mateo 14:21 y a Mateo 15:38.

Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. (Mt. 14:21)

Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños (Mt. 15:38)

Percatémonos en estos versículos que solamente se contaban a los hombres. En aquel tiempo no se contaban a las mujeres ni a los niños. Veamos también la historia de los hijos de Jacob que viajaron a Egipto para salvarse de la gran hambruna. En Génesis 46:26-27 se recoge el número de los que llegaron a Egipto:

Todas las personas que vinieron con Jacob a Egipto, procedentes de sus lomos, sin las mujeres de los hijos de Jacob, todas las personas fueron sesenta y seis. Y los hijos de José, que le nacieron en Egipto, dos personas. Todas las personas de la casa de Jacob, que entraron en Egipto, fueron setenta (Gn. 46:26-27).

Un análisis más de cerca de este pasaje nos mostrará que la única manera de contar setenta personas del listado de quienes llegaron a Egipto es omitiendo a las mujeres y a los niños. De hecho, en los versículos 15 y 17 se menciona a dos hermanas (Dina y Sera) que no se cuentan. Además, el versículo 26 nos dice que el número de quienes viajaron a Egipto no incluía las esposas de los hijos de Jacob.

En la iglesia del Nuevo Testamento, las mujeres se contaban junto con los hombres. Ellas eran compañeras por igual y miembros del cuerpo de Cristo.

Teniendo en cuenta el pasaje de Hechos 2:17-18, entendemos que el hecho de ser compañeros en la salvación se extendió al derramamiento del Espíritu Santo tanto en hombres como en mujeres.

Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. (Hch. 2:17-18)

Otra prueba de esta igualdad se ve en el hecho de que tanto hombres como mujeres pudieron recibir el bautismo como señal del pacto.

Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. (Hch. 8:12)

Observemos en Hechos 8:12 que tanto hombres como mujeres eran bautizados. Como podemos recordar, en el Antiguo Testamento, solo los jóvenes varones eran quienes recibían la señal del Pacto por medio de la circuncisión. Las mujeres no tenían alguna marca que las identificara con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Esto cambiaría con el Nuevo Pacto. Las mujeres, al igual que los hombres, eran bautizadas; ahora ambos compartían por igual la señal del bautismo.

En la iglesia del Nuevo Testamento, las mujeres se unían a los hombres en la oración, la adoración y la instrucción bíblica.

Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos. (Hch. 1:13-14)

Los apóstoles se reunían con las mujeres para orar en el aposento alto. Observemos en el versículo 14 cómo nos dice que perseveraban en la oración junto con las mujeres. Aquí se encuentra implícito el hecho de que esto no era algo que ocurrió una vez sino que era algo que se repetía a menudo.

Cuando en la iglesia primitiva se desató la persecución llevada a cabo por Pablo, tanto hombres como mujeres eran llevados a prisión por causa de su fe en Jesucristo:

Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. (Hch. 8:3)

Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. (Hch. 9:1-2)

Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres. (Hch. 22:4)

También, Pablo expresó su profunda gratitud tanto por Aquila como por su esposa Priscila, quienes arriesgaron sus vidas por él y la causa del evangelio.

Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. (Ro. 16:3-4)

Observemos cómo Pablo reconocía que tanto Aquila como Priscila eran sus “colaboradores en Cristo Jesús”. Él no hace ninguna distinción teniendo en cuenta el sexo. Ambos eran igual de valiosos en la obra del evangelio.

El Nuevo Testamento menciona a varias mujeres a las que se les reconoce por su ardua labor en la causa del evangelio. Por ejemplo, Pablo le envía saludos a Trifena y a Trifosa, las cuales se había esforzado muchísimo en el servicio al Señor.

Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales trabajan en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en el Señor. (Ro. 16:12)

Vemos también cómo Pablo exhorta a Evodia y a Síntique a que se pongan de acuerdo; además, desafía a la iglesia a que las ayude en esto pues ambas habían trabajado “juntamente” con él en el evangelio.

Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. (Fil. 4:2-3)

Las mujeres de la iglesia primitiva se encontraban involucradas en muchos y disímiles aspectos de la vida de la iglesia. Al escribirle a Tito, el apóstol Pablo le instruyó a que animara a las mujeres más adultas de la congregación a que fuesen más activas en enseñar y amonestar a las más jóvenes.

Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. (Tit. 2:3-5)

La experiencia de las mujeres más adultas era de gran valor para la iglesia. Ellas se relacionaban con las más jóvenes y compartían puntos de vista con ellas, ayudándolas a ser aquello a lo cual Dios las llamó. El apoyo y el consejo de aquellas mujeres de mucha más experiencia debió haber sido una gran bendición para quienes eran madres y esposas más jóvenes.

Además, Pablo le encargó a Timoteo a que no descuidara a las viudas en su iglesia. Sin embargo, existía la interrogante acerca de cuáles viudas eran las que deberían recibir la ayuda que brindaba la iglesia.

Al escribirle a Timoteo, quien era el pastor de la iglesia de Éfeso, Pablo le brinda una serie de requisitos para las viudas que habrían de recibir ayuda de la iglesia. 

Sea puesta en la lista sólo la viuda no menor de sesenta años, que haya sido esposa de un solo marido, que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra. (1 Ti. 5:9-10)

Las viudas a las que la iglesia iba a apoyar necesitaban tener una reputación en cuanto a buenas obras, hospitalidad y una actitud de servicio.  Debían haber criado bien a su familia, y haber demostrado interés por los afligidos. Estas cualidades eran necesarias porque es muy probable que aquellas viudas continuaran sirviendo al Señor en esas áreas, mientras eran sustentadas por la iglesia. Esto también nos muestra que las mujeres en el tiempo de la iglesia primitiva estaban involucradas en ministerios de hospitalidad, ayuda y compasión.

En la Segunda epístola de Pablo a Timoteo, capítulo 1, versículo 5, Pablo reconocía a la abuela y a la madre de Timoteo por haberle pasado su fe al joven.

…trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. (2 Tim. 1:5)

Pablo reconocía que una gran parte de aquello en lo que Timoteo se había convertido, tenía que ver con la instrucción espiritual y la crianza que había recibido en su hogar por parte de su madre y abuela. Estas mujeres fueron claves en la formación de aquel niño que luego serviría al Señor como pastor y compañero del apóstol Pablo.

En otro pasaje, ahora en Hechos 18, vemos la historia de un hombre llamado Apolos.

Llegó entonces a Efeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo. (Hch. 18:24-28)

Apolos era un hombre muy elocuente que se expresaba muy bien. Sin embargo, percatémonos de que cuando Aquila y Priscila lo oyeron, lo tomaron a un lado para mostrarle “más exactamente” el camino de Dios. El contexto nos indica que tanto Aquila como Priscila desempeñaban un papel fundamental en el discipulado de Apolos. El resultado de esto fue que Apolos se convirtió en una gran ayuda para los creyentes (v. 27). Priscila trabajó junto a su esposo preparando a Apolos para un servicio más amplio y eficaz.

Hechos 9 nos cuenta la historia de una mujer que se llamaba Tabita o Dorcas:

Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. (Hch. 9:36-39)

En el versículo 36 a Tabita la llaman ‘discípula’. En otras palabras, ella era seguidora del Señor Jesús. Observemos cómo ella le servía al Señor: “abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía” (v. 36). En el versículo 39 vemos que como ella era costurera, había cosido muchas prendas de vestir y las había distribuido entre las viudas de su comunidad. Al fallecer, su ausencia se hizo notar. Las viudas lloraban y mostraban túnicas y ropas que ella les había hecho cuando estaban necesitadas.

Aunque las mujeres se encontraban ocupadas en diversos aspectos del ministerio de la iglesia, no hay evidencia clara en el Nuevo Testamento de que existiese la función oficial de diaconisa en la iglesia primitiva. Existen solo dos referencias neotestamentarias en donde único se pudiera indicar la posibilidad del la existencia de dicho rol. La primera de estas dos referencias se encuentra en 1 Timoteo 3. En este pasaje, el apóstol Pablo le dice a Timoteo los requisitos que debían tener los diáconos.

Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia. Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles. Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo. (1 Ti. 3:8-11)

En estos versículos, Pablo se encontraba dándole instrucciones a Timoteo acerca de los requisitos con los que se debía cumplir para poder ejercer la función de diácono de la iglesia. En el versículo 11, el apóstol le recuerda a Timoteo las cualidades que debían mostrar las esposas de los diáconos. La idea de esto era que si la esposa del diácono era una persona calumniadora, o le era infiel, eso traería consecuencias devastadoras para el testimonio de él en la comunidad y afectaría su capacidad de ministrar como siervo de Dios. 

Hay quienes interpretan el versículo 11 como si quisiese decir que la iglesia también reconocía a las mujeres como diaconisas. Ellos se basan en que se hace mención a estas mujeres dentro del contexto de los requisitos que Pablo da para el diaconado. Sin embargo, el problema con esto está en que el pasaje deja bien claro, tanto en las versiones en Español como en el griego, que Pablo se está refiriendo a las esposas de los diáconos y no a una función oficial para las mujeres dentro de la iglesia. La palabra “diácono” no se usa en este versículo refiriéndose a las mujeres. La palabra griega que aquí se usa para referirse a mujer o esposa es “gunaikós”.

El segundo problema con interpretar que el versículo 11 hace referencia a las mujeres como diaconisas se encuentra en el siguiente versículo, en donde Pablo sigue explicando lo que quiere decir:

Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas. (1 Ti. 3:12)

El hecho de que Pablo dice que el diácono debe ser esposo de una sola mujer, deja claro que se está refiriendo en esta sección de las Escrituras a diáconos hombres. En segundo lugar, y más importante aún dentro de este contexto es que Pablo le dice a Timoteo que la razón por la cual la esposa debía ser de carácter noble era porque, de lo contrario, eso descalificaría a su esposo para la función de diácono. El esposo debía saber administrar bien su casa. Si sus hijos o esposa eran rebeldes, infieles o vivían impíamente, era muy probable que este hombre debiese cesar en su función diaconal y enfocarse en su familia.

El único otro pasaje que se usa para apoyar el papel de diaconisa en la iglesia neotestamentaria es el de Romanos 16:1-2:

Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo. (Ro. 16:1-2)

Cuando el apóstol le escribe a los Romanos, en su carta elogia a una hermana llamada Febe. Él la describe como una diaconisa (en otras versiones, sierva) de la iglesia de Cencrea (v 1). La palabra griega que el apóstol usa aquí es “diákonos”, de la cual obtenemos la palabra diácono. La palabra “diákonos” se traduce al español como ministro, siervo o diácono. Por eso hay quienes interpretan este versículo como que Febe era una diaconisa. Sin embargo, debemos tener cuidado al llegar a tal conclusión. Consideremos, por ejemplo, otros usos de la palabra griega “diákonos” en el Nuevo Testamento.

Leamos las instrucciones de Jesús en Mateo 23:

Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido (Mt. 23:9-12)

Jesús le dijo a Sus discípulos al referirse a quienes buscaban reconocimiento en la comunidad, que quien quisiese ser el más grande debía ser un servidor (diákonos). En otras palabras, Jesús nos está diciendo que todos necesitamos ser diáconos teniendo en cuenta el sentido de que somos siervos del cuerpo de Cristo. Jesús no nos está hablando aquí acerca de una posición oficial en la iglesia, sino de la función de siervo.

En Juan 2:5, vemos a Jesús en las bodas de Caná. Cuando se les acabó el vino, Su madre les dijo a los sirvientes que estaban presentes que hiciese todo lo que Él les pidiera. La palabra que se usa aquí para referirse a los que servían el vino es la palabra griega “diákonos”. Se trata de personas que se ocupaban de las necesidades que tenían quienes asistían a eventos seculares como este, pero no se trata de diáconos como un cargo oficial dentro de la iglesia.

En Romanos 13 leemos:

Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo (Ro. 13:1-4)

En este pasaje, el apóstol Pablo desafía a los creyentes a sujetarse a las autoridades que rigen el gobierno secular. Observemos, particularmente en el versículo 4, que Pablo les dijo a los cristianos en Roma que los que gobernaban en autoridad sobre ellos son servidores (diákonos) de Dios. Una vez más, aquí vemos el uso de la palabra griega “diákonos” refiriéndose a un sirviente civil, no a una función oficial dentro de la iglesia.

Hay muchos otros lugares en el Nuevo Testamento en donde se usa la palabra “diákonos” para referirse simplemente a un siervo, y no a la función de diácono en la iglesia (ver también 2 Co. 3:6; 2 Co. 11:23; Gá. 2:17). El uso de la palabra “diákonos” en Romanos 16:1 en relación con Febe, no es una prueba sólida de que la iglesia primitiva la reconociese como una diaconisa con tal función oficial dentro de la iglesia.

Aunque las mujeres sí ministraban en funciones relacionadas con el servicio dentro del contexto de la iglesia primitiva, no hay una indicación clara en el Nuevo Testamento de que en aquel tiempo existiese un cargo reconocido como diaconisa. Cualquier argumento concerniente a la función de diaconisa ha de basarse en las funciones que las mujeres desempeñaron en la vida de la iglesia. Aunque no hay ejemplos claros del cargo oficial de diaconisa en la iglesia del Nuevo Testamento, sí hay ejemplos de muchas mujeres que desempeñaron ese rol en la práctica a través de sus obras de compasión, caridad, hospitalidad e instrucción a las más jóvenes y a los niños.

Aunque la posición de diaconisa es incierta, la iglesia del Nuevo Testamento sí reconocía la función de profetisa. Un ejemplo claro de esto lo tenemos en Hechos 21 cuando Pablo fue a visitar la casa de Felipe el evangelista:

Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban. (Hch. 21:8-9)

En este pasaje se hace mención de las cuatro hijas solteras de Felipe que profetizaban. Se ha de entender aquí que el don de profecía se ejercía de varias maneras en la Biblia. Tenemos, por ejemplo, el caso de María, la hermana de Moisés quien era profetisa y usaba su don de profecía a través de la música:

Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas. Y María les respondía: Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete (Éx. 15:20-21)

En Hechos 21:9 se reconocen a las hijas de Felipe como profetisas. No sabemos cómo el Señor las usaba en este ministerio, pero queda claro que eran Sus instrumentos para comunicar Su carácter y Sus propósitos para la iglesia. Esta sí era una función que se reconocía para las mujeres.

En 1 Corintios 11 se ve claramente que las profetisas tenían una función a desempeñar en la vida de la iglesia. En este pasaje el apóstol le da instrucciones a la iglesia de Corinto en cuanto a las mujeres que oraban y profetizaban en la adoración:

Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. (1 Co. 11:3-5)

No es mi propósito en el contexto de este capítulo entrar en un debate sobre cubrirse la cabeza. Lo importante a destacar en este versículo es que Pablo habla acerca de las mujeres que oran y profetizan. Él no condena esto, sino que reconoce como una práctica muy normal que las mujeres se involucraran en la oración y la profecía en la iglesia. Su única preocupación era que las mujeres se cubrieran la cabeza como una señal de respeto. Observemos en los versículos del 8 al 10 que el respeto que ella debía ofrecer se basaba en el hecho de que el hombre fue el primero en ser creado y que ella había sido creada para ser su ayuda idónea (ver Génesis 2:18):

Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. (1 Co. 11:8-10)

El cubrir su cabeza era simplemente un “símbolo de autoridad” y mostraba su disposición de sujetarse a quienes Dios había puesto en autoridad en la iglesia.

La función del don de profecía en la iglesia primitiva, según Pablo, era el de fortalecer, animar, y consolar al cuerpo de Cristo (ver 1 Corintios 14:3). Por medio de este don, las mujeres podían servir de esta manera a los creyentes miembros del cuerpo de Cristo.

En el Nuevo Testamento, las mujeres se esforzaban mucho por la causa del evangelio. Ellas se unían a los hombres en la adoración, las oraciones y la enseñanza de la Palabra de Dios. Ellas sufrían a causa de su fe y eran perseguidas juntamente con ellos por su postura. Estas mujeres estaban consagradas a los ministerios de compasión, ayuda, hospitalidad y a la enseñanza de otras mujeres para ayudarlas a caminar en los propósitos de Dios. Aunque no podemos demostrar con claridad a partir de las Escrituras que la iglesia primitiva tuviese el cargo oficial de diaconisa, éstas sí exhortan a las mujeres a desempeñar roles de servicio dentro del cuerpo de Cristo. Aquellas que habían recibido una palabra profética con el propósito de fortalecer, animar o consolar a los creyentes tenían la libertad de hablar esa palabra al cuerpo de Cristo. Sin embargo, ellas debían ejercer esta función de manera tal que mostrase respeto al liderazgo que Dios había establecido en la iglesia.

Para meditar:

¿Qué evidencia tenemos en el Nuevo Testamento de que los hombres y las mujeres son iguales en lo que respecta a la salvación?

Aunque la circuncisión en el Antiguo Testamento era solamente dada a los hombres como señal del pacto, descubrimos que en el Nuevo Testamento la señal del pacto en el bautismo es tanto para hombres como para mujeres. ¿Qué nos dice esto en cuanto a la igualdad de los hombres y las mujeres respecto a la salvación y la colaboración en el evangelio?

Escriba algunas de las actividades en las que las mujeres de la iglesia del Nuevo Testamento se encontraban involucradas.

Aunque no hay evidencias de que existiese la función oficial de diaconisa en el Nuevo Testamento, las mujeres se encontraban inmersas en una variedad de ministerios relacionados con el servicio. ¿Es importante tener un título honorífico en nuestro servicio a Dios?

¿Qué es la profecía? ¿Cómo se puede usar este don? ¿Cuál es su propósito?

¿Por qué Pablo instaba a las mujeres que oraban y profetizaban a cubrirse la cabeza? ¿Cómo llegó el apóstol a esta conclusión partiendo de la historia de la creación y el propósito de Dios para el hombre y la mujer?

 

Para orar:

Agradezcámosle al Señor que en cuanto respecta a la salvación no existe distinción entre hembra o varón, rico o pobre, religioso o secular. El Señor Jesús está presto a salvar a todo aquel que venga a Él.

Tomemos un momento para meditar en el rol de mujeres cristianas consagradas dentro de nuestras iglesias y comunidades. Agradezcamos al Señor por su impacto en nuestras vidas y en las vidas que les rodean.

Pidámosle al Señor que nos ayude (ya sea que seamos mujeres u hombres) a sujetarnos a las autoridades que Dios ha establecido en nuestras iglesias y comunidades.

Pidámosle a Dios que nos conceda de Su gracia para vivir y servirle, se reconozcan o no nuestros esfuerzos.

 

 

CAPÍTULO 5 – LA ENSEÑANZA DE PABLO EN 1 CORINTIOS 11

Es en este punto en donde acudimos a las enseñanzas del apóstol Pablo para analizar sus instrucciones en cuanto al papel de las mujeres en el ministerio de la iglesia. Estas instrucciones pueden encontrarse en tres pasajes principales: Primera Epístola a los Corintios 11, Primera Epístola a los Corintios 14 y Primera Epístola a Timoteo 2. Tomaremos tiempo para examinar cada uno de estos pasajes de manera individual. En este capítulo analizaremos lo que Pablo dice en 1 Corintios 11:2-16.

1 Corintios 11 comienza con un elogio y una exhortación a la iglesia de Corinto:

Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué. Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo (1 Co. 11:2-3)

Analicemos primero el elogio que hace el apóstol en el versículo 1. Esto marca el tono para lo que Pablo quiere decir. Observemos cómo él felicita a los corintios por recordarle en todo y por mantener las tradiciones tal y como se las había dejado a la iglesia.

Aquí la palabra que Pablo usa como “instrucciones” parece referirse a las enseñanzas sobre prácticas aceptables. En el Nuevo Testamento esta palabra se usa en numerosas ocasiones. En Mateo 15 los fariseos y los escribas vinieron a Jesús con una pregunta:

Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan. (Mt. 15:1-2)

La palabra “tradición” en este pasaje es la misma palabra que usó Pablo en 1 Corintios 11:2. La preocupación de estos líderes religiosos es que habían visto comer a estos ásperos discípulos sin primero lavarse las manos de la manera ceremonial que se acostumbraba, tal como era la tradición de los ancianos. Esta tradición no se encontraba en las Escrituras o en la Ley de Moisés, sino que era una ley adicional añadida por los líderes religiosos de la época.

Observemos la respuesta que Jesús les da a estos líderes:

Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. (Mt. 15:3-6)

Jesús acusa a los escribas y fariseos de quebrantar el mandamiento de Dios por causa de la “tradición” de ellos. Él da un ejemplo de esto en los versículos del 4 al 5 al referirse a la manera en que trataban a su madre y a su padre. Él concluye con esta declaración: “Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición” (v. 5).

Al escribir sobre este mismo incidente, Marcos registró las palabras de Jesús de esta manera:

Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres… Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. (Mr. 7:8-9)

Al escribir a los colosenses el apóstol Pablo les decía:

Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo (Col. 2:8)

A partir de estos pasajes vemos que se hace una distinción entre las tradiciones de los hombres o tradiciones de los ancianos y el claro mandamiento de Dios.

Después de haber dicho esto, necesitamos entender que existen algunas tradiciones que se nos exhorta a mantener sencillamente porque honran a Dios y Sus propósitos. En 1 Corintios 11:2 Pablo felicita a la iglesia de Corinto por recordar las tradiciones o instrucciones que él les había dejado. En el caso de los tesalonicenses les dijo:

Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra (2 Ts. 2:15)

Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros. (2 Ts. 3:6)

El apóstol deja bien claro que hay algunas tradiciones o enseñanzas que deben mantenerse. De hecho, observemos en el versículo de 2 Tesalonicenses 3:6 que Pablo exhortaba a los creyentes a que se alejaran del hermano que no estuviese caminando de acuerdo a las enseñanzas que habían recibido de los apóstoles.

Las tradiciones de las cuales el apóstol habla en 1 Corintios 11:2 parecen referirse a las prácticas correctas en la iglesia y en la vida cristiana que ayudan a mantener la unidad del cuerpo y honran a Dios. Pablo felicita a la iglesia de Corinto por recordar esas tradiciones que les había enseñado. Sin embargo, él sí tenía una preocupación por la iglesia. Esa preocupación la expresa en 1 Corintios 11:3:

Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. (1 Co. 11:3)

Según la enseñanza del apóstol Pablo había un orden que Dios había establecido en la vida de la iglesia. En este versículo Pablo declara que Dios es la cabeza de todo y que a Él es quien debemos sujetarnos. Cristo, como Hijo de Dios, se sujetó al propósito del Padre y entregó Su vida en obediencia a la voluntad del Padre. El hombre se sujeta a Cristo y responde ante Él como la cabeza de su familia y mayordomo de los recursos de la tierra. Finalmente, la mujer (o esposa), se sujeta al hombre (o esposo), como su ayuda idónea. Es importante reconocer que estar sujeto no significa que se es menos importante. Cristo es igual al Padre en todas Sus formas. Su sujeción a la voluntad del Padre no lo hace menos que el Padre. De igual manera, la mujer es igual al hombre y su sujeción a él no la hace menos que el hombre.

Al haber declarado el orden puesto por Dios, Pablo ahora se traslada a hablar acerca de cómo este orden debía funcionar en el servicio de la iglesia:

Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado (1 Co. 11:4-5)

En los versículos 4 y 5 Pablo habla acerca de orar y profetizar en un lugar público. Una cosa que nos interesa observar es que esto era algo permitido tanto para hombres como para mujeres. La única diferencia entre un hombre y una mujer al orar y profetiza en público era que la mujer debía cubrirse su cabeza cuando hiciera una de estas dos cosas.

Pablo continuó en el versículo 4 diciendo que si un hombre oraba o profetizaba con la cabeza cubierta, estaba deshonrando su cabeza. Existe cierta confusión en cuanto a lo que Pablo nos está diciendo aquí. Sin embargo, recordemos que en el contexto la cabeza del hombre es Cristo. En otras palabras, cuando un hombre oraba o profetizaba con su cabeza tapada, estaba mostrando falta de respeto a Cristo, quien es su cabeza.

En el versículo 2 Pablo comienza recordándonos que él estaba hablando de las tradiciones. En la cultura en la cual crecí, es costumbre que el hombre cuando entra a la iglesia se quite el sombrero. He estado en sitios de trabajo o en actividades deportivas en donde hemos podido orar. A medida que se ha comenzado a orar, los hombres se quitan el sombrero o gorra como una señal de respeto a Dios. Si el hombre acude a una entrevista laboral, se quita el sombreo como señal de respeto a quien lo va a entrevistar. Si va a entrar a alguna casa, se quita el sombrero como señal de respeto para los que viven en esa casa. Esa es la tradición cultural del lugar de donde provengo.

Lo que Pablo parece estar diciéndole a los corintios era que si un hombre se cubre su cabeza con un velo o un tipo de sombrero cuando ora o profetiza, no le está mostrando respeto a Jesús, su cabeza. Esto, según Pablo, era parte de las buenas costumbres cristianas.

Quitarse de la cabeza cualquier cosa que la cubriese cuando se encontraban en la presencia de Dios era de obligación para los hombres, pero no así para las mujeres. Si la mujer no llevaba algo que le cubriera la cabeza estaba mostrando falta de respeto por su cabeza. Según Pablo, la cabeza de la mujer es el hombre (v. 3).

Hay un pasaje muy interesante en Cantar de los Cantares capítulo 5. En el contexto del capítulo, un hombre viene a la puerta del aposento de su amada y toca la puerta. Ella no está dispuesta a abrirle la puerta por lo que él se marcha. Acostada en su lecho ella medita en lo que ha hecho y cambia de opinión; entonces se ciñe sus ropas y se apresura a la casa para encontrarle. Los versículos 6 y 7 nos relatan la historia de lo sucedido cuando ella salió a las calles buscando a su amado:

Abrí yo a mi amado; pero mi amado se había ido, había ya pasado; y tras su hablar salió mi alma. Lo busqué, y no lo hallé; lo llamé, y no me respondió. Me hallaron los guardas que rondan la ciudad; me golpearon, me hirieron; me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros. (Cnt. 5:6-7)

Cuando se encontraba desandando de noche por las calles los guardas de la ciudad la encontraron. Observemos en el versículo 7 cómo la trataron: la golpearon y le quitaron su manto o velo. La avergonzaron y la trataron con gran falta de respeto, porque para estos guardas, solo una prostituta podía estar caminando por las calles a esa hora de la noche. La trataron como a una mujer de la calle. Parte del irrespeto mostrado a esta mujer fue que le quitaron su manto. Para esta mujer, guardada para su amado, el hecho de estar expuesta a otro hombre era una gran deshonra, y no tan solo para ella sino para el hombre a quien amaba.

Aunque está claro que en esta enseñanza de Pablo existe un elemento cultural, él ofrece también una razón teológica para el uso del velo en los versículos del 7 al 10:

Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. (1 Co. 11:7-10)

Pablo hace varias observaciones en los versículos del 7 al 9 y termina en el versículo 10 con esta declaración: “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza”. Tomemos un momento para analizar estas observaciones.

El apóstol dice en el versículo 7:

Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. (v. 7)

Según Pablo, el hombre es la imagen y la gloria de Dios, pero la mujer es la gloria del hombre. Observemos primero que el apóstol dice del hombre que es la imagen de Dios. Aunque tanto el hombre como la mujer fueron creados así, en el versículo 7 se describe al hombre como la imagen de Dios. En este versículo Pablo no le atribuye esa cualidad a la mujer. Esto puede ser muy significativo.

La palabra “imagen” se refiere a una representación o reflejo. Aunque este reflejo no es algo palpable, sí representa a la persona que refleja. En otras palabras, al hombre se le ha dado la responsabilidad de ser el representante de Dios y de reflejar Su imagen en esta tierra. Es cierto que ambos, el hombre y la mujer, han de reflejar el carácter de Dios, pero Pablo nos está diciendo en este versículo 7 que al hombre se le ha dado un encargo de parte de Dios como cabeza de su familia para ser Su representante oficial.

Pensemos por un momento cómo es que funcionan nuestras iglesias. Nuestras iglesias puede que tengan un pastor que ha sido llamado por Dios a pastorear el rebaño. Él tiene un título y la obligación espiritual de asegurar el bienestar de cada miembro, pero esto no quiere decir que no haya nadie más en la iglesia involucrado en el cuidado pastoral. Puede que haya diáconos o ancianos que visiten a los enfermos y se preocupen por la necesidad de la congregación. Incluso hay otros miembros de la iglesia que se están cuidando entre sí. De hecho, cada uno tiene una obligación hacia el otro, y viceversa. Todos están ocupados sirviendo y ministrándose pastoralmente unos a otros. Aunque todos ministran, aun así todos tienen a un pastor que está supervisando el trabajo de la iglesia. Él lleva el título de pastor y con él una obligación especial ante Dios. Él responde ante Dios, no solo para reflejar Su imagen al rebaño, sino también para velar que cada miembro de la iglesia esté creciendo en su capacidad de reflejar la imagen de Dios al mundo. Esta es la obligación que Dios le ha dado al hombre.

Como representante de Dios, al hombre se le ha dado una encomienda gloriosa. Dios le ha honrado con la responsabilidad de ser Su representante escogido ante el mundo. Él tiene el privilegio de servir a Dios de esta manera y como tal carga consigo el honor y la dignidad de esta posición en el mundo, en su familia y en la iglesia. En este sentido él es la gloria de Dios.

Pablo continúa diciendo en el versículo 7 que la mujer es la gloria del hombre. Al decir esto, Pablo no está diciendo que la mujer tiene una posición menos privilegiada ante Dios, por el contrario, Dios los ama a ambos y los llena con el Espíritu Santo de igual manera. Mientras que al hombre le fue dada la responsabilidad de ser el representante de Dios, a la mujer le fue dada la responsabilidad de ser su apoyo y ayuda para este rol. Su apoyo y bendición le dan fuerzas para hacer aquello a lo cual Dios lo ha llamado. Esa visión dada por Dios a la mujer ayuda al hombre a mantener la perspectiva. El aliento que ella le brinda le da fuerzas para seguir adelante. El papel de ella no es menos importante que el de él. Su función también es gloriosa.

¿Por qué el hombre debe ser el líder y el representante y no la mujer? Porque la mujer vino del hombre, nos dice Pablo.

Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón. (v. 8)

La vida de la mujer vino del hombre.  Dios la creó del hombre y sopló en ella el aliento de vida.

Lo significativo en las palabras de Pablo es que no hace referencia en cuanto a capacidad. Hay quienes hablan de las diferencias entre ambos sexos. Los mismos tratan, mediante esto, de mostrar que el hombre es mejor líder que la mujer a causa de estas diferencias. La realidad del asunto es que las mujeres son tan capaces de ejercer el liderazgo como los hombres. Pablo nos dice que la razón por la que el hombre es la cabeza es porque fue creado primero y porque Dios hizo a la mujer para que fuese su ayuda idónea. El papel de líder no es porque tenga más capacidad, se trata simplemente de una decisión de Dios.

Pablo continúa en el versículo 9 diciendo:

…y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. (v. 9)

Pablo hace referencia aquí a la creación de la mujer como la recoge Génesis 2:

Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.  (Gn. 2:20-22)

Dios hizo a la mujer para que fuera de ayuda a Adán. Esta fue la función que Dios le dio. Era en ese rol que ella debía llegar a ser todo lo que Dios quería que fuera. La mujer fue peculiarmente creada para esa responsabilidad. El hombre iba a necesitar de su dedicación y cuidado para llegar a ser todo aquello para lo cual Dios lo creó. Ella fue dotada exclusivamente para ser la ayuda idónea. Iba a llegar el momento en que los hombres exitosos mirarían atrás y reconocerían que sus logros eran gracias a las mujeres que permanecieron a su lado aconsejándoles, cuidándoles, consolándoles y desafiándoles.

Aunque el hombre y la mujer fueron creados como iguales, las funciones que se les otorgaron fueron diferentes. Ambos fueron creados teniendo en cuenta diferentes propósitos. Los hombres serían los líderes espirituales, las mujeres serían su ayuda idónea. A medida que cada uno cumpliese con sus funciones el reino de Dios avanzaría.

La conclusión que Pablo da en el versículo 10 es esta: Debido a que Dios le ha dado el papel de líder espiritual al hombre y creó a la mujer para que fuese su ayuda idónea, entonces la mujer debería tener un símbolo de autoridad en su cabeza.

La clave para Pablo era que el hombre y la mujer desempeñaran los roles que Dios diseñó para cada uno desde el principio de la creación. Parece ser que ese propósito de Dios había sido desafiado en Corinto. El Diccionario Bíblico Tyndale tiene esto que decir acerca de la ciudad de Corinto:

La acrópolis de la ciudad, en la cima del empinado y alto Acrocorinto, contenía el templo de Afrodita, en donde 1000 esclavas estaban dedicadas al servicio de esta diosa del amor. Esta secta distintiva de Corinto se dedicaba a la veneración de Afrodita, diosa del amor, la belleza y la fertilidad; su homóloga romana era Venus. Asociada a tales prácticas religiosas había una degradación moral generalizada. Las morales corintias se encontraban notablemente corrompidas, cuando la comparamos con la Roma pagana. (Comfort, Philip W., Elwell, Walter A., Tyndale Bible Dictionary, “Corinth”, Cedar Rapids: Tyndale House Publishers, Inc. 2001.)

Con la exaltación de la diosa del amor y la función inmoral de las tantas esclavas sirvientas de Afrodita, era importante para Pablo desafiar a la iglesia de Corinto a retornar a los propósitos ordenados por Dios y establecidos en el Huerto del Edén.

La enseñanza de Pablo en 1 Corintio 11 es de naturaleza teológica. En estos versículos él llama a la iglesia de Corinto a regresar al propósito de Dios dado desde la creación. Él enseña que Dios creó al hombre y a la mujer con diferentes funciones. A pesar de los desafíos culturales de Corinto, él exhorta a las mujeres a sujetarse a los propósitos de Dios, y a resistir las influencias de la cultura pagana de aquellos días.

Hasta ahora no he entrado en el debate acerca de si la mujer debería usar un velo o manto para cubrir su cabeza cuando ora o profetiza en la iglesia. En la iglesia de nuestro tiempo existe una variedad de opiniones. Podemos observar claramente teniendo en cuenta la enseñanza de Pablo en 1 de Corintios 11, que si una mujer llevaba un velo, estaba siguiendo las costumbres y tradiciones de la iglesia primitiva.

La pregunta que necesitamos hacer es, si lo que Pablo enseña en 1 Corintios 11 es un mandamiento para todas las culturas y todos los tiempos, o para la iglesia y la cultura de su época.  Permítanme concluir con algunas observaciones sobre esto.

En primer lugar, observemos que Pablo comienza este pasaje en 1 Corintios 11:2 elogiando a los corintios por el hecho de que habían mantenido las tradiciones tal y como las había enseñado. Esto prepara la tónica que tendrá el resto del pasaje. Pablo está hablando de tradiciones. Tal y como hemos visto, el Nuevo Testamento hace una distinción entre “tradiciones” y “mandamientos” de Dios. En 1 Corintios 11 tenemos una combinación de tradiciones y mandamientos. Los mandamientos vienen en la enseñanza teológica de Pablo acerca del propósito para hombres y mujeres desde la creación. La tradición se expresa en la manera de vestir de las mujeres y lo que se interpretaba por la forma de vestir. Por ejemplo, ninguna mujer en aquel tiempo se aventuraba a salir de su casa sin primero cubrir su cabeza, pero venían a la iglesia y se las descubrían. Esto era chocante, culturalmente inapropiado y distraía a quienes adoraban.

En segundo lugar, observemos lo que Pablo tiene que decir en 1 Corintios 11:6:

Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. (1 Co. 11:6)

Percatémonos de lo que Pablo está diciendo aquí. Si una mujer no se cubría la cabeza, tenía que dejarse el cabello corto. Eso no es un problema para las mujeres de nuestra época. Casi todas las mujeres que conozco en mi cultura y que ya son mayores, han decidido cortarse el cabello por encima de los hombros o más corto aún. En mi cultura ellas no consideran que eso sea una vergüenza. El argumento que Pablo da no tiene sentido en nuestra cultura. Ha de entenderse en el contexto de esos días. Que una mujer se cortara el cabello en ese tiempo se consideraba una vergüenza. Ha tenido lugar un cambio cultural. Los peinados y los estilos han cambiado con los años.

Otro cambio cultural ha ocurrido con los años en la cultura cristiana. Las mujeres cristianas no se cubren su cabeza siempre que van a salir de casa. En las culturas alrededor del mundo no hay ningún sentido de vergüenza en ver a una mujer con su cabeza descubierta caminando por la calle.

La pregunta que nos queda es: Aunque los mandamientos de Dios nunca cambian, ¿puede cambiar la tradición cristiana? La iglesia, por ejemplo, tiene la tradición de celebrar la Semana Santa y la Navidad aunque no hay ningún mandamiento en las Escrituras en cuanto a esto. La reina Ester estableció la celebración anual de Purim, pero ésta nunca fue ordenada por Dios en la Ley de Moisés. ¿Es un pecado no celebrar ninguno de estos eventos? Aunque nos inclinamos a seguir los mandamientos de Dios, nuestras tradiciones y concepción cultural pueden cambiar. En aquellos tiempos se esperaba que las mujeres se cubrieran la cabeza cuando salían de casa. Sin embargo, en la creación, Eva no expresaba su sujeción a Adán usando un velo sobre su cabeza; de hecho, ellos no se ponían nada. Su sujeción se expresaba de manera diferente.

En 1 Corintios 11 Pablo habla de la esposa llevando puesto un símbolo de autoridad. En la cultura de Corinto ese símbolo era un velo o manto sobre su cabeza; sin embargo, veamos lo que Pedro tenía que decirle a las esposas de su época:

Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza. (1 P. 3:1-6)

Al igual que Pablo, Pedro desafía a las mujeres a estar sujetas a sus esposos como los líderes del hogar. Él les recordaba a aquellas mujeres que no debían enfocarse en los adornos de sus cabezas y en vestirse con joyas, sino en vestirse de un espíritu afable y apacible. Esto, les decía Pedro, es lo que hacía Sara como señal de sujeción a su esposo Abraham.

¿Deberían las mujeres usar un velo sobre sus cabezas? Quizás esto dependa de su cultura y su tradición. Sin embargo, recordemos que el velo sin la señal de un espíritu afable y apacible no tiene valor alguno. Fue este espíritu el que Sara usaba sobre sí como su señal de estar bajo autoridad.

 

Para Meditar:

¿Cuál es la diferencia entre una tradición y un mandamiento? ¿Puede cambiar una tradición?

¿Cuál era la interpretación cultural de la mujer al usar el velo? ¿Cuándo era que se usaba? ¿Por qué debió haber sido chocante que una mujer se quitara el velo en la iglesia?

¿Cómo era vivir en Corinto en la época de Pablo? ¿Cuál era la religión pagana de ese tiempo? ¿Cómo eran vistas y tratadas las mujeres en aquel sistema pagano?

¿Desafió Pablo a las mujeres de ese tiempo a ir en contra de la norma cultural y a seguir las enseñanzas de las Escrituras? ¿Cómo elevaba esto la posición de la mujer teniendo en cuenta la manera en que eran tratadas dentro de la religión pagana de Corinto?

Pablo enseñaba que las mujeres debían ser la ayuda idónea de los hombres mientras éstos trataban de ejercer el liderazgo en la iglesia. Él basa sus argumentos en el libro de Génesis y el propósito de Dios en la creación. ¿Cuál era el propósito de Dios para los hombres y mujeres en la creación?

¿Deberían usar velos las mujeres de este tiempo? ¿Cuál dice Pedro es la verdadera señal de autoridad para una mujer?

 

Para Orar:

Pidámosle al Señor que nos ayude a respetar a quienes tienen una opinión diferente a la nuestra en cuanto a este asunto de si las mujeres deben cubrir o no su cabeza en la iglesia.

Agradezcamos al Señor por los diferentes roles que ha establecido en la iglesia. Pidámosle que nos ayude a aceptar Su propósito.

Agradezcamos al Señor que aunque Él nos ha dado diferentes funciones a desempeñar, tanto hombres como mujeres son importantes en el propósito de Dios para este mundo.

 

 

CAPÍTULO 6 – LA ENSEÑANZA DE PABLO EN 1 CORINTIOS 14

Nos toca ahora examinar la enseñanza que da Pablo en 1 Corintios 14:34-35. El contexto de este versículo nos muestra que Pablo está hablando a los corintios acerca de sus servicios públicos de adoración.

¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación (1 Co. 14:26).

El versículo 26 nos permite dar una ojeada a lo que era un servicio de adoración en la iglesia primitiva. Las personas venían a adorar con algo para compartir: “cada uno… tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación”. Este tipo de servicio tenía cierta informalidad. La gente compartía a medida que Dios ponía algo en sus corazones. Pablo no tiene ningún problema con la informalidad del servicio, pero sí exhorta a los creyentes a compartir con la finalidad de la edificación mutua en la fe.

El apóstol también les recordaba a los creyentes de Corinto que Dios esperaba orden y respeto en sus servicios. “Dios no es Dios de confusión, sino de paz”, les decía en el versículo 33. Esto pudiera indicar que los cultos en Corinto se estaban volviendo un poco caóticos y confusos. No era interés de la iglesia mantener esta confusión, por lo que Pablo les escribió para darles algunas pautas en cuanto a la adoración adecuada.

Vemos según el versículo 26 que los servicios de adoración en Corinto tenían varios elementos:

1) Cantar himnos

2) Una lección o enseñanza

3) Revelación—de naturaleza profética

4) Lenguas e interpretaciones

Parece que no había ningún orden en cuanto al momento en que se llevaban a cabo cada una de estas cosas, sino que por lo general se esperaba que el servicio de adoración de la iglesia incluyera estos elementos anteriormente mencionados.

Concerniente al hablar en lenguas en el servicio de adoración, Pablo le da a la iglesia de Corinto la siguiente pauta:

Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios. (1 Co. 14:27-28).

A los creyentes en la iglesia de Corinto se les permitía hablar en lenguas, pero debían recordar que todo lo que fuera hecho debía ser para la edificación del cuerpo de Cristo. Para que esto sucediese, los que hablaban en lenguas tenían que hacerlo en voz alta, uno a la vez y con un intérprete que les dijera el significado de lo que se dijese. Si no tenían intérprete, tenían que permanecer en silencio. De lo contrario, tenían que hablar lenguas silenciosamente para ellos y para Dios (ver v. 28). Para permitir el uso de otros dones en el servicio de adoración, los corintios tenían que permitir tan solo dos o tres personas que hablaran lenguas públicamente.

En cuanto al don de profecía el apóstol dijo lo siguiente:

Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen. Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas. (1 Co. 14:29-32)

Al igual que el hablar en lenguas, el número de personas al que se le permitía profetizar estaba limitado a dos o tres por servicio de adoración. Mientras la persona con la palabra de parte del Señor hablaba, otros creyentes debían examinar cuidadosamente lo que decía. La palabra hablada por cualquier persona debía ser confirmada e interpretada por un grupo más grande. Pablo les decía a los corintios que si alguna otra persona recibía palabra de parte del Señor, la primera debía sentarse y permanecer en silencio. En otras palabras, solamente una sola persona debía estar profetizando a la vez y todos debía escuchar para poder aprender y ser exhortados (v. 31).

El consejo que le da Pablo a la iglesia corintia nos da una idea de en lo que se había convertido los servicios en aquella iglesia. Yo me imagino esto: las personas que venían a adorar a la iglesia de Corinto parecían estar aisladas entre sí. Por una esquina alguien hablaba en lenguas; en el medio del grupo otro compartía al mismo tiempo una palabra de profecía; detrás, otro individuo comenzaba a cantar un himno; por otra esquina alguien tenía la interpretación de la lengua hablada por el primer individuo. Mientras alguien escuchaba la interpretación, otra persona daba una palabra profética. Parecía que no había orden de lo que estaba sucediendo. Pablo se sintió obligado a ayudarlos a tratar esa confusión.

Fue dentro de ese contexto que Pablo le dijo a la iglesia que las mujeres debían permanecer en silencio.

…vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. (1 Co. 14:34)

Para ser justos, las mujeres no eran las únicas a las que Pablo les estaba diciendo que guardaran silencio. Él les dijo a quienes hablaban en lenguas que si no había nadie que interpretara la lengua, entonces guardaran silencio:

Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios. (1 Co. 14:28)

Les dijo a quienes tenían una profecía que si alguien más recibía una palabra de parte de Dios, ellos debían callar:

Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. (1 Co. 14:30)

La regla general que Pablo le estaba dando a la iglesia era que si alguien estaba hablando, entonces los otros debían permanecer en silencio.

Mientras examinamos el consejo que da Pablo acerca de las mujeres en 1 Corintios 14, la pregunta que debemos hacernos es si el versículo 34 es solamente la respuesta de Pablo al problema del desorden en el culto en Corinto, o un principio general para todas las iglesias.

Para responder esto, percatémonos primero del uso que hace Pablo de la palabra “congregaciones”:

… Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones… (1 Co. 14:34).

El uso en plural que hace Pablo de “congregaciones (o iglesias)” en el versículo 34 parece indicar que él no está hablando de un problema en la iglesia de Corinto solamente, sino que está dando un principio general que la iglesia de Dios debía mantener.

La segunda observación importante que necesitamos hacer del versículo 34 se encuentra en la segunda mitad del mismo, la cual dice:

…porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. (1 Co.14:34)

Pablo les decía a los corintios que la razón por la que la mujer no debía hablar, sino que debía permanecer en silencio en la iglesia tenía que ver con lo que la Ley decía acerca de su sujeción. Pablo no cita la ley específica, pero la interpretación general era que el esposo era la cabeza de la esposa y que como primogénito, el hombre era la cabeza espiritual terrenal de la iglesia (ver Gn. 3:16; 1 Co. 11:8-10). Desde la perspectiva de Pablo, su enseñanza acerca del silencio de las mujeres en las iglesias se aplicaba a todas las iglesias y estaba basada en la ley de Dios.

El apóstol va aun más allá en el versículo 35 al decirle a la iglesia de Corinto que si una mujer quería aprender, ella tenía que preguntarle a su esposo cuando llegaran a casa.

Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación (1 Co. 14:35).

Observemos que Pablo no disminuye la capacidad de aprender de la mujer. El hecho que las mujeres estuviesen presentes en la asamblea es una indicación de que estaban allí para aprender acerca de lo que se enseñaba. Pablo instaba a las mujeres a que hablaran, en la privacidad de sus hogares, de asuntos espirituales con sus esposos.

¿Qué está diciendo el apóstol en este pasaje? ¿Tomamos las declaraciones de Pablo al pie de la letra y abogamos por el silencio total de las mujeres en los cultos? Decir que Pablo está defendiendo que las mujeres guarden silencio en la iglesia es un problema. Hemos visto cómo a las mujeres del Antiguo Testamento se les permitía cantar junto a los hombres en la adoración (ver Éxodo 15:20-21; 1 Samuel 18:6-7; 2 Crónicas 35:25). También se les ve en las confesiones públicas de pecado (Neh. 8:9; Esd.10:1). Ana fue a orar al templo (1 S. 1-2). La profetisa Ana se encontraba en el templo hablando acerca del niño Jesús a todos los que esperaban la redención de Jerusalén (ver Lucas 2:38). Jesús incitó las preguntas de la mujer samaritana en Juan 4. En el Nuevo Testamento, las mujeres de la iglesia oraban abiertamente junto a los hombres (Hch. 1:13-14). En 1 Corintios 11 Pablo les aconseja a las mujeres en cuanto a la manera de cubrirse sus cabezas mientras oraban y profetizaban en la iglesia. El que Pablo abogara por el silencio total de las mujeres en los servicios iría en contra de sus propias enseñanzas y lo que enseña el resto de las Escrituras.

Para entender lo que Pablo nos dice aquí necesitamos tener en cuenta varios principios claves. La interpretación de sus palabras ha de ser examinada por medio de los siguientes lentes.

En primer lugar, los versículos 33 y 34 nos conducen a entender que la enseñanza de Pablo es un principio universal para todas las iglesias:

…Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones. (1 Co. 14:33-34)

La instrucción que da Pablo en estos versículos no es solo para la iglesia de Corinto con sus problemas característicos, sino para todas las iglesias cristianas.

En segundo lugar, la posición de Pablo, aunque lleva consigo algunos aspectos culturales, no es exclusivamente cultural sino de naturaleza teológica.

…porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. (1 Co. 14:34)

La frase “como también la ley lo dice”, es la base para sus argumentos. Esto hace que las declaraciones de Pablo pasen de ser un asunto cultural a ser un principio teológico. Si el debate de Pablo fuese puramente cultural, podríamos entonces decir que solo se aplicaba a las mujeres de la iglesia de Corinto. Sin embargo, el hecho de que Pablo declara que su posición se basa en la Ley, hace que su enseñanza se traslade desde un problema localizado a una enseñanza general aplicable a todas las iglesias.

En tercer lugar, necesitamos interpretar lo que Pablo nos está enseñando aquí teniendo en cuenta el resto de sus enseñanzas y la enseñanza de toda la Escritura. La Biblia es el mejor comentario de la Biblia. Ya hemos visto que Pablo no tenía problema con que las mujeres profetizaran y oraran en los cultos de adoración. Ambos testamentos presentan ejemplos de mujeres hablando en celebraciones religiosas públicas.

En cuarto lugar, 1 Corintios 14 ha de ser interpretado en su contexto inmediato y cultural. Permítanme explicarles.

El servicio de adoración de la iglesia de Corinto consistía en cantos, una lección de las Escrituras, revelaciones proféticas y lenguas (ver 1 Corintios 14:26).  En estos servicios había una buena cantidad de interacción. Por ejemplo, una persona que hablaba en lenguas tenía que ser interpretada por otra (1 Co. 14:27). Si alguien tenía una revelación profética, quienes estaban presentes debía  “examinar” lo dicho (1 Co. 14:29, NVI). Al comentar sobre la enseñanza que tuvo lugar en la sinagoga, Adam Clark dijo:

Se le permitía a cualquier hombre en la sinagoga hacer preguntas, discrepar, tratar de refutar, etc.; pero esta libertad no la tenía ninguna mujer. (Clarke, Adam, Commentary on the Bible by Adam Clarke [Comentario de la Biblia por Adam Clarke] (1831),1 Corintios 14:34, Marion, Iowa: Laridian, Inc.2015).

Según esto, parece que la predicación y la enseñanza de la iglesia primitiva eran interactivas con preguntas y debates. En Lucas 2 tenemos un ejemplo. En esta ocasión Jesús era tan solo un niño. Sus padres se encontraban de regreso a casa, pero Jesús se quedó en el templo con los maestros. Pensando que quizás estaba con algunos amigos, sus padres no notaron su ausencia por algún tiempo, y cuando se dieron cuenta, regresaron al templo para buscarle. Observemos dónde se encontraba y qué estaba haciendo:

Y aconteció que después de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.  Y todos los que le oían estaban asombrados de su entendimiento y de sus respuestas.  (Lucas 2:46-47)

Tenemos otro ejemplo de este estilo de enseñanza interactiva en Mateo 21:

Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad? Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas. (Mt. 21:23-27)

En estos versículos vemos la libertad que tenían los hombres de interrumpir las enseñanzas de Jesús con preguntas y desafíos. Es muy probable que ese mismo formato se siguiese en la iglesia primitiva.  Se interpretaban las lenguas, se analizaban las profecías, se hacían preguntas sobre la enseñanza de las Escrituras y se debatía.

En 1 Corintios 14:35 Pablo les decía a las mujeres que guardaran silencio y que si querían aprender más debían preguntarle a sus esposos en la casa:

Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación. (1 Co. 14:35)

Parece que esto proporciona el contexto para el silencio del que Pablo hablaba. El silencio de las mujeres aquí se conecta al tiempo de aprendizaje o al de predicación o debate de la palabra. A los hombres se les daba la responsabilidad de impartir la lección. Otros hombres debatían y desafiaban al maestro acerca de lo que estaba diciendo. Parece que Pablo les está diciendo a las mujeres que guarden silencio y que escuchen durante la conversación y el debate. No se percibía sujeción cuando una mujer desafiaba en público la enseñanza de un líder de la iglesia.

Esto no quiere decir que las mujeres no tenían preguntas acerca de lo que se estaba enseñando. Quizás ellas tenían alguna corrección o adición importante que hacer a la instrucción que habían oído. Sin embargo, se les exhortaba que no desafiaran en público a su líder espiritual, sino que en casa hablaran del asunto con sus esposos. Si la observación que ellas tenían que hacer era legítima, el esposo podía llevarlo al líder y debatirlo con él. Ellas debían ir por los canales pertinentes y respetar el liderazgo que Dios había ordenado.

El aporte de las mujeres en la iglesia primitiva fue muy valioso. Sin embargo ellas debían permanecer sujetas al liderazgo que Dios preparó desde la creación. A las mujeres que tenían asuntos que debatir con el liderazgo, se les exhortaba a que no lo hicieran en las reuniones públicas, sino que debatieran el asunto con sus esposos y que juntos pudieran dar los pasos adecuados. La preocupación de Pablo en esta sección de las Escrituras era el orden en el servicio y el respeto por el liderazgo que Dios había establecido en la iglesia.

 

Para Meditar:

¿Qué aprendemos acerca del servicio de adoración en la iglesia de Corinto? ¿Cómo difiere el estilo de adoración en nuestras iglesias del que usaban en la iglesia en Corinto?

Los cultos de adoración en la iglesia primitiva parecían ser bastante interactivos en su naturaleza a causa de los debates y las conversaciones. ¿Cuáles eran las ventajas de este tipo de culto? ¿Cuáles eran las desventajas?

¿Cuán importante es el orden en los cultos?

Pablo enseña algunos principios importantes en estos versículos. ¿Cómo sabemos que lo que Pablo está enseñando aquí no es solamente para la iglesia local de Corinto en aquella época sino para todas las iglesias?

¿De qué manera constituía el silencio de las mujeres en los debates una señal de respeto y sujeción?

¿Acaso Pablo desmotiva la participación intelectual de las mujeres en la iglesia? Demos algunos ejemplos de cómo se exhortaba a las mujeres de la iglesia primitiva a aprender y a crecer.

 

Para Orar:

Agradezcamos al Señor por las diferentes maneras que tenemos de adorarle y crecer en nuestra fe cristiana.

Pidamos al Señor que nos conceda la sabiduría para saber si el estilo de adoración de nuestra iglesia exhorta y bendice a quienes asisten.

Oremos para que el Señor nos ayude a respetar a quienes Él le ha dado autoridad en la iglesia. Pidámosle a Dios que nos perdone por las veces en las que quizás hayamos hablado erradamente de ellos o hayamos desafiado su autoridad.

Pidamos al Señor que nos ayude a conocer los canales correctos que necesitamos para poder ventilar nuestras preocupaciones por la iglesia y las enseñanzas que se dan, para así respetar el propósito de Dios y el liderazgo que él ha establecido.

 

 

CAPÍTULO 7 – LA ENSEÑANZA DE PABLO EN 1 TIMOTEO 2

Ya llegamos al pasaje final que analizaremos concerniente a la enseñanza de Pablo sobre el papel de las mujeres en la iglesia. Al escribirle a Timoteo el apóstol dijo:

Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia. (1 Timoteo 2:8-15)

El apóstol comienza exhortando a los hombres a orar levantando manos santas sin ira ni contienda. Es importante que comprendamos el contexto cultural de estos versículos. En el capítulo anterior vimos cómo eran los servicios en la iglesia de Corinto. Estos cultos parecían ser bastante interactivos e incluían el hablar en lenguas, palabras de profecía, el análisis de la palabra profética, la enseñanza bíblica y el debate del pasaje en cuestión. En la sinagoga judía estos debates podían llegar a subir de tono, llevando a la discusión y a la ira. Tenemos ejemplos de este tipo de reacción de los líderes religiosos ante las enseñanzas de Jesús en el templo. En ocasiones ellos salieron del templo con deseos de matarlo.

Consideremos, por ejemplo, dos de los encuentros de Jesús y los principales sacerdotes que registra Mateo 21:

Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó. Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza? Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí. (Mt. 21:14-17)

Observemos que los principales sacerdotes y los escribas interrumpieron a Jesús en el templo y desafiaron su ministerio. Ellos estaban molestos (v.15) con Jesús y lo que estaba haciendo. Al final esto conllevó a que Jesús saliera del templo.

Veamos otro encuentro entre Jesús y los principales sacerdotes del templo. Esta vez Jesús se encontraba enseñando a quienes se habían reunido para escuchar.

Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad? Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas (Mt. 21:23-27).

Aunque no es nuestro propósito debatir el contenido de las enseñanzas de Jesús en aquel día, lo que resulta importante para nosotros es ver la manera en que aquellos principales sacerdotes tenían libertad para interrumpir la enseñanza de Jesús y cuestionar Su autoridad. Al final, las respuestas que Jesús les dio los frustraron y se molestaron con Él.

Este era el contexto cultural de los primeros creyentes. Los hombres eran libres de interactuar, cuestionar y debatir con quienes estaban enseñando en el templo mientras otros escuchaban. Hubo ocasiones en que los desacuerdos llevaron a explosiones de ira y a discusiones. Es por esta razón que Pablo desafiaba a los hombres creyentes a levantar manos santas cuando oraran. Las manos santas son las manos que no están manchadas con el pecado. En este caso, manos libres de ira y discusiones. En otras palabras, Pablo desafía a los hombres a dejar a un lado su ira y sus diferencias cuando viniesen a adorar.

Pablo entonces vuelve su atención hacia las mujeres que se reunían para orar juntamente con los hombres. Mientras que los hombres debían dejar a un lado su ira y orar levantando manos santas a Dios, las mujeres debían ser modestas y tener control sobre sí.

Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. (1 Ti. 2:9-10)

Pablo les decía a las mujeres que fueran vestidas de manera respetable cuando fueran a adorar. Él les recordaba que el culto no era un lugar para impresionar a nadie con peinados, joyas y ropas caras (v.9). En cambio, las mujeres debían venir ante Dios con sus espíritus consagrados como es característico de quienes le sirven fielmente. Esto agradaría más al Señor que todas las ropas y joyas lujosas.

Pablo continúa en el versículo 11 dándoles otra pauta a las mujeres:

La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción (1 Ti. 2:11).

Recordemos el contexto del versículo 8. Mientras que a los hombres se les permitía desafiar a quienes enseñaban, este privilegio no lo tenían las mujeres. Pablo le decía a Timoteo que las mujeres debían aprender en silencio y sujeción. El apóstol continuó en el versículo 12 diciendo:

Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio (1 Ti. 2:12).

Pablo no permitía que la mujer enseñara o ejerciera autoridad sobre el hombre. Es importante que no separemos esa frase. Pablo no está diciendo que la mujer no puede enseñar en lo absoluto. De hecho, hay muchas ocasiones en las Escrituras en donde se elogia a las mujeres por sus enseñanzas o incluso se les manda a enseñar. El escritor de los Proverbios exhortaba a sus lectores a no abandonar la enseñanza de su madre:

Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello. (Pr. 1:8-9)

La enseñanza de una madre se comparaba a los adornos de la cabeza y a los collares que van en el cuello. El hijo que anduviese en las enseñanzas de una madre piadosa, era un hijo honorable.

En Tito 2, Pablo les mandaba a las mujeres más adultas a que enseñaran a las más jóvenes:

Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. (Tit. 2:3-5)

Pablo reconocía el papel tan importante que habían desempeñado la madre y la abuela de Timoteo en las enseñanzas que le dieron y en trasmitirle una fe sincera:

…trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. (2 Ti. 1:5)

Cuando Pablo decía: “No permito que la mujer enseñe o ejerza autoridad sobre el hombre”, él no se estaba refiriendo a cualquier enseñanza, sino a la enseñanza que ejerza autoridad sobre el hombre. El argumento de Pablo no se basa en la capacidad intelectual de ambos sexos, sino en el hecho de que Adán fue creado primero:

Porque Adán fue formado primero, después Eva. (1 Ti. 2:13)

Observemos cómo comienza el versículo 13 con la palabra “porque”. Esto indica que esta es la razón para su argumento en el versículo 12. Aunque las mujeres tienen la misma capacidad intelectual que los hombres y son tan capaces de enseñar igual que ellos, Dios escogió formar a Adán primero y lo estableció como cabeza y líder. Como el primogénito y principal, es responsabilidad del hombre ser líder y maestro de la iglesia. Esto, según Pablo, era lo que Dios quería desde la creación.

En segundo lugar, percatémonos en el versículo 14 que Pablo también basaba su argumento en el hecho de que Eva fue la engañada, no Adán.

y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. (1 Ti. 2:14)

¿Cómo puede decir el apóstol que Adán no fue engañado si él también comió del árbol prohibido? Observemos que Pablo dice que Eva incurrió en transgresión, pero no aplica esta misma acusación a Adán. Sin embargo, el resto de las Escrituras dejan bien claro que Adán también incurrió en transgresión:

Mas ellos, cual Adán, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí. (Os. 6:7).

Para entender lo que Pablo nos está diciendo aquí, debemos hacerlo desde la perspectiva de lo que sucedió en el Huerto del Edén en el momento en que Satanás tentó a Eva. Génesis 3:1-7 cuenta la historia de lo que sucedió ese día. En esa historia vemos que Satanás tiene una conversación con Eva. En esa conversación ellos debatieron sobre los beneficios que traería comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Aunque Eva había entendido la orden de Dios de no comer del árbol (Gn. 3:2), los argumentos de Satanás eran muy atrayentes. Él convenció a Eva de que cogiera una fruta del árbol y se la comiera.

Detengámonos por un momento y consideremos qué estaba sucediendo en ese preciso momento en la historia. Eva desobedeció a Dios. Este fue el primer pecado. Por primera vez en la historia de la tierra un ser humano se rebelaba contra Dios. El impacto de ese hecho fue enorme. Trajo vergüenza (Gn. 3:7); separación de Dios (Gn. 3:8); temor (Gn. 3:10); soberbia (Gn. 3:11-13); dolor y sufrimiento (Gn. 3:16); rotura de las relaciones (Gn. 3:16); maldición para la tierra (Gn. 3:17) y muerte (Gn. 3:18). En un breve instante, la enfermedad del pecado había sido desatada en la tierra. Desde ese momento en adelante, todo ser humano que naciera estaría separado de Dios, viviendo en un cuerpo maldito por el pecado. Los seres humanos vivirían en esta tierra conscientes de que la vida es corta y la muerte algo seguro. Ese fue el resultado de lo que Eva hizo en aquel día. En aquel momento, Eva trajo la maldición del pecado sobre la tierra. Ella sería la primera transgresora. Todo esto tuvo lugar antes de que le diera a comer a Adán del árbol prohibido.

Recordemos que el debate de Pablo acerca de Eva, se encuentra en el contexto de su enseñanza de que la mujer no debía enseñar o ejercer autoridad sobre el hombre. ¿Cuál es la conexión entre el hecho de que a la mujer no le está permitido enseñar y este tema de que el hombre fue creado primero y que Eva fue engañada por Satanás?

Observemos que en este versículo hay dos ‘primero’. El hombre fue creado primero y la mujer fue engañada primero. Ambas cosas tienen implicaciones. El hombre fue creado primero, así que a él, por ser el primero, se le daría la obligación de ser la cabeza espiritual. Eva fue engañada primero y se le daría una función diferente:

Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia. (1 Ti. 2:15)

 Pablo les recordaba a las mujeres que se salvarían engendrando hijos si continuaban en “fe, amor y santificación, con modestia” (1 Ti. 2:15). Hay dos maneras de entender este versículo.

En primer lugar, la palabra “salvará” no siempre se usa para referirse a la salvación del pecado. Significa literalmente “librado de dificultades” o “a salvo de una dificultad o una situación peligrosa”. Es posible que Pablo les esté diciendo a las mujeres que aunque experimentarían dolor en el parto, el Señor las guardaría en medio de su dolor y las bendeciría con hijos. Ellas no debían restar valor a esta gracia de Dios. En gratitud a Él, las mujeres deberían caminar en fe, amor, santidad y dominio propio.

Sin embargo, existe una segunda interpretación más importante que debemos considerar. En esta interpretación entendemos que la palabra “salvará” se refiere a la salvación del pecado y de la maldición de éste. Pablo les está diciendo a las mujeres que por medio de este proceso natural y divino de dar a luz un hijo, se lograría la salvación del pueblo de Dios. Un día, un ángel se le apareció a una joven mujer llamada María y le dijo que ella concebiría y daría a luz un hijo. Ella habría de llamar a ese niño, Jesús, porque Él salvaría al mundo de pecado (Lc. 1:26-33; Mt. 1:21). Por medio del dolor y el sufrimiento, María daría a luz a su hijo. Este Hijo libraría a Su pueblo de los efectos de la caída. El pecado entró al mundo cuando la mujer, Eva, le abrió la puerta en el Huerto del Edén. Sin embargo, la salvación también vendría por medio del fruto de su vientre.

¿Qué está diciendo Pablo? Él está diciendo que Dios tiene un propósito. Ese propósito incluye tanto a hombres como a mujeres, pero las funciones de ambos son diferentes. Debido a que el hombre fue creado primero, él sería el líder espiritual en la iglesia y en la familia. La mujer no debía asumir ese rol; en cambio, Dios tenía otra función para ella. Ella engendraría el Hijo que traería la salvación a los confines de la tierra.

En 1 Timoteo 2, Pablo desafía a las mujeres a aprender en silencio y en sujeción porque Adán fue creado primero y encargado por Dios de ser el líder en su hogar y en la iglesia. Ella debía dejar que él ejerciera esa función y sujetarse a su liderazgo. También les recuerda a las mujeres que aunque Dios no les dio la función de ser líderes en la iglesia, ellas también tenían una función vital que ejercer. Éstas traerían la salvación de Dios a esta tierra por medio de los hijos que dieran a luz. A medida que nacía cada hijo, él o ella formaba una cadena que conducía al nacimiento del Señor Jesús y la salvación que Él ofrecía. Según nace cada hijo después de Cristo, el Reino de Dios se expande y el regreso del Señor se acerca. Cuando nazca el último hijo de acuerdo al propósito de Dios, entonces vendrá el Señor, y la salvación de Su pueblo se completará. Pablo desafía a los hombres y a las mujeres a aceptar la función que Dios les ha dado desde el principio de los tiempos.

La teología de Pablo, en cuanto al rol de los hombres y las mujeres en la iglesia está fuertemente vinculada al propósito de Dios en la creación. El que Pablo les prohibiera a las mujeres enseñar o ejercer autoridad sobre los hombres no tiene nada que ver con la capacidad de cada cual, y sí mucho que ver con el propósito de Dios. El asunto en cuestión no se trata de si una mujer puede ejercer el liderazgo tan bien como un hombre, sino se trata de si estamos listos para aceptar lo que Dios quiere y la manera en que desea progresar Su reino.

Para Meditar:

¿Qué aprendemos acerca de la iglesia primitiva y la libertad que había para debatir y desafiar a quienes enseñaban?

¿Hasta qué punto cuestionar a un maestro y debatir con él se convertía en un desafío a la autoridad de ese maestro?

¿Le ordena Pablo a las mujeres el silencio absoluto en los cultos? ¿Qué se le permitía hacer a las mujeres en el culto en presencia de los hombres?

¿Cuál era la base teológica de Pablo para su posición en cuanto a que las mujeres no enseñaran o tuvieran autoridad sobre los hombres?

Pablo exhortaba a las mujeres a que vistieran modestamente cuando asistieran al servicio. ¿Cuál es nuestra definición de ‘modesto’? ¿Por qué el servicio de adoración no es el lugar para que las mujeres exhiban vestidos impresionantes?

¿Prohíben las Escrituras que la mujer no enseñe en lo absoluto? ¿En qué circunstancias exhortaba el apóstol a que las mujeres enseñaran?

¿Qué impacto tuvo que la mujer le abriera la puerta al pecado? ¿Cómo usó Dios a la mujer para resolver el problema del pecado?

 

Para Orar:

Agradezcamos al Señor que aunque el pecado ha devastado esta tierra, el Señor Jesús nació de una mujer para traer la salvación.

Pidámosle al Señor que nos ayude a mostrar respeto por aquellos a quienes ha puesto para enseñarnos Sus caminos. Demos gracias a Dios por los dones y el llamado que ha puesto en las vidas de esos individuos. 

 Oremos para que el Señor nos ayude a caminar sujetos a Su propósito para la iglesia. Pidámosle que nos muestre si de alguna forma nos hemos rebelado en contra de ese propósito.

 

CAPÍTULO 8 – PRINCIPIOS PARA LA APLICACIÓN

En los últimos siete capítulos hemos examinado lo que enseñan las Escrituras acerca de los roles diferentes para el hombre y la mujer en el ministerio. Espero haber sido fiel en mi interpretación y en el análisis de los pasajes que hablan acerca del tema. Sin embargo, no tengo duda alguna de que este libro ha suscitado muchas preguntas en cuanto a cómo aplicar estos pasajes en la vida de la iglesia. No todos los creyentes aplicaran estas verdades de la misma manera. Permítanme dejarles en este último capítulo algunos principios bíblicos claves que nos podrán ayudar a pensar y aplicar las verdades que hemos estudiado.

 

La Autoridad de la Palabra de Dios en la Fe y en la Vida

Como creyentes en el Señor Jesús, estamos comprometidos a la verdad de las Escrituras. La Biblia es nuestra guía en todos los asuntos que tienen que ver con la fe y la forma de llevar la vida. Puede que haya ocasiones en que no nos guste lo que la Biblia está diciendo. Quizás no entendamos el razonamiento que hay detrás de los principios que ésta enseña, pero como creyentes estamos comprometidos a caminar en sus enseñanzas. Dios ha plasmado en las páginas de las Escrituras Sus propósitos para la iglesia. Ella ha de ser nuestra guía.

 

La Biblia es Una Verdad Inmutable para el Presente

Como creyentes, no debemos solamente aceptar la Biblia como la Palabra de autoridad de Dios, sino que debemos verla como Su verdad para el presente. La verdad de las Escrituras, tal y como fue enseñada por los apóstoles, no fue solamente para los creyentes de aquel tiempo sino para los de hoy también. La verdad de las Escrituras no cambia con el tiempo. Entiendo que estamos viviendo en una cultura diferente a la que se vivía en los tiempos del Nuevo Testamento, pero los principios que Dios enseña en Su Palabra son para todas las culturas y todas las épocas.

He escuchado a demasiadas personas pasar por alto secciones completas de las Escrituras aludiendo a que no se les aplica a ellos en este tiempo. He visto a demasiados cristianos basar su teología en la cultura y no en la verdad de las Escrituras. Su interpretación de lo que es una práctica aceptable no se basa en las enseñanzas de las Escrituras, sino en lo que es aceptado por la sociedad. La verdad de Dios no cambia con la cultura. Permanece intacta e inmutable. Confronta a nuestra sociedad y a nuestra cultura.

Si no estamos de acuerdo en estos dos principios, entonces el resto de este capítulo no tendrá sentido para muchos. Mi propósito con este estudio ha sido descubrir lo que la Biblia tiene que decir en cuanto a los diferentes roles de la mujer y el hombre en el ministerio. Creo que lo que la Biblia enseña es el propósito de Dios para la iglesia del presente. Habiendo dicho esto, permítanme dejarles con algunas apreciaciones y principios que nos pueden ayudar a la hora de aplicar la verdad que hemos analizado en este estudio.

 

El Propósito de Dios desde la Creación

Cuando analizábamos el relato de la creación en Génesis 1-3, descubrimos que Dios tenía en mente propósitos específicos cuando creó al hombre y a la mujer. Ambos fueron creados a la imagen de Dios (Gn. 1:27). A ambos les fue dada potestad sobre las criaturas de la tierra (Gn. 1:28). Sin embargo, el hombre y la mujer no fueron creados de la misma forma. El hombre fue creado del polvo de la tierra (Gn. 2:7) y la mujer fue creada del hombre (Gn. 2:21-22). La mujer fue creada por Dios para que fuese ayuda idónea para el hombre (Gn. 2:18). Como el primogénito, el hombre tenía que ser la cabeza de la familia y proveer el liderazgo que ésta necesitaba.

Este principio de la creación es la base para la posición del Nuevo Testamento en cuanto a los roles diferentes de los hombres y las mujeres en la iglesia (ver 1 Corintios 11:8-9; 1 Timoteo 2:13-14). Debemos hacernos la siguiente pregunta a la hora de tomar decisiones acerca de las funciones de los hombres y las mujeres en la iglesia: ¿Estamos en armonía con el propósito de Dios en la creación para el hombre y la mujer?

 

Libertad para las mujeres de Ministrar de Manera Bíblica.

Otro principio importante que necesitamos mantener tiene que ver con la libertad para ministrar que le brindan las Escrituras a las mujeres. He estado en iglesias que les impiden a las mujeres ministrar de manera bíblica. Al examinar muchos ejemplos en las Escrituras, vemos a muchas mujeres involucradas en varios aspectos diferentes del ministerio. Las mujeres adoraban en presencia de los hombres (1 S. 18:6-7); se sentaban a escuchar las enseñanzas de la Palabra de Dios (Neh. 8:1-3); e incluso exhortaban a los hombres en sus funciones como líderes (Jue. 4:6-9). Las mujeres trabajaban a la entrada del templo (1 S. 2:22). También fueron usadas por Dios para traer gran liberación para Su pueblo (Jue. 4; 9:50-55; 1 S. 25). Las mujeres fueron elogiadas por la  ayuda y el apoyo que brindaban a los apóstoles (Fil. 4:2-3). A las más adultas se les mandaba que enseñaran a las más jóvenes (Tit. 2:3-5). Además de todo esto, ellas también profetizaban en la iglesia (1 Co. 11:3-5).

Lo que nos cabe destacar en esto es que la Biblia no restringe a las mujeres o las priva de ministrar. En las Escrituras las mujeres gozan de gran libertad para ministrar y servir al Señor bajo la autoridad que Él ha establecido. ¿Les estamos dando a las mujeres de nuestras iglesias la libertad que les otorgan las Escrituras para servir al Señor y usar sus dones espirituales?

 

La Autoridad que Dios Ha Ordenado

Al examinar las enseñanzas del apóstol Pablo, nos queda bastante claro que él enseñaba que el hombre es la cabeza del hogar y de la iglesia (1 Co. 11:3). Vemos que Pablo basa su teología en el propósito de Dios en la creación para el hombre y la mujer. El apóstol desafía a las mujeres a sujetarse a ese liderazgo. Ellas deben hacerlo, no porque sean inferiores o menos capaces, sino porque ese es el propósito de Dios.

El principio de sujeción espiritual que Dios ha establecido no solo se aplica a las mujeres. He estado en congregaciones en donde hay hombres que sienten la necesidad de desafiar a sus líderes y se rehúsan a sujetarse a la disciplina o al consejo de los mismos. Estos hombres necesitan entender que Dios es quien ha establecido a esos líderes en la iglesia y espera que ellos respeten esa autoridad (ver Romanos 13:1-7). Necesitamos cuidarnos de esos que sirven (sea hembra o varón), que no muestran consideración por la autoridad que Dios ha establecido en la iglesia.

 

Autoridad en la Biblia

Pablo les dijo a las mujeres que ellas no debían ejercer autoridad sobre los hombres (1 Ti. 2:12). Esto es fácil de entender en la superficie, pero ¿cómo se lleva a cabo en la vida de la iglesia? ¿Qué constituye una posición de autoridad? Por ejemplo, en muchas iglesias solo se les permite a los hombres recoger la ofrenda. ¿Acaso al recoger la ofrenda se está ejerciendo algún tipo de autoridad sobre los hombres, o es tan solo una forma de servicio?

Si queremos entender lo que Pablo está diciendo acerca de que  las mujeres no ejerzan autoridad sobre los hombres, necesitamos entender cómo Dios espera que el hombre ejerza autoridad en la iglesia. Un análisis de las Escrituras parece mostrarnos que el Señor esperaba que los hombres ejercieran su autoridad de dos maneras específicas.

La primera manera en que los hombres debían ejercer su autoridad era en la supervisión general de la vida familiar y espiritual.  Dios escogió a hombres para que fuesen los líderes de las tribus de Israel. En Israel Él escogió a sacerdotes hombres para que velaran por la vida espiritual de Su pueblo. Jesús escogió a hombres discípulos para que le siguieran y para que establecieran la iglesia como líderes espirituales. Los apóstoles escogieron a hombres como diáconos y ancianos para que fueran los líderes espirituales de las iglesias que ellos establecían. Los esposos y los padres, al ser los líderes espirituales y las cabezas de las familias, podían invalidar los votos que hacían las esposas o las hijas (ver Números 30:6-8). Estos hombres respondían ante Dios por el bienestar general de sus familias y su nación.

La segunda manera en que debían ejercer autoridad era en la enseñanza y la predicación de la Palabra de Dios. En 1 Corintios 14:34-35, Pablo les ordena a las mujeres a guardar silencio en la iglesia, y si tenían alguna pregunta debían hacérsela en casa a sus esposos. En 1 Timoteo 2:11-12 el apóstol dijo que él no le permitía a la mujer enseñar o ejercer autoridad sobre un hombre, sino que debía permanecer en silencio y aprender en sujeción. Observemos la conexión en estos pasajes entre la enseñanza y la sujeción a la autoridad.

No siempre vemos una conexión entre enseñanza y autoridad. Sin embargo, esta autoridad se desprende de dos factores. El primero se desprende del hecho que el objeto de enseñanza es la santa y poderosa Palabra de Dios; y el segundo, del hecho de que quienes enseñan han sido llamados por Dios para hacerlo. Los maestros son los representantes de Dios, escogidos para revelar Sus propósitos por medio de la poderosa Palabra de Dios. Esta posición lleva consigo la autoridad de parte de Dios y debe ser respetada. Según interpreto las Escrituras, Dios ha escogido a los hombres para que carguen con esa responsabilidad como líderes espirituales de Su pueblo. A medida que tratemos de entender el rol de las mujeres en la iglesia, debemos preguntarnos si las funciones que ellas están ejerciendo son de ayuda a los hombres en las responsabilidades que éstos tienen de enseñar a los creyentes y velar por ellos.

 

En Ausencia de los Hombres

Cuando mi esposa y yo fuimos por primera vez de misioneros, se nos envió a una iglesia que había sido plantada por dos mujeres inglesas. Ellas habían venido a las escuelas del país a enseñar a los niños. Mientras enseñaban y compartían acerca de Jesús, muchos de estos niños se convirtieron en cristianos. Aquellas damas sintieron que Dios las estaba llamando a compartir el evangelio con las familias de aquellos niños. El resultado fue que los padres de esos niños comenzaron a venir al Señor. El segundo paso era discipular a esas familias y reunirlas en adoración. Ellos comenzaron a reunirse los domingos, y aquellas inglesas enseñaban y predicaban la Palabra de Dios cada semana. Este fue el comienzo de la iglesia cristiana en aquel país.

Por muchos años he compartido esta historia. Algunos con los que la he compartido han sentido que estuvo mal que esas mujeres enseñaran y predicaran a aquellos hombres recién convertidos. Ellos pensaban que, por ser mujeres, ellas debieron limitarse de hacer estas cosas, y que debieron haber orado para que Dios enviara un hombre para que les predicara a los nuevos creyentes. Sin embargo, recordemos que en aquel país no había hombres cristianos maduros que pudieran asumir esa labor. ¿Debieron estas mujeres en este caso dejar de haber enseñado y discipulado a aquellos hombres? Al final lo que sucedió fue que a medida que aquellos hombres fueron madurando en su fe y comprensión del evangelio, se les fue otorgando el liderazgo de la iglesia. ¿Estaban ejerciendo aquellas mujeres autoridad sobre esos hombres por enseñarles la verdad que nunca habían conocido? Dejo que el lector sea el que decida esto. Debemos recordar, sin embargo, a Séfora, la esposa de Moisés, quien circuncidó a su hijo y le salvó la vida a Moisés cuando éste había descuidado sus responsabilidades (Éx. 4:24-26). Debemos recordar también a Débora, quien guió a Barac en la batalla porque él no tenía el valor de ir por sí mismo (Jue. 4:6-9).

Una interpretación legalista de las Escrituras no dejará lugar para las excepciones. Quienes buscan entender el espíritu que hay detrás de lo que Dios está enseñando se esforzarán hacia esa meta entendiendo que hay veces que para llegar allá tomará tiempo y que no siempre el camino es recto. En ocasiones, Jesús condenó a los líderes religiosos de su tiempo por las interpretaciones legalistas que hacían de las Escrituras y en las que no mostraban ningún tipo de compasión.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello! (Mt. 23:23-24)

Jesús, al hablar a los fariseos que lo desafiaron porque había sanado a una mujer en el Día de Reposo, dijo:

Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo? (Lc. 13:15-16)

Cuando los fariseos vinieron a Jesús en Marcos capítulo 10 para preguntarle su opinión acerca del divorcio, ellos le recordaron que Moisés había permitido el divorcio en la ley. Jesús les respondió diciendo:

Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento; pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. (Mr. 10:5-8)

Jesús les recordaba a los fariseos que aunque siempre la intención de Dios fue que cuando una pareja se casara se convirtieran en uno solo y permanecieran juntos para toda la vida, Moisés permitió el divorcio por la dureza del corazón de ellos. En otras palabras, había situaciones extremas en esta vida pecaminosa en la que la seguridad misma de la esposa estaba en peligro. Para que hubiese compasión se permitió la separación para la protección de ambas partes, incluso si esta no era la intención original de Dios.

¿Por qué menciono este pasaje en este contexto? Lo hago porque creo que las dos mujeres que habían venido de Inglaterra para compartir el mensaje de salvación hicieron lo que era compasivo al enseñarles a estos hombres recién convertidos acerca de Cristo y al desarrollar los líderes que llevarían la iglesia adelante.

Jesús y Moisés nos muestran que hay cierta flexibilidad en la ley. La compasión y la misericordia pueden en ocasiones ser de más peso que una interpretación legalista. Esto no quiere decir que podemos ignorar la Palabra de Dios. Siempre debemos ir en pos del propósito de Dios para Su iglesia, pero el camino para llegar allá puede ser confuso en ocasiones. Ha habido momentos en los que he tenido que trabajar en situaciones que no son perfectas. Yo no soy perfecto, sin embargo, Dios me usa. Él continúa cambiándome, mas espero que este proceso continúe por el resto de mi vida terrenal. Los discípulos que Jesús escogió no eran perfectos. Judas traicionaría a Jesús y Pedro lo negaría. Jesús trabajó con ellos en sus imperfecciones. Digo esto porque no todo en la vida se ajustará a como vemos las Escrituras. Tendremos que trabajar con la imperfección hasta que entremos en la presencia del Señor. Mientras más viejo me pongo, más me doy cuenta que no todo en este mundo pecaminoso es en blanco y negro. Hay decisiones que necesito tomar, personas con las que necesito trabajar y situaciones que debo aceptar que no son ideales. En estos tiempos necesito aprender a inclinarme para el lado de la misericordia y la compasión.

 

Tratando con Quienes No Están de Acuerdo

Permítanme concluir con una observación más. Aunque he tratado de explicar lo mejor que he podido aquello que veo en las Escrituras en cuanto a este asunto de las funciones del hombre y la mujer en el ministerio, no todos van a estar de acuerdo con mi punto de vista. Su interpretación de la enseñanza de Pablo es diferente a la manera que aquí he explicado. Recuerdo que hace algunos años hablé con una mujer que era pastora ordenada al ministerio y le pregunté por qué había escogido seguir ese camino. Su respuesta fue que ella había sentido un fuerte llamado de parte de Dios para su vida. No entré en un debate teológico con ella acerca de ese tema. Sabía que era cristiana y tenía que dejar ese asunto entre ella y Dios.

He sido bendecido por muchas mujeres en mi vida. Una profesora del seminario me brindó mucho aliento personal. De todos mis profesores, a quien más recuerdo es a ella. La oración y la consejería de otra ministra ordenada me ayudaron a vencer algunos de los grandes obstáculos de mi vida. Estoy muy agradecido con estas mujeres.

¿Cómo he de responder a los creyentes genuinos que no interpretan las Escrituras de la manera que yo lo he hecho en este estudio? Consideremos el ejemplo de Jesús en Juan 4 cuando habló con la mujer samaritana. El debate entre ambos se tornó bastante intenso. La samaritana desafió a Jesús como un hombre en su teología, enfatizando la diferencia entre los judíos y los samaritanos. Hasta los discípulos estaban perplejos de que Jesús hubiese entrado en tal debate con la mujer samaritana. Aunque ella lo desafió abiertamente, Jesús no lo tomó como una ofensa. En cambio, Él tuvo mucha paciencia con ella hasta que pudo verle como el Mesías de quien se había profetizado.

Jesús demostró compasión por la mujer samaritana, quien, no solamente lo desafió abiertamente como un hombre, sino quien también era culpable de vivir de manera pecaminosa. El Señor nos desafía a orar por nuestro enemigos y a amar a quienes nos hieren (ver Mateo 5:43-46); ¡Cuánto más debemos nosotros de mostrar esta misma actitud a los creyentes sinceros que difieren de nosotros!

No tenemos que estar de acuerdo con una persona para orar por ella. No tengo que estar completamente de acuerdo con ellas para aceptarlas como mis hermanos o hermanas en la fe. Sin embargo, debo ser coherente con mis convicciones y permanecer firme a mi interpretación de las Escrituras. No siempre es fácil caminar por esa borrosa línea que hay entre permanecer firme a mis convicciones y a mantener el compañerismo con los creyentes sinceros que no están de acuerdo con uno. Que el Señor nos ayude a encontrar el equilibrio entre aferrarnos a nuestra posición teológica y demostrar el amor y la compasión de Cristo hacia quienes difieren de nosotros.

 

Para Meditar:

¿Cambia la verdad de las Escrituras con el tiempo y la cultura?

¿Cómo creó Dios al hombre y a la mujer? ¿Tuvo Él un propósito diferente para cada uno en el momento de la creación?

¿Han restringido nuestras iglesias el papel de la mujer en el ministerio? Si es así ¿de qué manera? ¿En qué más se pudieran involucrar bíblicamente a las mujeres en los ministerios de nuestra iglesia?

¿Han asumido la función de los hombres algunas mujeres en nuestras iglesias? Explique.

¿Qué autoridad le ha dado Dios al hombre? ¿Cómo ha de ejercer él esta autoridad?

¿Cómo tratamos a quienes discrepan con nosotros teológicamente? ¿Hemos tenido una actitud santa?

 

Para Orar:

Agradezcamos al Señor que nos ha dado una guía en las páginas de Su Palabra para todas las cosas relacionadas con la vida y la fe.

Pidamos a Dios que nos ayude a aceptar el rol que nos ha dado, ya sea como hombre o como mujer. Pidámosle al Señor que nos muestre si estamos caminando plenamente en Su propósito.

Pidámosle al Señor que nos ayude a tener respeto por quienes no están de acuerdo con nosotros. Oremos para que nos dé la gracia de amarlos como Él los ama.

 

 

MINISTERIO DE DISTRIBUCIÓN DE LIBROS “LIGHT TO MY PATH”

La distribuidora de libros “Light to my path” (LTMP, por sus siglas en inglés) es un ministerio que se encarga de escribir y distribuir libros y hacerlos llegar a obreros cristianos de bajos recursos en Asia, América Latina, y África. Existen muchos obreros cristianos que viven en países en vías de desarrollo y no poseen los recursos necesarios para obtener formación bíblica o adquirir materiales para estudios bíblicos para sus ministerios y su crecimiento personal. F. Wayne Mac Leod es miembro de los ministerios de Acción Internacional y ha estado escribiendo estos libros con miras a distribuirlos gratuitamente o a precio de costo entre pastores necesitados y obreros cristianos de todo el mundo.

Hoy en día miles de estos libros se están utilizando para predicar, enseñar, evangelizar y alentar a creyentes locales en más de sesenta países. Estos libros ya han sido traducidos a varios idiomas, y la meta es que estén disponibles a tantos lectores como sea posible.

El ministerio LTMP es un ministerio basado en la fe, por eso confiamos en el Señor para la provisión de los recursos necesarios y así distribuir literatura que sirvan de aliento y fortalecimiento a creyentes del mundo entero. Te invitamos a orar para que el Señor abra las puertas necesarias y estos libros sean traducidos y luego distribuidos.

Si desea más información sobre “Light To My Path”, por favor, visite nuestro sitio de Internet en http://www.lighttomypath.ca