Amando a Dios

Un Estudio del Gran Mandamiento

Según Marcos 12:28-30

 

F. Wayne Mac Leod

 

LIGHT TO MY PATH BOOK DISTRIBUTION

Sydney Mines, Nova Scotia, Canada B1V 1Y5

 

https://www.lighttomypath.ca

 

 Amando a Dios

Título en Inglés: Loving God

Copyright © 2020 por F. Wayne Mac Leod

Edición Smashwords, Notas de la Licencia

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Traducción al español: Carmen Jiménez y David Gomero

Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).

 

Índice


Prólogo

1-El Mandamiento más importante

2-Donde Está Tu Tesoro

3-Deleitándonos y Gozándonos en Dios

4-Motivación y Compromiso

5-Intimidad

6-La esencia de quiénes Somos

7-El Compromiso del Alma

8-Pureza de carácter

9-Fortaleciéndonos

10-Perseverando En Situaciones Difíciles

11-Sirviendo a Dios

12-Manteniendo La Mente Pura

13-Involucrando y Disciplinando la Mente

14-Dos Pequeñas Palabras

Ministerio de Distribución de Libros “Light To My Path”

 

 

 PRÓLOGO

He llevado a cabo este breve estudio por razones personales. Comenzó como una palabra de exhortación de un hermano y colega que me preguntó de qué modo yo obedecía el Gran Mandamiento. Mi respuesta reveló que, aunque realmente amaba al Señor mi Dios, también tenía algunas áreas débiles. Me di cuenta que necesitaba encontrar mayor equilibrio en este aspecto de amar al Señor con todo mi corazón, alma, mente y fuerza. Sentí que el Señor me condujo a escudriñar las Escrituras para ver lo que me enseñaban sobre el más básico e importante mandamiento de Dios.

Desearía poder decir que he llegado a dominar y he aplicado lo que he descubierto, pero no puedo decir eso. De hecho, pienso que me tomará el resto de la eternidad aprender cómo amar al Señor Jesús con la clase de amor que Él pide y merece. Es mi oración que, al menos, me comprometa con Él lo suficiente para hacer de esto mi prioridad durante toda la vida.

Como en todos mis libros, no es mi objetivo ser docto o académico. Si existe alguna cosa que quisiera al compartir este estudio con los demás, sería que cada lector sea estimulado a amar a Dios con el amor que Él merece. Que resulte agradable al Espíritu de Dios usar esta sencilla reflexión sobre el Gran Mandamiento según aparece en Marcos 12:28-30, para estimularlo a un amor más grande y una mayor devoción a nuestro Señor.

F. Wayne Mac Leod

 

 

1-EL MANDAMIENTO MÁS IMPORTANTE

Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento”. (Marcos 12:28-30)

Jesús habló estas palabras en el contexto de un debate con los líderes religiosos de aquel tiempo. Los fariseos y los saduceos se habían unido esperando encontrar faltas en Jesús y Sus enseñanzas. Aunque normalmente tenían diferencias importantes, se unieron en su esfuerzo para acusar a Jesús de blasfemia. Ese día lo bombardearon con preguntas difíciles escuchando muy atentamente Sus respuestas para usar cualquier cosa en Su contra. En sus palabras había ira, celos, engaño e hipocresía. Lo odiaban a Él y a Sus enseñanzas. El deseo de ellos no era aprender de Él sino conducirlo con engaño a decir algo que pudieran usar en Su contra. Si se salían con la suya, pondrían a la multitud en contra de Él. Más aún, podrían encontrar suficiente razón para matarlo y librarse de Su influencia entre las personas de aquel tiempo.

Uno de los fariseos que estaba presente ese día preguntó: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?” (Marcos 12:28). La Biblia de Estudio en inglés NIV ofrece el siguiente comentario sobre Marcos 12:28:

Los rabinos judíos tenían 613 estatutos individuales en la ley y trataban de diferenciarlos entre mandamientos “pesados” (o “principales”) y “ligeros” (o “menos importantes”).

A pesar de que la pregunta se suscita en el contexto del engaño y la ira celosa, fue una pregunta importante. Muy poco sabía este fariseo del impacto que la respuesta de Jesús tendría en el curso de la historia espiritual.

Jesús no creó un mandamiento nuevo ese día. Su respuesta salió directamente de la ley del Antiguo Testamento. Él citó Deuteronomio 6:4-5 que dice:

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.

La respuesta de Jesús trae a la luz este mandamiento del Antiguo Testamento, de una manera nueva y fresca. Esto coloca este antiguo mandamiento delante de nosotros como el más importante de todos los mandamientos de Dios y nos llama a examinarlo nuevamente. Jesús prosiguió diciendo que toda la Ley y los Profetas dependen de este primer y más importante mandamiento (ver Mateo 22:40). Es decir, todos los mensajes que el Señor dio a los profetas y todas las leyes del Antiguo Testamento tenían como meta este mandamiento central. Más que cualquier otra cosa, el anhelo del corazón de Dios es que aprendamos a amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza.

Los fariseos eran legalistas. Ellos medían el valor de la vida espiritual de una persona en términos de lo que ésta hacía o no hacía por el Señor. En realidad el fariseo estaba diciendo: “Jesús, ¿qué es lo más grande que podemos hacer por el Padre?” La respuesta de Jesús es contundente en este contexto. Él le dijo al fariseo ese día que lo más grande que él podía hacer era amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma, mente y fuerza. El énfasis está en el amor. Esto es algo que los fariseos pasaban por alto muchas veces. Estaban tan ocupados en seguir las tradiciones que no tenían tiempo para una verdadera relación con Dios.

Tengo que reconocer que, yo también, muchas veces he pasado por alto la esencia de lo que Jesús le dijo aquel día al fariseo. He trabajado arduamente por el reino de Dios, pero, ¿he amado a Dios? La iglesia de Éfeso es un ejemplo de esto. En Apocalipsis 2 el Señor elogia a la iglesia por sus obras, su ardua labor, perseverancia y dedicación a la verdad. Sin embargo, en Apocalipsis 2:4, está profundamente contristado porque en medio de su fiel activismo espiritual, ellos habían abandonado su primer amor. En otras palabras, ellos habían sustituido el verdadero amor a Dios por las doctrinas y el servicio. El Señor los llamó a arrepentirse de este terrible pecado o de lo contrario Él quitaría su candelero (Apocalipsis 2:5) —se apagaría su luz espiritual.

La respuesta de Jesús a la pregunta que le planteó el fariseo me muestra que más que todo, el Señor está buscando una relación de amor conmigo. Podemos hacer de nuestra fe muchas cosas. Para algunos se trata de un conjunto de tradiciones y doctrinas; otros la han hecho un estilo de vida; otros, como yo, la han encaminado al servicio, la verdad y la extensión del reino. Todos estos aspectos son necesarios pero no son lo más importante. Dios está buscando en primer lugar y principalmente, corazones que lo amen.

Observe que la palabra “todo(a)” se repite cuatro veces en este mandamiento. Debemos amar a Dios el Señor con “todo” nuestro corazón, “toda” nuestra alma, “toda” nuestra mente y “toda” nuestra fuerza. Él pide todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. Si vamos a ser obedientes a este mandamiento debemos entregarnos completamente al Señor. No puede haber distracciones. Este mandamiento no deja espacio para nada más. Él debe ser todo, y amarle debe ser nuestro mayor y único anhelo en la vida.

Obedecer este mandamiento no será fácil. Habrá muchas tentaciones en la vida que nos distraerán. Tendremos que aprender a negarnos a nosotros mismos y hacer morir la influencia de la carne. Sin embargo, más allá de esto, he descubierto que si vamos a amar al Señor con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza, tenemos que aprender a cómo cuidarnos a nosotros mismos para que podamos amarlo como Él lo requiere.

Cuando comenzaba este estudio estaba experimentando un agotamiento en el ministerio. Siempre me sentía cansado físicamente. Estaba agotado espiritual y mentalmente. Mis emociones se habían paralizado y ya no podía sentir nada. Fue en este contexto que alguien me preguntó cómo yo obedecía este gran mandamiento. Esa pregunta me inquietó.

Durante el curso de las semanas y los meses que prosiguieron empecé a hacerme algunas preguntas serias. ¿Cómo podía amar a Jesús con todo mi corazón si ya no podía sentir nada? ¿Cómo podía amarlo con toda mi mente si estaba ésta tan exhausta que no podía pensar claramente? ¿Cómo podía amarlo con toda mi fuerza si mi cuerpo estaba cansado y agotado? Me di cuenta que todos mis esfuerzos espirituales no me estaban acercando al objetivo de amar al Señor. Si algo hacían, era ponerme en un lugar donde ya no podía físicamente, emocionalmente o espiritualmente, entregarme a Él o amarlo como Él lo merecía.

Este gran mandamiento tiene implicaciones poderosas en nuestras vidas y en nuestro ministerio. Su aplicación será diferente para cada uno de nosotros. Para algunos significará entregarse más plenamente en el servicio. Para otros como yo, significará detenernos un poco para recordar a quién y por qué estamos sirviendo. Para todos nosotros significará negarnos a nosotros mismos y buscar Su dirección y sanidad en ciertas áreas de nuestras vidas.

Durante los próximos capítulos examinaremos brevemente lo que significa amar a Dios el Señor con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. El tema es tan vasto que ningún estudio puede realmente estar a su altura, pero espero estimular el pensamiento y la meditación sobre este importante mandamiento. Confío en que este estudio sea una bendición para todo el que lo lea. Sin embargo, más que nada, oro que el mismo sea un instrumento que lo lleve a una relación de amor más íntima y profunda con el Señor nuestro Dios. 

 

Para Meditar:

¿Cuál es la diferencia entre servir a Dios y amar a Dios? ¿Es posible servir a Dios de manera fiel y no amarlo realmente como tenemos que hacerlo?

Tome un instante para dar una mirada a su propia vida. Para usted, ¿qué es lo más importante en la vida? ¿De qué modo concuerda eso con lo que Jesús le dijo al fariseo en este capítulo?

¿Cuál es la conexión entre amar a Dios y cuidar de nosotros mismos? ¿Podemos amar realmente a Dios como Él lo merece si el agotamiento nos consume?

 

Para Orar:

Agradezca al Señor Jesús que dio Su todo por nosotros. Pídale perdón por las tantas cosas que se han interpuesto entre usted y Él.

Pídale al Señor que le muestre durante este breve estudio, si existen áreas de su vida donde no lo ha estado amando como Él merece.

Pídale al Señor que lo perdone por poner en su vida el servicio y otras cosas antes que a Él.

 

2-DONDE ESTÁ TU TESORO

Cualquiera que haya hecho un estudio sobre la diferencia entre corazón, alma, mente y fuerza sabe que estas partes del ser humano no son fáciles de distinguir. A veces se dice que el corazón es el asiento de las emociones. Por ejemplo, Pablo, en Romanos 9:2, refiriéndose a los creyentes de Roma dijo: “Tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón”. El corazón es también un lugar para la razón y el intelecto. Marcos 2:8 deja esto claro; Marcos nos dice que Jesús sabía en Su espíritu lo que ellos estaban pensando: “¿Por qué caviláis así en vuestros corazones?”. En los Salmos 27:14 y 31:24 se nos dice: “esfuérzate y aliéntese tu corazón” y “tome aliento su corazón”. Esto nos muestra que el corazón también es un sitio de fuerza. Finalmente, en Proverbios 14:30 leemos: “Un corazón apacible es vida para el cuerpo” (LBLA). Cuando consideramos todos estos versículos juntos vemos que el corazón es la fuente de las emociones, el pensamiento, la vida y la fuerza. Esto hace muy difícil separar el corazón, el alma, la mente y la fuerza.

Todos los seres humanos se componen de corazón, alma, mente y fuerza. Ya hemos visto que hay muchas áreas de coincidencia en las características del corazón, la mente, el alma y la fuerza. Sin embargo, para nuestros propósitos, y para entender lo que Jesús está diciendo en Marcos 12:28-30, examinaremos cada uno de estos aspectos de la naturaleza humana de manera individual. Permítame ser claro al comenzar esta sección. Cualquier estudio de la naturaleza del corazón requeriría un libro. Mi propósito en estos pocos capítulos es simplemente tratar de lograr una mayor comprensión de lo que Jesús quiso decir cuando le dijo al fariseo ese día, que debía amarlo a Él con todo su corazón.

Al comenzar quiero que veamos al corazón como el lugar donde se recuerdan y se guardan nuestros tesoros más grandes. En Mateo 6:21 el Señor Jesús dijo: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.  Tenemos un ejemplo de esto en la respuesta de María ante los sucesos alrededor del nacimiento de su hijo, el Señor Jesús. En Lucas 2:19 leemos que  “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. Los sucesos que María experimentó durante aquellos primeros días después del nacimiento de su hijo el Señor Jesús, fueron maravillosos y memorables; la conmovieron profundamente y por eso ella guardó el recuerdo de aquellos días en su corazón. Todos nosotros hemos experimentado este tipo de eventos en nuestras vidas. Cuando sucede un momento especial, lo atesoramos en nuestro corazón donde se guarda seguro y se recuerda con gratificación.

Los recuerdos no son solamente cosas que podemos atesorar en nuestros corazones. En Ezequiel 28:5 Dios el Señor se afligía porque la región de Tiro había dejado que sus corazones se enaltecieran por su abundante y creciente riqueza.

Con la grandeza de tu sabiduría en tus contrataciones has multiplicado tus riquezas; y a causa de tus riquezas se ha enaltecido tu corazón.

En nuestra era materialista no tenemos que ir muy lejos para encontrar personas que atesoran riqueza y posesiones terrenales en sus corazones. Incluso los creyentes pueden caer en esta trampa. Escuche lo que Ezequiel dijo sobre su propio pueblo en Ezequiel 33:31:

Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia.

El deseo de riquezas y posesiones puede ocupar un lugar importante en nuestros corazones.

Observe en Ezequiel 28:17 cómo el profeta también acusó a Tiro de atesorar belleza terrenal en su corazón:

Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti.

Las personas de Tiro estaban obsesionadas con la hermosura. Disfrutaban sus bellos hogares y posesiones. Las mujeres se deleitaban en sus joyas y sus ropas finas. Sus corazones estaban enfocados en lucir bien y dar una buena impresión. Ellos juzgaban el valor de un individuo según su ropa, joyas, casas y apariencia física. La belleza era algo que atesoraban en sus corazones.

Jesús, al hablar en Mateo 5:28, dijo:

Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

Al decir esto Jesús está mostrando que el placer también puede convertirse en un tesoro de nuestros corazones. Una vez más, no tenemos que ir muy lejos para ver cuántas personas han dado gran valor a los placeres terrenales.

Lo que necesitamos entender sobre las cosas que atesoramos en nuestros corazones es que tienen una influencia profunda en nuestras vidas y acciones. Escuche lo que Jesús nos dice en Mateo 12:35:

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.

Lo que guardamos como tesoro en nuestro corazón ejercerá influencia en nuestro modo de pensar y de responder ante la vida en general. Lo que atesoramos en nuestro corazón va a influir en nuestras prioridades de la vida. Tome por ejemplo al hombre que atesora riqueza en su corazón. ¿No tendrá esto un profundo efecto sobre el modo en que vive su vida? Si la riqueza es el tesoro de su corazón, él ignorará cosas más importantes para ir en busca de lo que atesora. Lo que atesoramos en el corazón al final definirá quiénes somos.

Cuando Jesús nos dice que debemos amarlo con todo nuestro corazón, nos está diciendo que debemos hacer de Él nuestro tesoro más grande. Esto puede sonar simple, pero existen muchas cosas que pueden tomar el lugar de Cristo en nuestro corazón. Aunque ya examinamos la iglesia de Éfeso en el capítulo anterior, quiero reconsiderarla nuevamente en este contexto. Al escribir a los efesios en Apocalipsis 2:2-4 el Señor Jesús dice:

Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.

Observemos que Jesús le dijo a la iglesia de Éfeso que Él conocía sus obras, su arduo trabajo y paciencia. Ahí estaba una iglesia que servía fielmente al Señor Jesús en medio de la persecución y las grandes dificultades. Jesús también les dijo a los efesios que Él sabía que eran una iglesia que no podía soportar a los malos. He aquí una iglesia que aborrecía el pecado y vivía una vida justa. Percatémonos en tercer lugar que esta iglesia había puesto a prueba a los que decían ser apóstoles y los halló falsos. Ellos eran una iglesia que conocía la verdad y se mantenía firme en esa verdad. La iglesia de Éfeso sufrió duras pruebas por el nombre de Jesús, sin desmayar. Piense por un momento en esta increíble iglesia. Trabajaba arduamente, se mantenía firme en la verdad, condenaba al pecado y no se desanimaba ante el sufrimiento por la causa de Cristo. Sin embargo, el Señor le dice a esta iglesia: “has dejado tu primer amor” (versículo 4).

¿Qué atesoraba la iglesia de Éfeso en su corazón? Atesoraba fidelidad al Señor; atesoraba y guardaba la verdad de Su Palabra; atesoraba una vida recta. Todo esto era importante, pero estaban pasando por alto algo de un valor aún mayor. En medio de su servicio activo para Cristo y Su reino no habían logrado atesorar a Cristo mismo. Sus corazones estaban entregados al servicio y a la edificación del reino pero no a la persona de Cristo. ¡Cuán fácil es, en nuestro anhelo por la causa de Cristo, caer en esta trampa!

Al escribir a los filipenses, el apóstol Pablo dijo:

Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. (Filipenses 1:21)

Pablo pudo haberse jactado acerca de muchas cosas en su vida. Había hecho más por la expansión del reino de Dios que cualquier otro hombre de su tiempo. Probablemente tenía una comprensión más profunda de la verdad que cualquier otro apóstol. Sufrió más que nadie por la extensión del reino de Dios. ¿Cuál era el tesoro de Pablo? No era edificar el reino o ganar almas aunque esto lo hizo muy bien. Pablo nos dice que para él, el vivir era Cristo; Cristo era el tesoro más grande de Pablo. Al escribir en Filipenses 3:8 el apóstol confesó:

Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.

Aquí no cabe dudas, el tesoro más grande de Pablo fue Cristo. Él estableció a Cristo en su corazón como su premio más anhelado; conocerlo y ser hallado en Él significaba todo para Pablo. Todo lo que hacía y lograba tenía como meta conocer a Cristo mismo.

En Mateo 13:45-46 se compara el reino de Dios con un mercader que busca buenas perlas:

También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.

Aquí en estos dos versículos leemos sobre un hombre que puso su corazón en esta valiosísima perla. Esta perla se convirtió en su tesoro más preciado. Para poder tener esta perla preciosa, él vendió todo lo que tenía. Esto es lo que Jesús está pidiendo de nosotros hoy. ¿Cuánto valor tiene Jesús para usted? Este comerciante vendió todo para tener la perla de gran precio. Todo lo demás en la vida era insignificante comparado con tener esa única perla. Al igual que Pablo, él consideraba todo lo demás como basura en comparación con este gran premio que buscaba con todo su corazón.

¿Atesora usted a Cristo más que todo? ¿Lo ha puesto como el tesoro más grande de su corazón? Antes de seguir con este estudio hágase esta gran pregunta. ¿Qué atesoro en mi corazón? El corazón es el lugar donde se guardan nuestros tesoros más grandes. ¿Es Jesús el tesoro más grande de su corazón?

Le exhorto hoy a examinar profundamente ese lugar donde guarda todos sus tesoros. ¿Qué encuentra en ese lugar? Hay una acumulación de cosas allí en su corazón. Experiencias, recuerdos, aficiones, personas, posesiones y trabajo, todos encuentran un lugar en este gran cobertizo de almacenaje del corazón. ¿Dónde está Jesús en este panorama? ¿Está en algún sitio del fondo de un estante empolvado al lado de sus amigos y aficiones? Aun el gran apóstol Pablo tenía muchas cosas que atesoraba en su corazón. Cuando escribió en Filipenses 1:7 dijo:

…como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia.

Pablo llevaba en su corazón a los filipenses. Usted y yo también tendremos muchos tesoros en nuestros corazones. Aunque Pablo atesoraba a los filipenses en su corazón existía un tesoro que superaba todo. El Señor Jesús era su tesoro y posesión más grande. Por Él, el apóstol dejaría con gusto todos los demás tesoros. ¿Puede decir honestamente en su corazón hoy que, de todos los tesoros de la vida, ninguno de ellos puede compararse con la persona del Señor Jesucristo?

Si vamos a amar al Señor con todo nuestro corazón hoy, tenemos que aprender a atesorarlo en nuestro corazón más que a cualquier otra cosa. Todos los demás tesoros deben someterse a Él. Dios el Señor debe convertirse en nuestro más grande tesoro.

 

Para Meditar:

Considere el corazón como el lugar donde guardamos nuestros más grandes tesoros. ¿Qué tesoros lleva usted en su corazón? ¿Qué cosas son importantes para usted en la vida?

¿De qué modo influye lo que atesoramos en nuestro corazón en quiénes somos como personas? ¿De qué modo nuestros tesoros definen quiénes somos?

¿Qué lugar ocupa el Señor Jesús en su corazón? ¿Está dispuesto usted a rendir todos los otros tesoros para conocerlo y experimentarlo a Él de una manera más profunda?

 

Para Orar:

Pídale al Señor que le muestre lo que usted atesora en su corazón. Pídale que le revele cualquier cosa que atesore que no de gloria a Su nombre.

Tome un momento para dar gracias al Señor por las tantas cosas que atesora en la vida. Agradézcale por Sus ricas bendiciones.

Pídale al Señor que lo ayude a atesorarlo a Él más que a cualquier otra cosa o persona en la vida.

 

 

3-DELEITÁNDONOS Y GOZÁNDONOS EN DIOS

En el capítulo anterior vimos que el corazón es donde guardamos nuestros tesoros. Sin embargo, el corazón es mucho más que un cobertizo de almacenamiento de tesoros, es también el centro emocional de nuestro ser.

Hay que reconocer que en nuestros días se observa un énfasis excesivo en las emociones. Aunque las emociones son una parte natural y saludable de nuestra adoración, están los que ponen las emociones antes que a Dios. Recuerdo haber oído accidentalmente una conversación entre dos señoras en un alegre y animado servicio de adoración al que fui hace algunos años. “¿Estás embriagada ya?”, preguntó una de ellas. “Todavía”, fue la respuesta, “pero voy camino a eso” Estas dos señoras se referían a embriagarse en el Espíritu. Sin embargo, al escuchar la conversación entre estas señoras, me pregunté qué era la adoración para ellas. ¿Se trataba de Jesús o se trataba de alcanzar un alto estado emocional?

Sin embargo, habiendo dicho esto, quisiera subrayar la importancia de las emociones en nuestra relación con el Señor. Encontramos unos versículos muy poderosos en Deuteronomio 28:47-48 donde Moisés advirtió a su pueblo acerca de la maldición que vendría sobre ellos porque no sirvieron al Señor con gozo y alegría de corazón:

Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte.

El hecho de que Su pueblo no le sirviera con un corazón alegre y gozoso provocó la ira de Dios. Su adoración falsa trajo la maldición de Dios sobre sus vidas. Estos versículos nos dicen no sólo que el corazón tiene la capacidad para la alegría y el gozo, sino también que ese gozo y esa alegría son una parte necesaria de la adoración y el servicio.

El Señor Jesús prometió a Sus discípulos en Juan 16:22 que cuando Él regresara, sus corazones se regocijarían con un gozo que nadie les podría quitar:

También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

Esta es la promesa y la voluntad de Dios para todo el que cree. El día viene cuando Él llenará nuestros corazones de gozo y regocijo en Su presencia. Sin embargo, este gozo y esta alegría no están reservados para el cielo, también ha de ser nuestra experiencia con Dios en el presente.

Observemos la respuesta del corazón de David al Señor tal y como está registrado en Hechos 2:25-26:

Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza.

Saber que Dios estaba con él traía gran alegría y gozo al corazón de David. Dijo: "y se gozó mi lengua". Su corazón se regocijaba tanto en la presencia de Dios que tenía que exteriorizarlo. Tenía que expresar sus sentimientos en adoración y alabanza a su maravilloso Dios.

El apóstol Pablo exhortó a los efesios a cantar a Dios en sus corazones:

…hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. (Efesios 5:19-20)

La música que los efesios debían hacer no era de labios solamente sino que debían hacerla con sus corazones. Se trataba de una profunda expresión de las emociones de sus corazones al adorar a Dios.

Él dijo a los colosenses que dejaran que sus corazones expresaran gratitud a Dios por medio de salmos, himnos y cánticos espirituales:

Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones.  (Colosenses 3:16, LBLA)

El corazón tiene la capacidad de regocijarse y deleitarse en las cosas buenas que Dios ha dado. El corazón experimenta gozo, felicidad y deleite, y se expresa en palabras y acciones de entrañable devoción.

¿Alguna vez se ha preguntado cómo sería la vida sin la capacidad de deleitarse y disfrutar de los tesoros que Dios nos ha dado?  He experimentado agotamiento en el ministerio unas cuantas veces en mi carrera. El hecho más reciente me dejó paralizado desde el punto de vista emocional. No podía experimentar emociones ni positivas ni negativas. Me sentaba en un servicio de adoración y no sentía absolutamente nada. Mientras los demás a mi alrededor adoraban y disfrutaban la experiencia, yo escuchaba sin sentimiento alguno la verdad intelectual proclamada en los himnos y coros que cantábamos. Agradecía a Dios por la verdad que enseñaban estos himnos pero mi corazón no se movía. Lo que era cierto de mi relación con Dios era cierto en mi relación con mi esposa. Sabía que la amaba pero no podía sentir nada emocional hacia ella. Noticias que normalmente traerían gozo, ya no me conmovían. Me tomaba un día libre pero no podría decirle si lo disfrutaba porque la capacidad de disfrutar las cosas había muerto. En este punto de mi vida no podía deleitarme en Dios ni en nada de lo que Él me había dado. No sentía ni gozo ni dolor. Me aferraba a la verdad de que conocía a Dios pero estaba emocionalmente paralizado.

Si hubo algo que aprendí en ese tiempo fue el rol y la importancia de las emociones. Dios ha creado nuestros corazones con la capacidad de disfrutar lo que Él ha dado. Nunca fue la intención de Dios que supiéramos la verdad y no nos deleitáramos en ella. Dios espera que los que lo conocen se gocen y se deleiten en Él y en Sus bendiciones.

A través de toda la Escritura Dios manda a Su pueblo a regocijarse y deleitarse en Él y en Sus obras. Pablo se deleitaba en la Ley de Dios (Romanos 7:22). Nehemías se deleitaba en venerar el nombre del Señor su Dios:

Te ruego, oh Señor, que tu oído esté atento ahora a la oración de tu siervo y a la oración de tus siervos que se deleitan en reverenciar tu nombre. (Nehemías 1:11, LBLA)

El salmista llamaba al pueblo de Dios en todas partes a regocijarse en el Señor al decir:

Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. (Salmo 37:4)

El profeta Isaías suplicaba a su pueblo que se apartara de las cosas del mundo que nunca podían traer satisfacción. En cambio Él les exhortaba que se volvieran a Dios para que sus almas se pudieran deleitar con "manjares deliciosos."

¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no satisface? Escúchenme bien, y comerán lo que es bueno, y se deleitarán con manjares deliciosos. (Isaías 55:2, NVI)

Dios mismo experimenta emociones profundas hacia nosotros. El profeta Sofonías nos dice que Dios se deleita grandemente en Su pueblo y se regocija en ellos con cánticos.

Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos. (Sofonías 3:17)

Dios se deleita y regocija en Su pueblo y en Su relación con él. Su corazón se entristece cuando Su pueblo le ofrece una adoración vacía. Escucha el corazón entristecido de Dios cuando habla sobre Su pueblo en Isaías 29:13:

El Señor dice: «Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración no es más que un mandato enseñado por hombres.

El corazón de Dios se quebrantó al ver a un pueblo que no se deleitaba en ÉI. Su adoración a Dios era un mero ritual y una rutina vacía.

Dios nos ha dado un corazón capaz de regocijarse y deleitarse en Él y en las cosas buenas que Él ha hecho por nosotros. El gozo y el deleite son elementos esenciales de nuestra relación con Dios. Él quiere que nuestras emociones vibren en la adoración (esto será diferente para todos). Él se deleita al ver esas personas cuya adoración se enciende por el deleite y el regocijo de Su persona y bendición. La adoración vacía y sin emoción no le rinde honor a Dios.

Al reflexionar en mi propia insensibilidad emocional, me percato de que me despojó de mi habilidad para experimentar deleite y regocijo en Dios. Llego a comprender que si voy a amar al Señor Jesús con todo mi corazón, ello incluye mis sentimientos y emociones.

Amar a Dios con todo mi corazón significa aprender a expresar mis sentimientos hacia Él. Algunos de nosotros hemos reprimido expresiones emocionales en nuestra relación con Dios. Necesitamos ver de nuevo cuánto Dios quiere que aprendamos a deleitarnos en Él. No estoy diciendo que sea sabio interrumpir o distraer a los demás en la adoración con nuestras expresiones de emoción. Lo que digo, sin embargo, es que cuando venimos a Dios y reflexionamos sobre Su bondad y Su persona, nuestros corazones tienen que conmoverse.

Como creyentes hemos enfocado tanta energía en servir y obedecer a Dios que a menudo hemos descuidado esta cuestión de deleitarse y regocijarse en Él. De alguna forma sentimos que estaría mal experimentar deleite y alegría. Sin embargo, lo que hemos visto aquí, es que Dios no espera nada menos de nosotros. Él quiere que experimentemos satisfacción emocional profunda y gozo en el conocimiento de Él. Quiere que nuestros corazones se estremezcan y se llenen de satisfacción y deleite en Él.

Sofonías nos dice cómo Dios se deleita y se regocija con cánticos (Sofonías 3:17). Con esto Él nos da un ejemplo a seguir. Si Dios se deleita en nosotros y expresa ese deleite en nosotros con cánticos, ¿cuánto más necesitaremos nosotros aprender a deleitarnos y regocijarnos en Él?

¿Ha cerrado usted las emociones de su corazón a Dios? ¿Se percata que al hacerlo ha pecado contra Dios quien nos manda a deleitarnos en Él y a servirle con gozo y alegría? El Dios que se regocija en usted le pide que abra su corazón a Él hoy. Quizás su corazón, como el mío, se ha hecho tan pesado que se ha vuelto insensible. Dios quiere tocar ese corazón hoy y restaurar su ternura. Amar a Dios involucra las emociones del corazón. Él diseñó nuestro corazón de esta manera para que pudiéramos regocijarnos y deleitarnos en Él.

 

Para Meditar:

¿Cuál es la diferencia entre buscar la emoción y buscar a Dios? ¿Podemos estar sin experimentar a Dios y conformarnos solamente con las emociones?

¿Qué aprendemos en este capítulo sobre deleitarnos en Dios? ¿Se deleita usted en Él? ¿Su deleite en Dios trae gozo y felicidad a su corazón y a su vida?

¿Está mal que nosotros experimentemos gran deleite y gozo en la adoración? ¿Qué tipo de emoción Dios siente por nosotros?

 

Para Orar:

¿Siente dureza de corazón en el presente? Pida a Dios que suavice ese corazón para que aprenda a tener gran deleite en Él.

Dé gracias al Señor porque Él llena su corazón de deleite y gratitud. Demos gracias a Dios porque Él nos dio un corazón que tiene la capacidad de experimentar su mayor placer y gozo en Él.

 

4-MOTIVACIÓN Y COMPROMISO

Hasta ahora hemos visto que el corazón es donde almacenamos y disfrutamos nuestros más grandes tesoros. Hay algo más que necesitamos comprender sobre el corazón. Lo que nosotros atesoramos en nuestros corazones determina nuestras prioridades y motivaciones en la vida. Considere lo que el Señor Jesús dijo a Sus discípulos en Mateo 12:35:

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.

Lo que guardamos en nuestros corazones determinará cómo actuamos, hablamos y vivimos. Esta es la enseñanza de Jesús en Mateo 15:17-19:

¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.

Se puede decir lo que hay en el corazón de una persona por el modo en que habla y actúa. Lo que está en nuestro corazón determina nuestras prioridades y cómo invertimos nuestro tiempo y recursos. Se revelará por sí solo en la manera que hablamos y pensamos.

Satanás entiende la importancia del corazón y su rol en la motivación del individuo. Jesús dijo una parábola en Marcos 4 sobre un sembrador que salió a sembrar sus semillas en la tierra. Él dijo a Sus discípulos que la semilla en esta parábola representaba la Palabra de Dios sembrada en el corazón. Fíjese en el versículo 15 que cuando esa Palabra se sembró en los corazones de los que escucharon, Satanás vino de inmediato para arrebatarla.

Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones. (Marcos 4:15)

Satanás sabe el impacto que tiene nuestro corazón en nuestras acciones, pensamientos y actitudes. Él hará todo lo que pueda para quitar de nuestros corazones la influencia positiva de la Palabra. Satanás está en el negocio de arrebatar tesoros piadosos. Nos bombar¬deará con tentaciones en el intento de sustituir los tesoros de Cristo por las cosas de este mundo.

Existen muchas cosas que pueden motivarnos en la vida. Podemos ser motivados por el temor, la riqueza o el deseo de una buena reputación. También podemos ser motivados por necesidades como el hambre y la autopreservación. Sin embargo, la influencia motivacional más grande de todas, es el corazón. Cuando nuestro corazón está motivado no se detiene ante nada. Hará grandes sacrificios por eso que atesora.

El rey David tuvo en su corazón construir un templo para el Señor su Dios. Salomón habló del deseo de su padre por este templo en 2 Crónicas 6:7:

Y David mi padre tuvo en su corazón edificar casa al nombre de Jehová Dios de Israel.

Una mirada rápida a la vida de David nos muestra cómo el deseo de su corazón influyó en sus acciones. En 1 Crónicas 28:11-29:4 David contrató trabajadores por su propia cuenta para diseñar este templo. Él instruyó a sus hombres y estimuló a su hijo Salomón para que continuaran su visión. Él contribuyó sacrificialmente a partir de sus propios recursos para el proyecto. 1 Crónicas 29:4 refiere que él dio aproximadamente 110 toneladas de oro y 260 toneladas de plata para su construcción. Solamente podemos imaginar el valor de esta gran cantidad de oro y plata. El corazón de David lo motivó a hacer estos sacrificios.

El apóstol Pablo fue llamado a ser misionero y evangelista. Dios puso una gran carga en su corazón por aquellos que necesitaban conocer a Cristo. Al hablar a la iglesia de los filipenses, Pablo dijo:

…como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia. (Filipenses 1:7)

La carga que Pablo tenía en su corazón lo llevaba a sufrir mucho. Él estaba más que dispuesto a enfrentar cadenas y persecución para cumplir el llamado de Dios en su vida. Al escribir a la iglesia en Roma, dijo:

Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne. (Romanos 9:3)

El sentir del corazón de Pablo hacia su pueblo era tal que hubiera estado dispuesto a separarse de Cristo si al hacerlo podría verlos venir a la fe. Él estaba dispuesto a hacer el mayor sacrifico para alcanzar más personas para Cristo.

Lo que atesoramos en nuestro corazón determina el curso de nuestra vida. Cuando el corazón es conmovido con una carga, todo cambia. Las prioridades cambian y las personas están dispuestas a dar todo lo que tienen. El corazón es el centro motivacional de nuestro ser. Es el lugar donde se hacen los compromisos y se establecen las metas de la vida.

¿Qué tiene que ver todo esto con amar al Señor con todo nuestro corazón? Aquellos que lo conocen como el tesoro más grande de sus corazones son movidos a la acción. Son motivados a seguirle de cerca; su corazón los guarda en tiempos de angustia y los sostiene a través de los obstáculos. Como David, con su carga por el templo, ningún sacrificio es demasiado grande. Como Pablo y su carga por los perdidos, estaba dispuesto a dar su vida. Jesús se convierte en la prioridad y pasión en la vida de estos hombres, y obedecerle y caminar con Él, su deseo más profundo.

Tomemos un momento para considerar la motivación que está detrás de nuestras vidas. ¿Qué impulsa nuestras metas y determina nuestras prioridades? ¿Qué es lo que nos apasiona? Jesús nos recuerda en Mateo 6:12 que donde esté nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón.  Donde esté nuestro corazón, allí estará nuestro compromiso y motivación. Cuando Cristo se convierte en nuestro mayor tesoro, nuestras prioridades cambian. Todo lo que solía motivarnos pasa a un segundo plano. Él se convierte en nuestro centro y pasión. Escucharlo a Él, amarlo, caminar con Él y honrarlo se convierte en nuestro más grande deleite. Por Él, dejaremos todo lo que tenemos. Esta fue la actitud que expresó el apóstol Pablo en Filipenses 1:20-21:

…conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.

¿Qué fue lo que motivó a Pablo en su vida y ministerio? De acuerdo con Filipenses 1:20-21, fue que Cristo fuera exaltado tanto en su vida como en su muerte. Al escribir en Filipenses 3:8, dijo:

Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.

Para el apóstol Pablo, amar a Cristo con todo su corazón significaba dejar que su corazón se conmoviera y motivara por Cristo. Significaba que su voluntad fuera conquistada por la voluntad superior y el deseo del Señor Jesús.

Aquellos que aman a Jesús con todo su corazón se han comprometido con Él y Su propósito. No hay nada que quieran hacer más, que buscarlo a Él. Todo lo que hacen tiene como motivación Su gloria. Ellos rendirán todo lo que tienen para que Él sea honrado en sus vidas, pensamientos y acciones. No amamos al Señor con todo el corazón si este no es nuestro deseo.

 

Para Meditar:

¿De qué manera lo que atesoramos en nuestro corazón nos motiva y define quiénes somos?

¿Qué nos dicen nuestras prioridades en la vida sobre lo que atesoramos en nuestro corazón?

Tome un momento para examinar sus prioridades en la vida. ¿Cómo usa su tiempo? ¿Qué es realmente importante para usted? ¿Qué le dice esto acerca de lo que atesora en su corazón?

 

Para Orar:

Pídale al Señor que se haga tan real en su corazón que impacte toda su vida y lo que haga.

Pídale al Señor que revele cualquier tesoro en su corazón que lo aleje de las prioridades que Él quiere para usted en la vida.

Pídale al Señor que lo perdone por cualquier cosa que haya tomado Su lugar en su corazón y haya motivado sus acciones.

 

 

 5-INTIMIDAD

Cuando aceptamos al Señor Jesús en nuestro corazón lo llevamos a nuestro lugar más privado y secreto. El corazón es donde guardamos nuestros más grandes tesoros. Es el lugar de nuestros secretos más privados. No dejamos entrar a cualquiera en nuestros corazones. Al ser éste el lugar donde guardamos lo más preciado para nosotros, sólo dejamos entrar allí a esas personas en quienes podemos confiar plenamente.

Cuando abrimos nuestros corazones a alguien, exponemos todo lo que es más querido para nosotros. Ponemos al descubierto nuestros deseos y ambiciones más profundos en la vida. Le mostramos quiénes somos realmente. La intimidad implica transparencia. No puede florecer a menos que seamos completamente honestos y abiertos. Donde haya secretos escondidos, la intimidad siempre será entorpecida.

Cuando abrimos nuestros corazones al Señor Jesús elegimos exponer todo lo que somos a Él. Le dejamos ver nuestras inconsistencias y debilidades. Le revelamos nuestros deseos secretos y escondidos. No todo el mundo está dispuesto a exponerse de esta manera. Muchos responden endureciendo sus corazones y retirándose de Dios.

Al hablar por medio del profeta Isaías, el Señor dijo sobre Su pueblo Israel:

…porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible y con dificultad oyen con sus oídos; y sus ojos han cerrado, no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane. (Mateo 13:15, LBLA)

Isaías habla de un pueblo que no quería que Dios viera lo que estaba en su corazón. Aunque ya Dios sabía todo acerca de ellos, estas personas no querían abrir sus corazones a Él ni a Su obra. En vez de eso, intentaban esconder de Él sus actitudes, pecados y acciones. Ellos se resistían ante todo esfuerzo de Dios de exponer estas áreas y sanarlos.

No puede haber intimidad si no hay disposición de exponer nuestros corazones los unos a los otros. Amar a Dios el Señor con todo nuestro corazón significa ser transparente.

La intimidad también implica confianza. Cuando damos nuestro corazón a alguien, ponemos toda nuestra confianza en él o ella porque están tratando con lo que más atesoramos en la vida. Ponemos en sus manos todo lo que es más preciado para nosotros. Para que haya una verdadera intimidad, ambas partes deben tener plena confianza entre sí.  Para muchos esto es difícil.

Un día Dios llamó a Moisés a Su presencia en el Monte Sinaí. Moisés permaneció allí por muchos días. El pueblo de Israel empezó a preguntarse qué le había pasado a Moisés. Pensaron que tal vez había muerto. No estaban seguros si querían confiar en un Dios como ese. Temían que su pecado trajera la ira de Dios sobre ellos y fueran consumidos. Ese día Israel rechazó a Dios en su corazón y le pidió a Aarón que hiciera un becerro de oro para sustituirlo (ver Hechos 7:39-40).

Todos nosotros podemos identificarnos con el pueblo del tiempo de Moisés. Sabemos que nuestro corazón no está tan limpio como necesita estar. Hay deseos secretos acechando allí que ni siquiera queremos admitir. ¿Quién entre nosotros no teme lo que sería revelado si Dios hurgara en nuestro corazón? La intimidad no sólo implica una disposición a ser transparente, también implica confianza.

Israel le dio la espalda a Dios porque ellos no estaban dispuestos a confiar en Él de corazón. Tuvieron miedo de lo que haría si Él mostraba su pecado. Amar a Dios con todo el corazón implica confiar en Él con todo lo que está en el corazón.

La intimidad, por su propia naturaleza, implica confiar en alguien con lo que es más preciado para nosotros. En nuestra vida espiritual ello implica rendir todo lo que atesoramos a Dios. Significa permitir que llegue a lugares en nuestra vida donde nadie lo haya hecho antes. Significa abrirnos para que Él vea aquellas cosas que no queremos que nadie más vea. Este no es un lugar cómodo.

En 1 Pedro 3:15 el apóstol desafiaba a sus lectores a santificar a Cristo como Señor en sus corazones. Hacer esto significa dejarlo entrar allí, examinar todo lo que es preciado para usted y dejarlo ser Señor de todo. Significa dejar que Él saque de su corazón cualquier cosa que no le agrade o no le dé honra a Él. Cuando santificamos al Señor Jesús en nuestros corazones le estamos pidiendo que venga al lugar más privado de nuestro ser. Le estamos dando el control de todo lo que atesoramos y valoramos en la vida. Significa exponer todo lo que tenemos para que Él lo toque, sane y haga lo que Él quiera. Esto implica una confianza plena.

Hace algún tiempo me hicieron una prueba en mi corazón. Antes de someterme al procedimiento el médico se acercó a mí y dijo. “Legalmente, tengo que decirle que si se somete a ese procedimiento podría morir. Muchas cosas podrían salir mal. ¿Está usted preparado para esta prueba?”. Ese día cuando fui al salón de operación yo estaba poniendo literalmente mi corazón en las manos de Dios mientras el médico hacía la prueba. Había un riesgo en dejar que el médico manipulara mi corazón.

Así es con Dios. Él está frente a nosotros hoy y nos recuerda el riesgo de dejarlo entrar en nuestro corazón. Él va a lidiar con cualquier cosa que encuentre ofensiva. Quitará cualquier cosa que no sea para nuestro bien. Podríamos perder cosas que hemos atesorado en nuestros corazones durante años. Al final se trata de una cuestión de confianza. La intención de Dios es sanar nuestros corazones, ¿pero estamos preparados para confiar en Él? ¿Le daremos permiso hoy para que haga todo lo que necesita hacer? No puede haber verdadera intimidad a menos que le concedamos este permiso.

La intimidad también requiere de aceptación. La intimidad nunca florece donde hay rechazo, juicio y condenación. Pablo deja claro que por la obra de Cristo en la cruz ya no hay condenación para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1). Él prosiguió diciendo a los creyentes romanos que debían aceptarse los unos a los otros como el Señor Jesús los había aceptado a ellos.

Por tanto, aceptaos los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para gloria de Dios. (Romanos 15:7, LBLA)

Al escribir a la iglesia de Laodicea, el Señor Jesús dijo en Apocalipsis 3:20:

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

Percatémonos que el Señor Jesús estaba a la puerta tocando. Él quería entrar. Note también que Él prometió que si alguno oía Su voz y abría la puerta, Él entraría y cenaría con él. ¿Qué está diciendo el Señor aquí realmente? La cena que compartirían no se trataba sólo de comida; se trataba de fraternidad e intimidad. Jesús nos está diciendo aquí que si le abrimos la puerta de nuestro corazón, Él entrará y tendrá una profunda fraternidad con nosotros. Nos sentaremos con Él y compartiremos juntos de amigo a amigo. Conoceremos Su maravillosa aceptación, amor y compañerismo.

Amar a Jesús con todo nuestro corazón requiere abrir y exponer nuestros secretos más íntimos y profundos ante Él. Significa rendir y encomendar a Él todo lo que más amamos y atesoramos en la vida. Cuando abrimos nuestro corazón a Él de esta manera, Él ya ha prometido entrar y compartir con nosotros. Sólo entonces podemos conocer una verdadera intimidad con Dios.

¿Ha abierto usted su corazón al Señor? ¿Ha rendido a Él todo lo que más atesora su corazón? ¿Le ha dejado examinar y conocer su corazón? ¿Confía en Él para encomendarle completamente los tesoros de su corazón? ¿Le dejará hacer lo que a Él le plazca con su corazón? Solamente podemos decir que lo amamos con todo el corazón si éste y todo lo que atesora está completamente transparente y rendido a Él y a Su propósito.

 

Para Meditar:

Es en el corazón donde escondemos nuestros más íntimos secretos. ¿Cuán fácil es abrir nuestro corazón y exponer esos secretos al Señor?

¿De qué modo el abrir nuestros corazones al Señor requiere de confianza?

Tome un momento para considerar si usted está dispuesto a dejar que el Señor haga lo que Él quiera con los tesoros de su corazón. ¿Hay algo que hoy usted no quiera entregarle al Señor?

 

Para Orar:

Tome un momento para rendir su corazón nuevamente al Señor Jesús. Encomiende a Él todo lo que atesora en su corazón para que haga según le agrade.

Pídale al Señor que examine su corazón y exponga cualquier cosa que no deba estar ahí. Entréguele esas cosas y pídale que restaure su intimidad con Él.

 

 

6-LA ESENCIA DE QUIÉNES SOMOS

Definir el alma no es fácil. No obstante, permítame empezar afirmando que el alma se distingue de nuestros cuerpos terrenales en Mateo 10:28:

Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

La distinción entre el alma y el cuerpo físico está muy clara en este pasaje. El apóstol Juan hace una distinción similar. Cuando escribió a Gayo en 3 Juan 1:2, dijo:

Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.

De esto se infiere que Gayo era un hombre cuyo cuerpo no gozaba de buena salud; sin embargo, su alma, gozaba de una salud excelente. Nuevamente vemos la distinción entre el cuerpo físico y el alma.

En el libro de Apocalipsis esta distinción se hace aún más clara. En su visión, el apóstol Juan vio las almas de aquellos que habían muerto por su testimonio y escribió:

Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. (Apocalipsis 6:9)

Vemos lo mismo en Apocalipsis 20:4. Al hablar de los que fueron decapitados por su testimonio de Jesús, Juan escribió:

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios...

Los cuerpos decapitados de estos santos específicos estaban muertos y en la tumba, pero sus almas siguieron viviendo. De esto se entiende entonces que el alma puede vivir independiente del cuerpo físico.

¿Qué sabemos acerca del alma? Ya hemos citado Apocalipsis 6:9. En este versículo Juan vio las almas de aquellos que han sido asesinados por causa de su testimonio. Sin embargo, note en el próximo versículo que Juan también los escuchó clamar:

¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? (Apocalipsis 6:10)

Este versículo nos dice algo más sobre estas almas, separadas del cuerpo. Las almas que Juan vio en su visión clamaban. Estaban vivas y se podían comunicar. Observe también que recordaban lo que había pasado en sus cuerpos terrenales. También pedían a Dios justicia. Aunque el cuerpo terrenal yacía en la tumba, estas almas seguían viviendo, razonando, experimentando pasión y clamando por justicia y lo que es recto delante de Dios. Parece, según esto que quienes somos está más relacionado con nuestras almas que con nuestros cuerpos físicos. Cuando nuestros cuerpos estén muertos, nuestras almas, con su capacidad de razonar, comunicarse y buscar a Dios, seguirán viviendo.

Hay algo más que necesitamos entender sobre el alma. No está definida por posesiones o posición en la vida. A menudo medimos la importancia de un individuo basados en sus posesiones y posición en la vida. Sin embargo, cuando el Señor nos mira, Él no mira lo que nosotros miramos. De hecho, condena a los que reducen el valor de la vida a posesiones y posiciones terrenales. Escuche lo que el apóstol Santiago dijo acerca de esto en Santiago 2:1-4:

Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?

Nuestra alma no puede definirse por lo que tenemos en la vida. Jesús dejó esto muy claro en Mateo 6:25 cuando dijo:

Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?

Observe aquí que Jesús enseñó que la “vida” era más importante que el alimento y la ropa. La palabra “vida” aquí es la misma que se usa para alma. En otras palabras, Jesús nos está diciendo que nuestras almas son más importantes que el alimento y la ropa que se requieren para nutrir y sostener este cuerpo terrenal. Al hablar más adelante sobre este tema el Señor Jesús dijo a Sus discípulos en Mateo 16:26:

Porque ¿qué Este mundo viene y va pero nuestra alma seguirá viviendo. aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Este cuerpo terrenal morirá. En ese momento, nuestras posesiones terrenales no significarán nada para nosotros. El alma no tiene necesidad de riquezas terrenales. No siente hambre por el alimento físico, tampoco necesita sobrevivir. No tiene necesidad de ropas o casas lujosas. Ninguna de estas cosas tiene ningún valor para el alma. Su valor no se mide en dinero o posición en la vida. El valor que Dios le da al alma se expresa mejor en que Él envió a Su Hijo a morir para salvarla del pecado y para que pudiera vivir para siempre en Su presencia. Este cuerpo terrenal vendrá y se irá. Es un refugio temporal para algo de infinitamente mayor valor –el alma.

En los pasajes que hemos examinado del libro de Apocalipsis, vimos que las almas de aquellos que habían muerto estaban en el cielo. Esto es importante. Nos muestra que son nuestras almas las que se irán para estar para siempre con el Señor. Dios promete darnos un nuevo cuerpo, pero ese cuerpo no será como nuestro cuerpo terrenal. Será un cuerpo totalmente nuevo, sin la influencia del pecado ni de la corrupción de esta tierra (1 Corintios 15:35-44). No nos llevaremos este cuerpo terrenal con nosotros. Este morirá y perecerá en la tumba. Sin embargo con nuestras almas es diferente; ellas se irán para estar en la presencia del Señor para siempre.

Es difícil imaginar una parte viva de nosotros que no necesite alimento, ropa, abrigo. Nos definimos a nosotros mismos por nuestros cuerpos físicos. Sin embargo, estos cuerpos físicos son tan solo refugios temporales para nuestras almas. Dios nos creó como seres eternos y puso nuestras almas en cuerpos terrenales y temporales. Se debe distinguir al alma de este cuerpo terrenal.

Amar al Señor con toda nuestra alma es amarlo con un amor eterno que exceda nuestros cuerpos y posesiones terrenales. Cuando usted se compromete con un esposo o esposa se compromete “hasta que la muerte los separe”. Este compromiso es solamente mientras haya vida en nuestros cuerpos físicos. Sin embargo, cuando amamos al Señor con toda nuestra alma, nos estamos comprometiendo por toda la eternidad. Este tipo de amor no terminará con la muerte de nuestros cuerpos físicos.

El amor del alma es más profundo que cualquier atracción física. Cuando Jesús estuvo en la tierra tenía mucha gente detrás de Él por lo que les podía dar a sus cuerpos físicos. Él proveyó comida y sanidad para sus enfermedades. El amor del alma no está contaminado por un deseo de riquezas o posesiones porque no necesita de estas cosas.

El amor del alma es un amor que se origina en el mismo centro de quiénes somos. Es un amor imperecedero y eterno que continuará cuando este cuerpo terrenal lleve mucho en la tumba. Nuestras almas definen quiénes somos cuando todo lo externo de la carne y los huesos son deshechos. Cuando todo está deshecho, lo que permanece es un alma que está definida por su amor a Dios. No puede haber un amor que sea más sincero.

 

Para Meditar:

¿Cuál es la diferencia entre el alma y el cuerpo según los pasajes de la Escritura que hemos visto en este capítulo?

¿Cómo la comprensión de que el alma no se define por posesiones o posición influye en el modo en que tratamos a los demás?

¿Por qué usted supone que le damos tanto valor a nuestros cuerpos terrenales?

¿Qué significa amar a Dios con nuestra alma?

 

Para Orar:

Tome un momento para examinar la motivación de su amor por el Señor. ¿Es por lo que puede obtener para sus necesidades físicas o es un amor que se origina en su alma? Pida al Señor que le dé un amor sincero por Él desde lo más profundo de su ser.

Agradezca al Señor porque Su deseo es que nuestro amor por Él dure más que nuestros cuerpos terrenales. Agradézcale porque Él quiere que permanezcamos en esta relación de amor por toda la eternidad.

 

 

7-EL COMPROMISO DEL ALMA

Aunque no podemos ver el alma, tenemos una función que desempeñar a la hora moldear y definir sus prioridades y compromisos. La Biblia deja claro que el destino, la forma y las prioridades del alma dependen, hasta cierto punto, de nosotros.

Escuche lo que el Señor Jesús dijo en Mateo 10:28:

Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

Jesús dijo a los que lo escuchaban que temieran al que podía destruir el alma y el cuerpo en el infierno. Esto nos dice que algunas almas van camino hacia el infierno. Por otro lado, en Apocalipsis 6:9 y Apocalipsis 20:4, el apóstol Juan vio las almas de aquellos que habían sido asesinados por causa de su fe, en la presencia de Dios en el cielo.

No todas las almas compartirán el mismo destino. Algunas almas pasarán la eternidad en el infierno mientras otras descansarán en la presencia de su Señor en el cielo. Una de las decisiones más importantes que usted y yo haremos concierne al destino de nuestras almas. El Señor Jesús murió en la cruz del Calvario para pagar el castigo por nuestros pecados. El pecado separaba nuestras almas de Dios. Ninguna alma podría entrar a la presencia de Dios sin primero limpiarse de su pecado. Solamente los que aceptan la obra del Señor Jesús y Su perdón pueden conocer esta limpieza. Amar a Dios el Señor con toda nuestra alma implica primero que aceptemos Su ofrenda para salvar nuestras almas del pecado por medio de Su obra en la cruz del Calvario. Nadie puede decir que ama al Señor con toda su alma si ha rechazado Su ofrenda para salvar su alma.

Tomar una decisión sobre el futuro de nuestras almas es la decisión más importante que podamos tomar. Sin embargo, esta no es la única decisión que debemos tomar en relación con nuestras almas. Ahora que hemos llegado a conocer a Cristo y hemos recibido Su perdón, la siguiente pregunta tiene relación con el compromiso y las prioridades de nuestra alma. Jesús dijo a Sus discípulos en Mateo 16:24-26:

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

En este pasaje Jesús nos da una norma para vivir. Él dijo a Sus discípulos que si ellos querían seguirle, entonces tenían que ocurrir unas cuantas cosas. Ellos tendrían que negarse a sí mismos y tomar su cruz. Esto significaba que tendrían que abandonar sus propios planes y rendirse a Su propósito para Sus vidas. Nadie que no estuviese dispuesto a dejar el mundo atrás puede seguirle. Esta es una decisión que cada uno de nosotros tendrá que tomar. Ahora que Jesús ha salvado nuestras almas, ¿cuál será a cambio el compromiso de esas almas con Él?

Jesús demostró Su compromiso con nosotros en Su vida en la tierra. Mateo nos dice que Él dio Su vida en “rescate por muchos” (ver Mateo 20:28). Jesús eligió dar Su vida para cumplir el propósito y la voluntad de Su padre en nuestra salvación. Él ahora nos llama a seguir Su ejemplo.

Un vistazo a la iglesia primitiva nos muestra el compromiso de los creyentes de dar su vida a la causa del Señor Jesús. El compromiso de Pedro es claro en Juan 13:37 cuando dijo:

Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti.

La iglesia primitiva envió a Judas y a Silas junto con Bernabé y Pablo a los creyentes en Jerusalén. Observe lo que la iglesia dijo sobre estos hombres en Hechos 15:25-26:

…nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Cuando los creyentes trataron de convencer a Pablo para que no fuera a Jerusalén, Pablo escribió en Hechos 20:24:

Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

Pablo no tenía miedo de dar su vida por la causa del Señor Jesús. Hizo de ella su compromiso de vivir para el Señor y Su gloria, incluso si esto significaba la muerte física.

Pablo le dijo a la iglesia en Filipenses 2:25-30 que recibieran a Epafrodito porque por poco muere arriesgando su vida para compensar lo que los filipenses no habían podido darle a Pablo.

Todas estas personas hicieron un compromiso en su alma de seguir al Señor sin importar lo que costara. Ellos no tenían miedo de sufrir en sus cuerpos físicos, tampoco lo tuvieron por causa de su Señor. ¿Cuál será el compromiso de nuestras almas? Jesús nos pone un desafío en Lucas 14:26:

Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.

Jesús no nos está mandando a odiar a nuestro padre, madre, esposa e hijos. Esto iría en contra de otra clara enseñanza de la Biblia. Lo que Él nos sí nos está diciendo, sin embargo, es que debemos estar dispuestos a dejar todo atrás por la causa del Señor Jesús. Tenemos que amarlo más que todo lo demás, incluso más que a nuestra propia vida.

En Apocalipsis 6:9-10 leemos sobre las almas de los que habían sido asesinados. En el cielo estas almas se comunicaban con Dios, razonaban y sentían el dolor de la injusticia en la tierra.

Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?

Cuando estas almas estaban en sus cuerpos terrenales, eligieron vivir para el Señor. Ellas arriesgaron sus vidas físicas por Su causa. Dedicaron sus cuerpos al servicio de Él y a llevar a cabo Sus propósitos. Voluntariamente entregaron esos cuerpos a sufrir y aun morir por Su gloria sabiendo que cuando esos cuerpos fuesen eliminados, sus almas entrarían a la presencia del Señor en el cielo.

Mientras los cuerpos en los cuales estas almas estaban hospedadas experimentaban gran sufrimiento y dolor, todas estas almas tenían el compromiso de vivir para el Señor su Dios. Ellas no dejaron que el dolor físico y el sufrimiento les impidieran servir y honrar a su Dios. Como el apóstol Pablo, ejercitaron disciplina sobre sus cuerpos y los sometieron al llamado superior de Dios:

…sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado. (1 Corintios 9:27)

Detrás del sufrimiento del cuerpo estaba un alma real comprometida a honrar la causa de Cristo sin importar el costo. Estas almas tenían como su prioridad y objetivo permanecer fieles, incluso si ello implicaba perderlo todo.

¿Ama usted al Señor su Dios con toda su alma? ¿Estará dispuesto a comprometerse con Su propósito incluso si esto implica la muerte de su cuerpo físico? Si lo ama con toda su alma, entonces entregará su vida por Su propósito. Amar a Dios de esta manera es seguir el ejemplo del Señor Jesús quien voluntariamente entregó Su vida por nosotros.

 

Para Meditar:

¿Cuán a menudo nuestras decisiones en la vida han estado más influenciadas por nuestras necesidades físicas que por el deseo y la pasión de nuestra alma?

¿Entrarán todas las almas a la presencia del Señor en el cielo? ¿Se comprometerán todas las almas a buscar de Dios y Su propósito? ¿Qué nos enseña esto sobre las decisiones que el alma tiene que tomar?

¿Ha comprometido usted su alma para buscar del Señor? ¿Ha hecho que el compromiso de su alma sea rendir todo al Señor?

 

Para Orar:

Dé gracias al Señor que le ha dado libre albedrío para buscar de Él. Pídale que le conceda gracia para comprometer su alma a Él y a Sus propósitos para su vida.

¿Conoce a alguien que nunca ha consagrado su alma al Señor Jesús ni ha recibido Su perdón? Tome un momento para orar por esa persona. Pida a Dios que revele a esa persona su necesidad y que suavice su corazón para recibir al Señor.

 

 

8-PUREZA DE CARÁCTER

Hay otro aspecto en cuanto a amar a Jesús con nuestras almas que necesitamos examinar. La Biblia nos pone el desafío de velar por nuestras almas. De hecho, el escritor a los Hebreos nos dice que Dios nos había dado líderes para ayudarnos a hacer justamente eso:

Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso. (Hebreos 13:17)

Si hay algo que es seguro en esta vida es que nuestro enemigo Satanás también está velando nuestras almas y tratando de influenciarlas para que se aparten de nuestro Creador. El apóstol Pedro hizo muy claras declaraciones en su vida; también negó al Señor Jesús tres veces. Pedro entendía lo fácil que es caer para el creyente; también entendía el poder que tiene el enemigo para engañar y tentar. Hay una batalla librándose por la lealtad de nuestras almas.

Al escribir en 1 Pedro 2:11 el apóstol, que sabía lo que era ser presa de las tentaciones del enemigo, escribió:

Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.

¿Quién de entre nosotros no ha sentido el aguijón de estas flechas en nuestra alma? No hay cosa que al enemigo le guste más que llenar nuestras almas con lujurias y deseos pecaminosos. Su intención es distraernos del propósito de nuestro Creador y poner nuestras almas en un camino de destrucción y derrota espiritual.

Escuche lo que el apóstol Pedro tenía que decir sobre los falsos maestros en 2 Pedro 2:14:

Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición.

Note la frase “seducen a las almas inconstantes”. Lo que Pedro está diciendo a sus lectores es que estos falsos maestros estaban apartando las almas de la verdad de la Palabra de Dios.

Estamos viviendo en un mundo que ha sido “seducido” por falsos maestros y tentaciones de Satanás. Esto no es nuevo. Al escribir en Romanos 1:21-25 el apóstol Pablo habló de la corrupción que devastaba las almas de hombres y mujeres de su tiempo:

Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.

Muchas personas han dejado que sus almas se contaminen con las lujurias de este mundo y las tentaciones que las rodean. Dan lugar en sus vidas a los malos deseos y a las actitudes pecaminosas. Rinden sus almas a los caminos pecaminosos.

La guerra de Satanás es en contra de nuestra alma. Como creyentes, tenemos la obligación de mantener nuestras almas puras y justas delante de Dios. Veamos la oración de Pablo por los cristianos en 1 Tesalonicenses 5:23:

Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

El apóstol Pablo oraba para que el espíritu, alma y cuerpo de los cristianos de Tesalónica se conservaran irreprensibles. Esto nos dice que es posible que pequemos contra nuestras almas al dejar que se corrompan con las tentaciones de este mundo. Muchos han sido presa de estas tentaciones y han corrompido sus almas.

Amar a Jesús con toda nuestra alma implica conservarla pura y libre de distracción. El gran deseo del Señor Jesús es presentarnos a Su padre como una novia “sin mancha ni arruga”. Veamos el desafío de Pablo a los cristianos de Éfeso:

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (Efesios 5:25-27)

Observemos que Cristo se entregó a nosotros para limpiarnos y de ese modo presentarnos al Padre santos y sin mancha. Recuerde que son nuestras almas las que entrarán a la presencia de Dios en el cielo.

El apóstol Pedro escribe en 2 Pedro 3:14:

Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.

Es la obligación de todo cristiano, en virtud de lo que el Señor Jesús ha hecho, mantener su alma pura e irreprensible. Este proceso requiere un esfuerzo muy específico de nuestra parte. El apóstol Pedro nos dice en 1 Pedro 1:22:

Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro.

Pedro nos dice que los cristianos a quienes él había escrito estaban purificando sus almas por la obediencia a la Palabra de Dios. Él los animó a seguir haciéndolo. Si hemos de mantener nuestras almas puras tenemos que aprender a caminar en obediencia a la verdad de la Palabra de Dios.

Nuestras almas pueden ser corrompidas e ir en pos del mal. Si amamos al Señor con toda nuestra alma tendremos que hacer el mayor esfuerzo para purificar esas almas de todas las impurezas. Haremos que nuestra prioridad sea conservar esas almas limpias para nuestro Señor. Cuando me casé con mi esposa, prometí guardarme para ella solamente. Esto es lo que el cristiano debe hacer también. Debemos preservar nuestras almas para el Señor Jesús solamente. Por el amor y la devoción a Él guardamos nuestras almas para que le agraden y le den gran deleite y honor.

Desde el mismo principio el enemigo ha tratado de corromper las almas de hombres y mujeres apartándolos del propósito de Dios y Su Palabra. Amar a Dios con toda nuestra alma significa preservar nuestras vidas puras y libres de maldad. La ley del Antiguo Testamento requería que solamente los corderos sin mancha o imperfección eran los que se podían ofrecer al Señor como ofrenda por el pecado. Dios espera que mientras preparamos nuestras almas para estar con Él para siempre, nosotros hagamos todo lo posible para purificarlas.

Amar a Dios con toda nuestra alma significa ofrecerle a Él un alma que sea pura, sin mancha y sin arruga. Si usted lo ama con toda su alma no querrá tener nada en su vida que le desagrade a Él o lo aleje. Usted hará todo lo que esté a su alcance para honrarlo con sus actitudes, prácticas y pensamientos.

 

Para Meditar:

¿Puede el mal influir sobre nuestras almas?

¿Cómo el preservar nuestras almas puras y sin mancha revela nuestro amor por Dios?

¿Cómo el enemigo ha estado tratando de contaminar nuestras almas en el presente? ¿Con cuáles tentaciones específicas está usted luchando?

 

Para Orar:

Pidamos al Señor que revele cualquier forma en que nuestra alma ha sido atraída por el pecado y el mal. Pidamos a Dios que nos perdone y nos limpie.

Pidamos a Dios que nos dé un corazón que quiera mantenerse puro y libre de cualquier pecado que contamine nuestra alma.

Demos gracias a Dios porque Él puede limpiarnos y perdonarnos por las impurezas de nuestra alma.

 

9-FORTALECIÉNDONOS

Hace un tiempo estaba muy exhausto por el estrés de mucho servicio. Recuerdo cómo el Señor habló a mi corazón en ese tiempo. “Wayne”, lo escuché decir en mi corazón, “no puedes dar del vacío; tienes que dar del desbordamiento”. Esto tuvo un impacto profundo en mi manera de pensar desde ese momento en adelante. Me había saturado con la enseñanza de que teníamos que vaciarnos siempre y que a lo sumo éramos vasijas vacías. El problema de esta enseñanza es que una vasija vacía no tiene nada que dar. Si vamos a dar necesitamos tener algo para dar. Esto requiere que estemos llenos.

Este estudio surge en el contexto de mi lucha con la fatiga ministerial. Había estado dando mucho al servicio del Señor pero no me estaba llenando. Llegó un punto en mi vida en que estaba agotado físicamente, espiritualmente y emocionalmente. En una ocasión perdí el conocimiento mientras manejaba mi carro y terminé volcado en una zanja. El agotamiento físico dio lugar al agotamiento emocional y a la depresión, y aun así seguía ministrando sin tomar el descanso adecuado.

Fue en este contexto que un colega me hizo una pregunta que me cambió la vida. “Wayne”, preguntó, “¿cómo obedeces el primer mandamiento?” Esa fue una pregunta clave. Mientras reflexionaba sobre esto durante las semanas y meses siguientes, comencé a darme cuenta de que no amaba a Jesús como debía amarlo. ¿Cómo podía amarlo a Él con toda mi fuerza si yo estaba agotado y exhausto físicamente todo el tiempo? No podía dar lo que ya no tenía. Si iba a amar a Jesús con toda mi fuerza, lo primero que tenía que hacer era ser fortalecido.

El Señor Jesús nos dice en Hechos 20:35 que “más bienaventurado es dar que recibir”. El Señor Jesús nos está diciendo que Él se deleita más en darnos a nosotros que en recibir de nosotros. Es importante que comprendamos esto. El Señor quiere dar. Él quiere fortalecernos y capacitarnos. Él quiere llenarnos con Su fuerza y Sus dones. Hacer esto por nosotros es Su gran deleite.

Al escribir a los Efesios, el apóstol Pablo les puso el desafío de llenarse de la plenitud de Dios.

…y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. (Efesios 3:19-21)

Observe la relación en estos versículos entre ser llenos de la plenitud de Dios y la alabanza que brota en el corazón de Pablo. Recibir fuerza y plenitud del Señor produce un corazón de amor y devoción. La bondad de Dios fortaleciéndonos y llenándonos nos invade, y expresamos esto en un amor y una devoción más profundos hacia Él.

En Efesios 5:18 Pablo dijo a los creyentes:

No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.

Ser llenos del Espíritu no es una opción; es un mandato. Dios nos manda a estar llenos. Amar a Dios con toda nuestra fuerza implica primero llenarse de la fuerza que procede de Su Espíritu. No tenemos nada que dar hasta que primero recibamos de Dios. Si queremos amar a Dios con toda nuestra fuerza debemos en primer lugar abrirnos nosotros mismos para recibir todo lo que Él quiere dar.

Existen algunas personas que sienten que si nos enfocamos demasiado en recibir, nos desenfocamos de Dios. Este no es el caso. El himnólogo John Newton, quien vivió desde 1725 hasta 1807 escribió:

La mejor recompensa para alguien como yo,
Tan miserable y tan pobre,
Es de Sus dones hacer un ruego
Y pedirle aún por más.

No puedo servirle como debo,
No tengo obras de las cuales gloriarme,
Aun así, me gloriaría en el pensar,
Que a Él le debo más.

Por muchos años las palabras de este himno me han impactado. John Newton comprendía que Dios deseaba dar. Él entendía que a menos que recibiera de parte de Dios, no tendría nada que dar a cambio. Él se comprometió a recibir de Dios tanto como pudiera, y de esa manera usarlo para honrarlo en su vida. No podemos dar lo que no tenemos. Debemos clamar a Dios por más. Tenemos que abrirnos para recibir todo lo que Él está tan dispuesto a dar, y de esa manera tener algo que darle a cambio.

Si vamos a amar a Dios con toda nuestra fuerza también debemos darnos cuenta de las limitaciones de nuestros cuerpos físicos. El Salmista escribió en el Salmo 127:2:

Por demás es que os levantéis de madrugada, y va¬yáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño.

Dios derrama Su fuerza en nuestros frágiles cuerpos humanos. Estos cuerpos y mentes se cansan cuando no los cuidamos ni tomamos el descanso que necesitamos. El salmista nos dice que Dios da descanso a Sus amados. Si queremos usar la fuerza que Dios provee a su máxima capacidad necesitamos cuidar estos cuerpos terrenales. Si por descuido desgasto mi cuerpo, ¿cómo puedo tener la fortaleza para amar al Señor con toda mi fuerza? ¿Cómo puedo usar los dones que me ha dado si estoy exhausto y explotado? Aun nuestros jefes terrenales saben que la productividad en el puesto de trabajo disminuye cuando los trabajadores están agotados. Lo mismo es cierto en nuestro servicio espiritual. Si vamos a amar a Dios con toda nuestra fuerza, necesitaremos cuidar las vasijas en las cuales Él derrama Su fuerza. A veces estamos tan agotados y explotados que nuestros esfuerzos por el Señor, aunque proceden de un buen corazón, son mucho menos de lo que Él merece.

Amar a Jesús con toda nuestra fuerza implica primero dejar que Él nos dé todo lo que necesitamos para el ministerio y el servicio. Si Él no da, nosotros no tendremos nada que ofrecer. Como cristianos necesitamos llenarnos hasta rebosar. En la medida que Él nos llena nosotros somos renovados y fortalecidos. Dios no sólo nos llenará sino que también rebosará en nosotros para bendecir a otros. Si damos del vacío pronto nos secaremos; sin embargo, cuando damos de la sobreabundancia, somos renovados constantemente. Nadie puede seguir dando desde el vacío. Tenemos que llenarnos y rebosar si vamos a continuar sirviendo. La oración del apóstol Pablo por los creyentes en 1 Tesalonicenses 3:12 era que abundaran en amor los unos por los otros.

Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros.

Lo que se aplica al amor también es válido para nuestra fuerza. Debemos rebosar de la fuerza que Dios provee de modo que no sólo nosotros estemos llenos y satisfechos, sino que los demás también lo estén.

La fuerza que Dios provee debe renovarse cada día. Se renueva en la medida que buscamos del Señor y Su plenitud, pero también se renueva al cuidar de nuestros cuerpos los cuáles son los instrumentos que Dios usa para mostrar Su fuerza al mundo. Amar al Señor con toda nuestra fuerza implica recibir de Él todo lo que Él desea dar y cuidar de las vasijas terrenales donde Él pone esa fuerza. Presionarnos constantemente más allá de lo que nuestra vasija terrenal puede manejar, solo conducirá a una capacidad disminuida de amar a Dios con toda nuestra fuerza.

 

Para Meditar:

¿De dónde viene nuestra fuerza para servir al Señor?

¿Está mal que busquemos llenarnos más y más de la fuerza del Señor? ¿Cuál debe ser nuestra motivación para buscar la fuerza del Señor?

¿Cuán importante es que nosotros reconozcamos nuestras limitaciones en estos cuerpos terrenales? ¿Cuán importante es que cuidemos nuestros cuerpos en los cuales el Señor derrama Su fuerza?

¿Ha estado usted sirviendo al Señor de su propio vacío? ¿Qué puede hacer para ser fortalecido?

 

Para Orar:

Dé gracias al Señor por la fuerza que pone a su disposición.

Pida al Señor que le dé gracia para usar la fuerza que Él le da para honrar Su nombre.

Pida al Señor que lo ayude a cuidar del cuerpo en el cual Él derrama Su fuerza.

Tome un momento para confesar al Señor que no siempre ha cuidado la vasija que Él ha decidido usar para derramar Su fuerza.

 

 

10-PERSEVERANDO EN SITUACIONES DIFÍCILES

En el último capítulo vimos que, si queremos amar al Señor con toda nuestra fuerza, necesitamos ser un pueblo que busque llenarse cada día con la fuerza que Él provee con tanta disposición.

Servir a Dios con toda nuestra fuerza no es fácil. Dios provee la fuerza que necesitamos, pero esto no quita la lucha o la dificultad en la vida. Hay una historia maravillosa en el libro de 2 Samuel 23:9-10 sobre uno de los hombres poderosos de David, un hombre llamado Eleazar:

Después de éste, Eleazar hijo de Dodo, ahohíta, uno de los tres valientes que estaban con David cuando desafiaron a los filisteos que se habían reunido allí para la batalla, y se habían alejado los hombres de Israel. Este se levantó e hirió a los filisteos hasta que su mano se cansó, y quedó pegada su mano a la espada. Aquel día Jehová dio una gran victoria, y se volvió el pueblo en pos de él tan sólo para recoger el botín.

Eleazar es un ejemplo de un hombre que sirvió a Dios con toda su fuerza. Él se mantuvo firme y defendió su territorio por sí solo. Cuando todos los demás abandonaron sus puestos, Eleazar peleó contra el enemigo hasta que su mano se cansó tanto que se le quedó pegada a la espada. Dios recompensó su fidelidad y le dio la victoria. El resto del ejército de David regresó simplemente para tomar los despojos.

En el caso de Eleazar, amar al Señor con toda su fuerza implicaba arduo trabajo y disciplina. Esto significaba quedarse solo cuando todos los demás abandonaron sus puestos. Hubo dolor y sufrimiento para él, pero estuvo dispuesto a hacer el esfuerzo.

Vemos esta misma dedicación en la vida del apóstol Pablo. Leemos en Hechos 14:19-22:

Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto. Pero rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con Bernabé para Derbe. Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.

Después de ser apedreado en Listra y dado por muerto fuera de la ciudad, Pablo se levantó y viajó a la ciudad de Derbe donde continuó predicando las buenas noticias y fortaleciendo a los creyentes. Aunque nunca he sido apedreado por mi fe, puedo imaginar que Pablo sufrió enormemente. Las pedradas pudieron haberlo dejado inconsciente. Probablemente lo hirieron y tal vez le partieron unos cuantos huesos. Para viajar en esa condición hacía falta mucha fuerza corporal y emocional. Sin embargo, el amor de Pablo por el Señor Jesús era tal, que estaba más que dispuesto a invertir toda su fuerza en alcanzar a otros con el mensaje del evangelio del amor y perdón de Jesús.

Pablo se esmeró en 2 Corintios 11:25-28 al describir las dificultades que enfrentó en su ministerio para el Señor:

Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias.

No podemos leer este pasaje sin impresionarnos con la tremenda cantidad de fuerza física y emocional que hacía falta para soportar lo que Pablo pasó. He aquí un hombre que fue golpeado y apedreado físicamente; naufragó, y por un día y una noche luchó por su vida en alta mar; se esforzaba y trabajaba constantemente; a veces se quedaba sin dormir y llegó a experimentar hambre y un frío penetrante. Todo esto, sin duda, agotó lo que le quedaba de fuerza. ¿Qué lo mantuvo sobre la marcha? ¿Cuál fue su motivación? Él es un vívido ejemplo de un hombre que amó a su Salvador con toda su fuerza.

El ejemplo de Pablo no es el único ejemplo de esta clase que aparece en las Escrituras. El escritor a los Hebreos habla de otras muchas personas que estuvieron dispuestas a sufrir y soportar grandes privaciones físicas por la causa de su Señor. Veamos lo que él escribe en Hebreos 11:32-38:

¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.

La gente de la que se habla aquí eran hombres y mujeres comunes fortalecidos por Dios para enfrentar la batalla. Ellos fueron torturados, burlados, azotados, encadenados, apedreados, aserrados por la mitad, maltratados y perseguidos. Vivían en cuevas, montañas, desiertos y cavernas. Eran personas que no tenían apoyo económico. Su fidelidad a Dios requería de tremenda fuerza física y emocional. Ellos lo soportaron todo y perseveraron en la fuerza que el Señor proveyó, mostrándonos a nosotros lo que significa amar con todas las fuerzas.

Yo no sé cuál oposición usted tiene que enfrentar hoy. Quizás no enfrentamos la misma oposición de aquellos a los cuales se refirió el escritor a los Hebreos, pero Dios nos está llamando a permanecer firmes en la fuerza que Él provee. Al escribir a los Gálatas Pablo expresa:

No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. (Gálatas 6:9)

El desafío del apóstol Pablo a los Gálatas era que no se cansaran. Ellos no debían rendirse, sino que debían perseverar en la obra que Dios les había dado. Como alguien que ha estado en el ministerio por algún tiempo, entiendo cuán fácil es que nos cansemos en el servicio del Señor. A veces los obstáculos que se ponen en nuestro camino pueden desanimarnos. Como Jeremías, a veces trabajamos durante años sin ver el fruto de nuestra ardua labor. A veces las personas no reconocen nuestros esfuerzos. Muchos grandes siervos de Dios antes de nosotros se fatigaron. El profeta Elías es un ejemplo claro de esto. En 1 Reyes 19, después de derrotar a los profetas de Baal, Elías estaba agotado física y emocionalmente. En 1 Reyes 19:4 leemos:

Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.

Aquí vemos a un profeta desanimado. Estaba desalentado porque su fuerza estaba acabada. No le quedaba nada que dar ni emocional ni físicamente. En su condición debilitada, estaba listo para rendirse.

Es importante que nos percatemos en 1 Reyes 19:7 que un ángel del Señor vino y le proveyó a Elías de alimento. Esa comida fortaleció a Elías de modo que pudo hacer un viaje de cuarenta días al Monte Horeb donde se encontraría con Dios.

Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. (1 Reyes 19:7-8)

Allí en la montaña, Dios el Señor se encontró con Elías, hablándole en un silbo apacible. La fuerza física de Elías había sido renovada por la comida que el ángel le trajo. Aquí en la montaña el Señor renovó su fuerza espiritual y emocional y lo envió de nuevo.

En Gálatas 6:9 Pablo desafía a la iglesia de Galacia a que no se cansaran. El apóstol sabía lo que era enfrentar la oposición y la lucha. Sabía lo que era enfrentar la tentación de agotarse. Sin embargo, también conocía, como Elías, el poder fortalecedor del Señor. Esa fortaleza puede ser nuestra también. Si estamos dispuestos a ser fieles, Dios nos proveerá con la fuerza que necesitamos.

Él no nos pide que hagamos nada que Él no estuvo dispuesto a hacer por nosotros. Hebreos 12:2-3 nos pone el desafío de mirar a Jesús como nuestro ejemplo. Él nos amó con toda Su fuerza al dar Su vida por nosotros en la cruz:

…puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.

Durante Su breve estancia en esta tierra, el Señor Jesús se entregó completamente a la obra del Padre por nosotros. Lucas 9:58 nos dice que Él no tuvo ni siquiera un lugar para recostar Su cabeza.

Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

Él sabía lo que era que se burlaran de Él y lo ridiculizaran.  Sintió el dolor del látigo en Su espalda. Fue crucificado en una cruz, y soportó esto por nuestra causa. Él nos dio un ejemplo a seguir. Dijo a Sus discípulos que si querían seguirlo tendrían que tomar sus propias cruces todos los días.

Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. (Lucas 9:23)

Jesús no promete que las cosas serán fáciles en la vida. De hecho, Él deja bien claro que será todo lo contrario. A Sus seguidores se les pedirá que lo amen con todas sus fuerzas. Para esto hace falta disciplina y paciencia. Él promete llenar a todo el que lo obedezca con la fuerza que ellos necesiten. Amar a Dios el Señor con toda nuestra fuerza significa pasar por lugares difíciles y perseverar en tiempos de angustia.

 

Para Meditar:

¿Amar y caminar con Dios será siempre fácil? ¿Qué tipo de obstáculos tendremos que enfrentar? ¿Qué luchas tendremos que pasar?

¿Cómo el apóstol Pablo demostraba que amaba a Dios con toda su fuerza?

¿Cómo Jesús nos amó con toda Su fuerza?

¿Está usted dispuesto a amar a Dios con toda la fuerza que tiene?

 

Para Orar:

Agradezca al Señor por la fuerza que Él provee. Pídale que le dé gracia para usar esa fuerza para Él y Su servicio.

Pida al Señor que lo perdone por las veces que no ha perseverado o confiado en Él hasta el fin.

Pida al Señor que lo fortalezca en la lucha que enfrenta hoy. Comprométase a usar toda la fuerza que Él provee para caminar fielmente con Él.

 

 

11-SIRVIENDO A DIOS

Servir al Señor con toda nuestra fuerza implica usar las habilidades que Él ha dado. Pablo les dijo a los corintios que cada uno de ellos había recibido un don del Señor para usarlo para Su gloria.

Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. (1 Corintios 12:7-10)

Más adelante, el apóstol desafía a los creyentes romanos a ejercer los diversos dones que Dios les había dado.

De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. (Romanos 12:6-8)

Percatémonos cómo Pablo exhortaba a los romanos a ejercer los dones que Dios les había dado en proporción a su fe, con generosidad, diligencia y alegría. Dios no espera nada menos de nosotros hoy. Si queremos amar a Dios con toda nuestra fuerza necesitamos descubrir los dones que Él nos ha dado y ejercitarlos.

Jesús contó una parábola en Mateo 25:14-30 sobre un señor que salió de viaje. Antes de partir, le dio a cada uno de sus siervos una cierta cantidad de dinero. Como él conocía a sus siervos, el señor dio a cada uno según su capacidad (Mateo 25:15). Su expectativa era que invirtieran lo que él les había dado, para que a su regreso él pudiera recibir su dinero con interés (Mateo 25:27).

Uno de los siervos enterró su dinero y lo devolvió al Señor sin interés. Mateo nos dice que el señor se molestó con él por no invertir el dinero y sacar una ganancia. La clara lección que sacamos de esto es que Dios espera que le devolvamos con intereses lo que ha invertido en nuestras vidas.

¡Qué privilegio tenemos de ser instrumentos en las manos del Señor para la expansión de Su reino! Él nos ha dotado a cada uno para una obra en particular. Este es un honor que no osamos tomar a la ligera. Demostramos nuestro amor por Dios en el modo que usamos los dones que Él nos ha dado.

Imagine por un momento que usted comprara un regalo especial para un amigo. Pensó mucho en este regalo e invirtió mucho de su dinero ganado con duro trabajo para encontrar justamente el regalo apropiado. Imagine que su amigo recibió este regalo con gratitud pero lo puso en un closet y nunca lo sacó ni lo usó. ¿Cómo se sentiría usted como dador del regalo?

Hace algún tiempo el Señor me mostró una imagen de un niño cuyo padre le había comprado un triciclo nuevo. Recuerdo haber notado la alegría en el rostro del niño mientras iba de un lugar a otro por toda su casa montado en su triciclo. Sin embargo, lo que me conmovió aun más fue lo que vi en el rostro de su padre, el cual también mostraba una gran alegría mientras miraba a su hijo. Ese día el Señor me mostró que la mejor manera de decir gracias a Él es usar y disfrutar los dones que hemos recibido de Su mano. Demostramos nuestro amor por Dios al usar y disfrutar de las habilidades que Él nos ha dado.

Quiero señalar aquí que amar al Señor con todas nuestras fuerzas y habilidades es un requisito para todas las edades. En América del Norte donde vivo, mucha gente esperan ansiosamente sus años de jubilación cuando ya  no tengan que trabajar. Estas personas ciertamente merecen un descanso de su trabajo terrenal. Sin embargo, la realidad es que en lo espiritual no existe tal cosa como la jubilación. Cuando Dios nos dice que hemos de amarlo con toda nuestra fuerza, no pone restricciones de edad en este mandamiento.

Muchas veces me deleito en gran manera al ver que hay creyentes que al final de sus vidas siguen dando al Señor de sus habilidades y su fuerza. Es cierto que nuestras capacidades físicas, emocionales y mentales parecen disminuir con la edad, pero el requisito de amar al Señor con toda nuestra fuerza, permanece. Puede que no sienta que tiene mucho para dar pero Dios se deleita en verlo usar lo pequeño o poco que usted hace para Su gloria.

En la parábola de Mateo 25 el señor le dio a cada uno de sus siervos una cantidad diferente de dinero. Una mirada rápida a nuestro alrededor nos muestra que a todas las personas no se les ha dado los mismos dones, en la misma medida. Parece ser que a algunas se les ha dado dones y responsabilidades extraordinarios, y los dones de los otros parecen ser muy comunes. Lo que nosotros tenemos no es lo importante; es lo que hacemos con lo que tenemos.

Juan 6:1-14 relata la historia de cómo el poquito de almuerzo de un muchacho fue usado para alimentar a una multitud. Este joven ofreció lo poco que tenía y el Señor lo honró al alimentar una gran multitud. Muchos, con incluso más recursos, no logran hacer tanto.

Jesús espera que nosotros usemos los dones y habilidades que Él nos ha dado, ya sean pocos o muchos. Veamos lo que Él dijo a Sus discípulos en Lucas 12:48:

…porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.

Mientras más el Señor da, más espera que se le dé a cambio. ¿Quién de entre nosotros no ha recibido muchas bendiciones del Señor? Todos nosotros tenemos uno o más dones espirituales procedentes de Él. Tenemos un papel especial a desempeñar para la expansión del reino. Dios quiere que usemos para Su gloria todo lo que se nos ha dado.

Hay dos detalles importantes que quiero enfatizar en este capítulo. En primer lugar, como hijos de Dios, estamos absolutamente seguros en nuestra relación con nuestro Padre celestial. El Padre me acepta completamente gracias a la obra que hizo el Señor Jesús en la cruz del Calvario. Dios no me aceptará más porque le sirva más, tampoco me aceptará menos porque le sirva menos. Mi aceptación delante de Dios depende de la obra de Cristo por mí y no de mis esfuerzos para agradarle. Su amor por mí no depende de cómo uso mis habilidades. Debido a que ya soy aceptado de manera perfecta, ahora soy libre para servirle por amor y devoción. No le sirvo para ser aceptado, sino que le sirvo motivado por el amor y la devoción a Dios.

El segundo principio que necesitamos entender aquí es que el Dios al cual servimos es un Dios soberano y todopoderoso. Él creó el mundo como lo vemos sin nuestra ayuda y también así lo sostiene. Este Dios maravilloso y asombroso es plenamente capaz de lograr Sus objetivos sin nosotros. Sin embargo, Él ha escogido involucrarnos en este gran plan de la extensión de Su reino. ¿Por qué un Dios todopoderoso y soberano nos encomendaría la tarea de expandir Su reino? No es porque nos necesita. En esencia, es porque nos ama. Él se deleita en darnos dones y vernos usarlos con alegría. Él se deleita al ver a Sus hijos maravillados de cómo Su poder obra en ellos. Su corazón se estremece cuando rebosamos de alabanzas y acción de gracias ante las cosas milagrosas que Él está haciendo a través de nosotros para Su causa.

Cuando mi hijo estaba creciendo, hacía que me ayudara con las tareas de la casa. No era porque necesitaba su ayuda. De hecho, sus habilidades todavía no se habían desarrollado lo suficiente para ser una verdadera ayuda. En realidad me llevaba tanto tiempo ayudarlo como el hacer la tarea. A veces su ayuda hacía la tarea aun más difícil. ¿Por qué le pedía que ayudara cuando yo podía hacerlo con menos esfuerzo, sin él? Lo hacía por amor a él. Quería pasar tiempo con él; quería interactuar con él. Así es como sucede con el Señor. Él decide usarnos no porque nos necesita, sino porque nos ama.

Amar a Dios con toda nuestra fuerza implica asociarnos con Dios en la expansión de Su reino. Aquellos que aman a Dios con todas sus fuerzas se deleitan en usar las habilidades que Dios les ha dado para Su gloria. Ellos se regocijan en usar su fuerza para Él porque es un medio de comunión con Él. Se deleitan en unirse a Él para la expansión de Su reino. Sus corazones se llenan de alabanza al ver al Espíritu de Dios derramarse a través de ellos y usarlos de maneras maravillosas para la gloria y el deleite de su Padre celestial.

En mi experiencia personal, a menudo he encontrado que mi conexión más íntima con Dios ha sido a través de los dones que Él me ha dado. Encuentro que cuando estoy escribiendo o enseñando Dios parece estar más cerca. Experimento mi comunión e intimidad más cercana a Dios cuando uso la fuerza que Él me ha dado. Amamos a Dios al usar la fuerza que Él nos ha dado.

 

Para Meditar:

¿Qué fuerzas y dones el Señor le ha dado? ¿Cómo los ha estado usando usted para Su gloria?

¿Cuál es la diferencia entre servir a Dios para ser aceptado por Él y servir a Dios por amor y devoción a Él?

¿Cuál es la conexión entre el servicio a Dios y la comunión con Dios? ¿Cómo su comunión con Dios ha sido afianzada por su servicio?

¿Es el amor a Dios la motivación detrás de su servicio?

 

Para Orar:

Pida al Señor que le dé gracia para demostrar su profundo amor por Él mediante el modo en que le sirve con la fuerza y los dones que Él ha provisto.

Pida a Dios que lo perdone por las veces que no le ha servido por amor y devoción a Él.

Pida a Dios que le muestre cómo puede usar las fuerzas y los dones que Él le ha dado para demostrar más su amor por Él.

 

12-MANTENIENDO LA MENTE PURA

La palabra "mente" en las Escrituras se refiere a la parte de nosotros que procesa el entendimiento y los pensamientos. En este estudio quiero examinar dos aspectos en relación con amar a Dios con nuestra mente.

El primer aspecto de amar a Dios con nuestra mente tiene que ver con mantener nuestras mentes puras. Si usted es casado, recordará los votos que hizo a su cónyuge. Prometió rechazar a cualquier otra persona y ser fiel a su pareja solamente. Para esto hizo falta que usted se comprometiera a un estilo de vida y forma de pensar específicas. Usted dejó de prestar atención a otros para entregarse a su cónyuge. Jesús no espera menos de nosotros; espera que cuando nos comprometamos con Él, demostremos nuestro amor y entrega al rechazar todo lo que no le agrade.

La mente es el centro procesador para muchas de nuestras actividades. Considere por un momento lo que sucedió en el Huerto del Edén. Satanás vino a Eva con un argumento cuidadosamente razonado. Su primera tarea fue hacer que Eva cuestionara en su mente lo que Dios había dicho sobre el árbol del conocimiento del bien y del mal. La puso a pensar y la convenció de que obedecer lo que Dios había dicho no tenía sentido. Cuando Eva fue convencida en su mente, ella permitió que su corazón deseara el fruto prohibido. Actuó a partir de lo que su corazón deseó al extender su mano para tomarlo. El punto de entrada para Satanás fue la mente. Eva dejó que Satanás entrara y jugara con sus pensamientos.

Considere otro ejemplo. Escuche lo que el Señor Jesús dijo a Sus discípulos en Mateo 5:28:

Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

¿Cómo es que sucede este adulterio del corazón? Es cierto que el corazón es malo y desea placeres prohibidos. Sin embargo, a menudo, lo que toca nuestro corazón tiene que pasar primero por la mente. Si nosotros queremos proteger nuestro corazón, primero tenemos que guardar nuestra mente. Cuando dejamos que pensamientos y deseos malignos entren en ella, ellos pronto se filtrarán al corazón.

Cuando vinimos al Señor Jesús nos consagramos completamente a Él. Nuestro corazón, alma, fuerza y mente fueron, todos, parte de esa entrega. No puedo amar a Dios con mi mente si permito que a ella entren cosas que lo desagradan o se interponen entre Él y yo. Si queremos amar al Señor con nuestra mente tenemos que hacer un esfuerzo especial para mantener nuestras mentes puras y rectas delante de Él.

Pablo dijo a los corintios que ellos eran templos de Dios. El Espíritu de Dios estaba en ellos. Habían sido purificados y apartados para Dios y Sus propósitos. Por ello, debían honrar al Señor en sus cuerpos.

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1 Corintios 6:19-20)

Observe que Pablo dijo a los corintios que debían honrar a Dios en sus cuerpos y en sus espíritus. En otras palabras, debido a que somos templos del Espíritu Santo necesitamos mantener puro todo nuestro ser (cuerpo y mente). No debemos permitir que nada impuro entre en estos templos. Amar a Jesús con nuestra mente implica claramente mantener nuestras mentes puras y separadas para Él. Como cristianos, existen muchas áreas de tentación para nuestras mentes.

En primer lugar, debemos tener cuidado de lo que sale de nuestra propia naturaleza pecaminosa. La batalla para mantener nuestras mentes puras para el Señor comienza con la conquista de la naturaleza pecaminosa. Aun los creyentes pueden tener malos pensamientos y actitudes. Podemos pensar mal de nuestro hermano o hermana. Podemos dejar que pensamientos lujuriosos se levanten de nuestra mala naturaleza. Pablo habla sobre esto en Colosenses 3:5 cuando dice:

Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría.

Aquellos que aman a Dios con sus mentes deben comprometerse con hacer morir los malos pensamientos, pasiones y deseos que emergen de su naturaleza pecaminosa y entristecen a su Señor. Ellos han de hacer esto por amor y devoción a su Dios.

Como amo a mi esposa y me he consagrado a ella, me cuido de pensar en otras mujeres y guardo distancia. El Señor Jesús espera esto de nosotros también. Él espera que todos los que lo aman sean fieles a Él en su mente. Ellos se apartarán de todo pensamiento, actitud y lujuria que surja en sus mentes y lo deshonre a Él.

Amar desde la mente es una cuestión muy personal. Las personas no ven los pensamientos de nuestra mente. Es fácil parecer bueno por fuera pero otra cosa es tener los pensamientos y las actitudes correctos en nuestro corazón. Amar a Dios con la mente requiere una profunda sinceridad. Para ello hace falta un compromiso en un área de nuestra vida que nadie más conoce.

Aunque muchos pensamientos y actitudes malos salen de nuestra propia naturaleza pecaminosa, hay una segunda fuente de tentación para la mente. Pablo nos dice que la mente pecaminosa es hostil a Dios:

Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden. (Romanos 8:7)

El fruto de esta mente hostil es evidente en todo nuestro alrededor. Los anuncios en nuestra televisión y revistas alimentan los deseos pecaminosos de la carne. Dondequiera que miramos nos bombardea la mala influencia de esta mente pecaminosa, la cual se ha abierto camino en nuestras escuelas, centros de trabajo e iglesias.

En el país donde vivo hemos quitado la Biblia de nuestras escuelas y en su lugar, hemos enseñado la evolución como una forma de explicar nuestra existencia; y hemos hecho de la opinión pública nuestra autoridad. Las clases de educación sexual ahora enseñan a los niños estilos de vida inmorales. Hemos enseñado que "estilos de vida alternativos" como la homosexualidad son aceptables, y hemos legalizado los matrimonios homosexuales.

Programas televisivos, películas y libros promueven el pecado y se ríen de Dios y Sus principios. Incluso los cristianos han sido influenciados por esta mentalidad mundana pecaminosa. Resulta difícil para nosotros como cristianos vivir en este mundo y no ser bombardeados por la enseñanza y los pensamientos de una mente sin Dios. Esta mentalidad mundana contrista al Espíritu de Dios y no tiene lugar en la vida del creyente.

Veamos lo que el apóstol Pablo dijo a los colosenses:

Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él. (Colosenses 1:21-22)

Observemos cómo Pablo dijo a los cristianos en Colosas que ellos eran, en otro tiempo, enemigos de Dios en sus mentes. Eran enemigos porque sus mentes no estaban en sintonía con Dios. Sus pensamientos eran contrarios a Dios y a Sus caminos. Pablo describió al incrédulo de su tiempo en Filipenses 3:19 al decir:

…el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.

Los impíos tienen sus mentes en “las cosas terrenales”. Aquellos que aman al Señor con su mente la apartarán de las cosas terrenales y buscarán la mente y los pensamientos de Dios. Se comprometerán a resistir la mentalidad impía del mundo para mantener sus mentes puras y santas para su Señor.

Hay otra fuente de tentación para el creyente. Satanás hará todo lo que él pueda para llenar nuestras mentes de pensamientos impuros, profanos y lujuriosos. Existen varios ejemplos sobre esto en las Escrituras. Veamos la respuesta de Jesús cuando Pedro rechazó la idea de que Él muriera en la cruz:

Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. (Mateo 16:23)

Observe que Jesús atribuye los pensamientos de Pedro a Satanás. En otras palabras, los pensamientos que Pedro tenía en aquel momento fueron puestos en su mente por Satanás para desalentar a Jesús.

Cuando Ananías fue con una dádiva para la iglesia y mintió sobre la cantidad de dinero que había recibido por la venta de su propiedad, Pedro le dijo:

Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? (Hechos 5:3)

¿De dónde vino la idea de mentir a la iglesia? Según Pedro, Satanás puso esto en la mente y el corazón de Ananías.

Pablo dijo a la iglesia de Éfeso que ellos luchaban contra “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Por tanto él los exhortaba a ponerse “el yelmo de la salvación” (Efesios 6:17). Como creyentes necesitamos tener nuestras mentes protegidas con este casco. Podemos estar seguros que Satanás bombardeará con sus pensamientos impíos y lujuriosos toda mente que no esté protegida por el casco de la salvación.

¿Quién de entre nosotros no ha experimentado estos tipos de pensamientos? Ellos vienen a nosotros en un momento de descuido como una flecha encendida dando en el blanco y dejándonos desalentados y frustrados. Hace algún tiempo, después de haber pasado toda la mañana en una cafetería escribiendo un capítulo de un libro, me dirigí a casa. Al salir de la cafetería, escuché una voz inaudible en mi cabeza que decía: “¿Qué crees que estás haciendo? ¿Cuál es el propósito de escribir comentarios sobre la Biblia?” Sabía que Satanás estaba tratando de desanimarme respecto a la obra que Dios me había llamado a hacer. Esa flecha dio en el blanco en mi mente y luché con esos pensamientos hasta el día siguiente que Dios me dio la victoria.

Jesús fue tentado por Satanás en los Evangelios. Mateo 4 cuenta la historia de cómo Satanás trató de tentar a Jesús distorsionando las Escrituras. Si Jesús fue tentado por Satanás, ciertamente, nosotros como Sus seguidores, necesitamos protegernos de sus pensamientos y actitudes profanas.

Existe una gran batalla por nuestra mente. Esa batalla tiene lugar debido a nuestra propia carne pecaminosa. En este mundo estamos rodeados de pensamientos profanos, y Satanás también hará todo lo posible para penetrar en nuestros pensamientos y actitudes.

Amar a Dios con nuestras mentes implica tomar las armas para guardar nuestra mente de impurezas, pensamientos, actitudes e imaginaciones que no son de Dios. Aquellos que aman a Dios con toda su mente no tienen lugar para estos pensamientos. Ellos quieren que sus mentes sean un lugar donde el Espíritu Santo se deleite en vivir y obrar. Mantienen sus mentes puras y libres de cualquier actitud o lujuria que lo deshonre a Él y a Su nombre.

 

Para Meditar:

¿Podemos amar a Dios con nuestra mente si dejamos que a ella entren cosas que lo contristan?

¿Qué tipo de pensamientos y actitudes tiene usted en su mente? ¿Qué revelan estos pensamientos y actitudes sobre su amor a Dios?

¿De qué manera amar a Dios con nuestra mente prueba la sinceridad de nuestro amor? ¿Quién conoce los pensamientos de nuestro corazón?

 

Para Orar:

Pida a Dios que examine su mente para ver si hay algo que lo ofende a Él. Pídale que quite esos pensamientos y actitudes que contristan Su corazón.

Pida al Señor que le dé un amor por Él que sea tan sincero que esté dispuesto a eliminar los pensamientos secretos de la mente que no le agradan a Él.

 

 

13-INVOLUCRANDO Y DISCIPLINANDO LA MENTE

En el capítulo anterior dijimos que amar a Jesús con nuestra mente implicaba mantener nuestras mentes puras. Sin embargo, amar a Dios con nuestra mente requiere más que esto.  Al escribir en 1 Pedro 1:13, el apóstol Pedro dijo esto:

Por eso, con la mente preparada para actuar y siendo sobrios, poned vuestra esperanza completamente en la gracia que os es traída en la revelación de Jesucristo. (RVA)

La frase “con la mente preparada para actuar” es significativa. La mente es una importante herramienta en la batalla contra la carne, el mundo y Satanás. ¿Cómo preparamos nuestras mentes para la acción contra el enemigo? La Biblia tiene unas cuantas cosas que decir sobre esto.

 

La Renovación de la Mente

En primer lugar, si queremos preparar nuestras mentes para la acción, tendremos que escuchar las palabras de Pablo en Romanos 12:2 cuando dice:

Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. (LBLA)

Pablo dijo a los romanos que no se adaptaran al patrón del mundo sino que se transformaran mediante la “renovación de sus mentes”.

El apóstol dejó claro en Filipenses 3:19 que la mente de una persona sin Dios estaba en las cosas terrenales. Al escribir en Romanos 8:7, dijo:

…ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo. (LBLA)

Estas son palabras poderosas del apóstol sobre la mente incrédula. Sin embargo, es necesario recordar, que esta era nuestra mente antes de ir al Señor Jesús. Hasta cierto punto, todavía recibimos la influencia del modo de pensar del mundo. Pablo dijo a los romanos que ya no se adaptaran más a la forma de pensar del mundo sino que dejaran que Dios el Señor transformara o renovara sus mentes.

El ministerio de renovación de la mente pertenece al Espíritu Santo. En la medida en que nos rendimos a Él, Él cambiará nuestro modo de pensar; nos convencerá de nuestros pensamientos profanos y nos guiará en los caminos de Dios. Al rendirnos a Él, nuestras mentes son transformadas. Empezamos a ver las cosas como Dios las ve. El pecado que disfrutábamos se hace repulsivo para nosotros. Cambian nuestras viejas actitudes.

A medida que nuestras mentes se renuevan, la intimidad con Dios aumenta porque somos uno con Él en nuestros pensamientos y actitudes. Mientras nuestra mente sea enemiga de Dios, no podemos disfrutar intimidad con Él. Cuando Él transforma nuestra mente, también nos acerca más a Sí mismo. Si queremos amar al Señor con toda nuestra mente debemos aprender a someternos a la obra del Espíritu Santo al renovarla.

 

La Mente Controlada por el Espíritu

Pablo dijo a los creyentes en Romanos 8:5-6 que tenían también que dejar que el Espíritu de Dios controlara sus mentes.

Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz. (LBLA)

En este pasaje, Pablo lleva esta obra del Espíritu un poco más lejos. No solamente hemos de dejar que el Espíritu renueve nuestras mentes, también debemos permitir que Él las controle. Cuando el Espíritu de Dios controla nuestras mentes, le permitimos corregir y cambiar cualquier pensamiento o actitud que no sea agradable al Padre. Cuando Él nos convence de una actitud o pensamiento equivocado, lo sometemos y corregimos. Abrimos nuestra mente al Espíritu de Dios el cual siempre nos está cuidando; y nos sometemos a Su enseñanza, consejo y convicción.

Percatémonos en Romanos 8:6 que hay gran recompensa para los que han rendido sus mentes al control del Espíritu Santo. Según Pablo, la mente controlada por el Espíritu es vida y paz. Aquellos que rinden sus mentes al control del Espíritu de Dios entrarán en una vida y una paz más profundas con el Señor su Dios. Los pensamientos y las actitudes pecaminosos sólo pueden estorbar nuestra relación con el Padre. Cuando dejamos que el Espíritu de Dios nos controle, Él corrige y somete todos los pensamientos al corazón del Padre. Esto quita las barreras que se interponen entre nosotros y nuestro Dios, lo que resulta en una vida espiritual más profunda, en más paz e intimidad.

 

Llevando Nuestros Pensamientos Cautivos

Hasta el momento hemos visto el papel del Espíritu de Dios en la renovación de nuestras mentes y en nuestro acercamiento a Él. Nosotros también tenemos un importante papel a desempeñar. Observe la exhortación de Pablo en 2 Corintios 10:5:

…derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.

Pablo dijo a los corintios que debían llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. Considere la inmensidad de esta tarea por un momento. ¿Cuántos pensamientos pasan por su mente en el curso del día? ¿Ha llevado usted cada pensamiento cautivo y lo ha hecho obediente a la voluntad del Señor Jesús? Esto significa que cuando tenga pensamientos que no son de Dios, debe parar y corregirlos.

Hace algún tiempo mi esposa y yo asistimos a una escuela de idiomas para aprender francés. Los maestros nos exhortaron que empezáramos a pensar en francés. Tomé en serio este reto. Recuerdo una vez en que me estaba afeitando y pensando en algunas cosas de mi vida. Me di cuenta que estaba pensando en inglés y me detuve y me obligué a pensar esas cosas en francés. Al inicio esto significó un esfuerzo para mí, pero con el tiempo se hizo más natural y al final, llegué a pensar en francés. Pablo exhortó a los corintios a detener cualquier pensamiento que no glorificara a Cristo y traerlo en sumisión a la voluntad del Padre celestial. De algunas maneras esto requiere reeducar la mente para que se enfoque en aquellas cosas que son de Dios y evitar aquellos pensamientos que lo desagradan.

Cuando nos hallemos quejándonos de nuestra suerte en la vida, necesitamos parar esos pensamientos, y confesar nuestra falta de confianza en Dios. Cuando nos hallemos pensando mal de un hermano o una hermana tenemos que hacer lo mismo. No podemos experimentar verdadera intimidad con Dios si dejamos que continúen esos pensamientos y actitudes. Es necesario hacer un esfuerzo especial para llevar cautivos estos pensamientos y actitudes. Amar a Dios con nuestra mente requiere llevar nuestros pensamientos y actitudes cautivos para que no se interpongan entre nosotros y nuestro Señor.

 

Llenando nuestras Mentes con el Conocimiento de Su Voluntad

La oración de Pablo por los creyentes en Colosenses 1:9 es importante si queremos entender lo que significa amar a Dios con nuestra mente:

Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual.

Pablo oraba para que las mentes de los creyentes de Colosas se llenaran con el conocimiento de la voluntad de Dios. ¿Cómo se llenan nuestras mentes con el conocimiento de la voluntad de Dios? Ya hemos visto que esto sucede mediante el ministerio del Espíritu Santo quien instruye al creyente. El creyente también se llena del conocimiento de la voluntad de Dios por medio de la Palabra de Dios inspirada por el Espíritu.

Veamos cuál fue el consejo de Pablo a Timoteo:

Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. (2 Timoteo 2:15)

Pablo desafió a Timoteo a que fuera un obrero que usara bien la palabra de verdad. Si lo hacía, podría presentarse ante Dios “aprobado”.

Piense por un momento en la esposa que quiere complacer a su marido. ¿Cómo puede hacerlo si no sabe lo que a su esposo le gusta o le disgusta? Lo mismo sucede en nuestra relación con Dios. Si queremos presentarnos como obreros aprobados necesitamos comprender la voluntad y el propósito de nuestro Señor.

Si vamos a amar a Dios con toda nuestra mente, debemos llenarlas con el conocimiento de la voluntad de Dios que resulta de un estudio y una aplicación esmerados de las verdades de las Escrituras. Al comprender Su voluntad podemos agradarle más plenamente.

El salmista nos muestra otra razón por la que es importante llenarnos del conocimiento de la voluntad de Dios cuando escribe en el Salmo 119:11:

En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.

Al estudiar la palabra de Dios y llevarla a nuestras mentes y corazones podemos mantenernos puros en el momento de la tentación. En la medida en que nuestras mentes se llenan del conocimiento de la voluntad de Dios, sabemos cómo responder frente a las tentaciones del enemigo. Observemos el consejo de Pablo a los creyentes en Filipenses 4:9:

Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.

Percatémonos de la frase “lo que aprendisteis y recibisteis”. El apóstol Pablo había enseñado bien a los filipenses; les había mostrado la voluntad de Dios para sus vidas. Ellos habían oído la enseñanza de Pablo y la habían interiorizado; y ahora el apóstol les estaba diciendo que la aplicaran a sus vidas. Observemos la promesa de las Escrituras para quienes aplicaban este conocimiento de la verdad a sus vidas. Pablo dijo a los filipenses que el Dios de paz estaría con ellos. Dios estaría muy cerca de ellos mientras aplicaban la verdad que aprendieron. Lo que empezó como lecciones aprendidas en la mente al final trajo a los filipenses a una relación más profunda con Dios. Amar al Señor con nuestra mente requiere que llenemos nuestras mentes con el conocimiento de Su carácter y voluntad de modo que, en la medida en que se aplica, seamos atraídos a una comunión más profunda con Dios.

 

Disciplinando la Mente

En Filipenses 4:8 el apóstol Pablo exhortó a los filipenses a disciplinar sus mentes para pensar en correspondencia con la voluntad del Padre.

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.

Podemos permitir que nuestras mentes se enfoquen en muchas cosas de esta vida. Podemos pensar en cosas que no son de Dios tales como lujurias o prácticas pecaminosas. Podemos permitir que nuestras mentes se centren en heridas pasadas que otras personas nos han provocado. Podemos permitir que nuestras mentes se distraigan con cosas que deshonran al Señor. Sin embargo, Pablo desafió a los filipenses a que pusieran sus mentes en aquellas cosas que fueran justas, puras, amables, de buen nombre, virtuosas y dignas de alabanza. Cualquier cosa que no encaje en estos criterios tiene que ser destruida o borrada de nuestras mentes. Los creyentes deben disciplinar su mente para pensar en las cosas que Pablo menciona aquí en este versículo.

 

Implicando la Mente

Existe un aspecto más concerniente a amar a Dios con la mente que me gustaría examinar en este contexto. Veamos el consejo de Pablo a los creyentes en Corinto respecto a la adoración:

¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. (1 Corintios 14:15)

¿Alguna vez ha estado usted adorando en la iglesia y se ha dado cuenta de que su mente no ha estado involucrada? ¿Cuántas veces hemos cantado las palabras de un himno o coro sin pensar en lo que estábamos cantando? ¿Cuántas veces hemos orado sin pensar cuidadosamente en la oración que estábamos haciendo?

Pablo dijo a los creyentes de Corinto que cuando adoraran a Dios tenían que involucrar sus mentes. Es posible quedar tan atrapados con el momento que eso haga que nuestras mentes se desconecten. La adoración debe involucrar la mente. Esto significa que tenemos que pensar con esmero en lo que estamos cantando, orando o hablando.

Hace algún tiempo estaba hablando con un hermano en el Señor que pastoreaba una iglesia en otra comunidad. Me decía que cuando llegó a su iglesia lo único que querían hacer era estudiar la Biblia. Él prosiguió diciendo que sintió la necesidad de cambiar el enfoque hacia la adoración a Dios. Le recordé que no se trataba de una cosa o la otra. Nuestro estudio de la Biblia debe ser combustible para la adoración. Mientras más sabemos de Dios, más motivos tenemos para adorarlo y alabarlo. Llenemos nuestras mentes con Dios y Su Palabra. Disciplinémonos en enfocarnos en la verdad de Su Palabra y hallaremos que nuestros corazones se levantarán en alabanza y adoración.

Dios espera que cuando lo adoremos lo hagamos con nuestra mente involucrada. Espera que cuando cantemos y oremos lo hagamos con nuestras mentes enfocadas en Él y en la verdad que decimos. La verdadera adoración involucra la mente.

Si queremos amar al Señor con nuestras mentes, tenemos que mantenerlas puras y prepararlas para la acción. Para hacer esto necesitamos percatarnos que nos encontramos en una batalla; y esto requiere que guardemos nuestras mentes de actitudes y pensamientos pecaminosos que brotan en nosotros. Requiere también llevar cada pensamiento cautivo a la voluntad de Dios. Amar a Dios con nuestra mente también implica llenar nuestras mentes con el conocimiento de Su voluntad mediante el estudio cuidadoso de Su Palabra para saber cómo agradarle. Finalmente, esto significa involucrar nuestras mentes en adoración y oración mientras dejamos que el conocimiento de quién Él es llene nuestros corazones e influya en nuestras acciones.

 

Para Meditar:

¿Necesita su mente ser renovada? ¿Qué pensamientos y actitudes encuentra usted en su mente? ¿Esos pensamientos y actitudes agradan al Señor?

¿Está usted dispuesto a dejar que el Espíritu de Dios lo convenza de algún pensamiento o alguna actitud erróneos?

¿De qué modo llena usted su mente con lo que agrada a Dios?

¿Cómo adora al Señor con su mente? ¿Alguna vez se ha hallado usted adorando al Señor sin involucrar la mente o pensando en otra cosa?

¿Cuál es la relación entre la intimidad con Dios y una mente centrada en Él y Su voluntad? ¿Podemos experimentar verdadera intimidad con Dios si nuestra mente está llena de pensamientos y actitudes impíos?

 

Para Orar:

Pidamos al Señor que examine nuestra mente y nos convenza de cualquier cosa que no sea agradable a Él.

Agradezcamos al Señor porque Él quiere renovar nuestra mente y llevarla a sumisión a Él y Su voluntad. Pidamos que renueve nuestra mente. Rindamos cualquier pensamiento o actitud en particular, a Su Espíritu Santo.

Pidamos a Dios que nos dé gracia y disciplina para conservar nuestra mente santa y pura delante de Él.

 

14-DOS PEQUEÑAS PALABRAS

En Marcos 12:30 aparecen dos pequeñas palabras que se repiten cuatro veces, éstas son “todo(a)” y “tu(s)”. Es fácil pasar por alto la importancia de esto en una lectura rápida del versículo. Veamos lo que Jesús nos dice en este pasaje:

Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. (Marcos 12:30)

Primero observe la palabra “todo” (toda, todas). Esta palabra es muy significativa y no quiero dejar pasar este momento para tratarla.

Cada uno de nosotros tiene fortalezas, personalidades y dones diferentes. Yo en lo personal soy poco emocional, pero tengo la tendencia a ser un pensador profundo. Mi esposa es más bien una persona de acción cuyo interés es terminar lo que haya que hacer. Estas fortalezas, personalidades y dones influyen en cómo vemos la vida en general.

Lo que es válido sobre nuestras personalidades también lo es en relación con nuestros dones. Me inclino por la enseñanza y encuentro gran gozo al reflexionar sobre pasajes bíblicos. La herramienta de mi trabajo es mi mente. Al tener los dones de ayuda y misericordia, mi esposa experimenta el dolor de los otros en su corazón y siente la necesidad de usar su fortaleza para actuar en base a lo que siente.

Incluso nuestra experiencia pasada puede afectar cómo vivimos y lo que es importante para nosotros. Piense en una persona que ha sido herida profundamente por una tragedia en su vida. Para lidiar con el dolor, esta persona ha reprimido sus sentimientos para que no lo hieran más. Quizás se ha agotado demasiado físicamente en su trabajo y su salud se ha afectado por eso. Ahora tiene miedo de extralimitarse. Yo crecí en una familia que enfatizaba la importancia de trabajar arduamente. Esto ha llegado a ser parte de la manera en cómo yo ahora veo la vida.

Lo que estoy tratando de decir aquí es que cada uno de nosotros tiene fortalezas y debilidades. Estas fortalezas y debilidades influirán en el modo que obedecemos el gran mandamiento. Algunas personas amarán al Señor con su corazón de manera natural. Otros, como yo, tienden a enfocarse en la mente y en la fuerza. Debido a que no soy una persona muy emocional, lucho con este aspecto en mi relación con el Señor. Todos tenemos fortalezas y debilidades. Sin embargo, el problema es que el Señor no nos da una opción en este mandamiento. Él nos dice que hemos de amarlo con todo nuestro corazón, toda nuestra alma, toda nuestra mente y toda nuestra fuerza. En otras palabras, debemos amarlo en todas esas áreas. Aquí no podemos elegir.

Este es un verdadero desafío. Personalmente, he amado al Señor con toda mi fuerza pero he sido débil en el área de amarlo con mi corazón. El corazón involucra las emociones y, como dije, nunca he sido un tipo de persona emocional. Sencillamente no me emociono con las cosas de la vida. ¿Cómo voy a obedecer este mandamiento?

En parte, la respuesta está en la forma de la segunda palabra que se repite cuatro veces en el relato de Marcos. La palabra es “tu”. Esta también es una palabra importante porque hace que el mandamiento sea personal para mí. El Señor Jesús dice que lo amarás con todo “tu” corazón, toda “tu” alma, toda “tu” mente y todas “tus” fuerzas. Esto significa que no tengo que ser como todos los demás. Esto significa que mi amor por el Señor se verá diferente del amor de todos los demás. Jesús no exige que yo tenga la misma fuerza que mi hermano, o exprese mi amor con las mismas emociones. Él me mira y dice: “Wayne, quiero que me ames con la fuerza que tienes. Quiero que me ames con las emociones que tienes”. Compararme con alguien más no tiene sentido. Dios no espera que yo sea igual a los demás. Tratar de ser como otra persona en cuanto a esto sólo conducirá a la frustración. Es por ello que estoy agradecido por la palabra “tu” en este pasaje.

Habiendo dicho esto, sería fácil para mí despreocuparme en cuanto a mi amor por Dios. Podría muy fácilmente justificar mi falta de amor en cualquiera de estas cuatro áreas diciendo que es simplemente mi personalidad. Podría decir, por ejemplo: “Sencillamente, no soy una persona emocional” y cerrar esa parte de mi vida al Señor. También podría decir: “Sencillamente no soy una persona muy inteligente” y no dedicar tiempo a estudiar Su Palabra.

Aquí Jesús deja claro que cada uno de nosotros ha de amarlo a Él con el corazón, el alma, la mente y la fuerza. Cada uno de nosotros tiene el deber de amarlo en estas cuatro áreas. No debe haber excusas de que haya falta de amor en cualquiera de ellas. Si usted no es del tipo de persona emocional (referido al corazón) tendrá que buscar del Señor respecto a esto en su vida. Tendrá que pedir a Dios que toque esta parte de su vida para que pueda relacionarse con Él como Él desea. Puede que no sea como mi vecino, pero al menos sé que Dios está tocando mi corazón y estoy experimentando amor por Él.

Resulta muy fácil hacer lo que sale de manera natural. Usted puede amar al Señor con toda su fuerza y no tener tiempo para Él de ninguna otra manera. Esto solamente conducirá a la frustración y la fatiga. Lo que es importante para nosotros aquí es que aprendamos a encontrar el equilibrio. Para algunos de nosotros esto significará detenernos un poco y pasar más tiempo en quietud con el Señor para desarrollar nuestra relación con Él de una nueva manera. Para otros, significará pasar menos tiempo estudiando y más tiempo ministrando o simplemente adorando.

También sería fácil para nosotros encontrar personas que han sido ejemplos de amor a Dios en cualquiera de estas cuatro áreas y basar nuestras vidas en su ejemplo. Es cierto que Dios nos ha dado ejemplos maravillosos de amor por Él en el cuerpo de Cristo. Podemos aprender mucho los unos de los otros, y estimularnos mediante nuestros ejemplos. No obstante, es importante que el amor que demostramos al Señor sea nuestra propia expresión personal. Dios no nos llama a vivir la vida de otro. Él nos ha dado una personalidad que es única y espera que nuestro amor por Él en estas cuatro áreas no sólo crezca sino que también sea una expresión genuina de nuestra personalidad.

Al concluir esta reflexión le animo a tomar tiempo para meditar en este gran mandamiento y en lo que Dios le ha estado enseñando en este estudio. Permítame ofrecerle tres palabras para ayudarle en su reflexión personal.

 

“Amor”

Tome un instante para considerar esta palabra: amor. Dios el Señor nos está llamando a amarlo a Él ante todo. Esto significa que todo lo que hagamos y pensemos debe tener como motivación y meta el amor a Dios. ¿Proceden sus acciones y pensamientos de una motivación de amor a Dios? ¿Tienen como su meta una devoción más profunda a Él? Tome un momento para examinar su día. ¿Cuánto de lo que hizo hoy fue motivado por el amor a Dios? ¿Ha girado su vida en torno al servicio, la doctrina, las tradiciones, o alguna otra cosa? El gran mandamiento no se trata de promover la verdad, extender el reino o mantener tradiciones; se trata de amor. Nuestras vidas necesitan tratarse de esto. El amor a Dios tiene que ser nuestra motivación y anhelo en la vida. ¿Es esta la fuerza impulsora detrás de su vida?

 

“Todo”

Dios nos manda a que lo amemos con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. Esto significa que todos nosotros tenemos una responsabilidad de amarlo en estas cuatro áreas de nuestras vidas. Tome un instante para reflexionar en esta palabra “todo”. ¿Existen áreas de su vida en que no ama al Señor como debería? ¿Cuáles son esas áreas? ¿Existen obstáculos para amar a Dios en alguna de estas áreas? Aparte un momento para pedirle al Señor que sane cualquier cosa del pasado que impide que usted lo ame como debe en esa área de su vida. Pida a Dios que lo perdone por permitir que algunas cosas obstaculicen su amor por Él en esta área. Pídale que lo enseñe a amarlo de esta manera.

¿Ha sido usted inestable en su amor por Dios? ¿Ha descuidado alguna de estas cuatro áreas al enfocar todo su amor por Dios en una sola dirección? Pida al Señor que lo ayude a encontrar mayor equilibrio. Pídale que le muestre dónde necesita emplear más tiempo y energía para que usted lo ame como Él requiere.

 

“Tu”

La palabra “tu” hace personal nuestro amor a Dios. ¿Ha sido su amor a Dios una expresión de la personalidad que Él le ha dado, o ha sido influenciado por lo que otros esperan de usted? ¿Se siente culpable porque no ama o adora a Dios de la misma manera que otro hermano o hermana? ¿Ha aceptado usted ser la persona que Dios ha hecho y el tipo de relación que Él quiere tener con usted personalmente? ¿Puede usted aceptar a aquellos cuyo amor a Dios es diferente del suyo sin criticarlos ni juzgarlos?

Me gustaría animar a cada lector a que tome tiempo para estar delante del Señor y pensar dónde se encuentran en esta cuestión de amar a Dios. Recuerde que Jesús dijo que este era el mandamiento más importante de todos. Nos haría bien pasar tiempo de calidad teniendo en cuenta Sus enseñanzas sobre este asunto y su aplicación personal para nuestras vidas.

Mi oración es que todos los que tomen tiempo para leer este breve estudio sean animados y desafiados a amar a Dios de una manera más profunda y equilibrada que refleje la personalidad y los dones que Dios les ha dado a ellos de manera exclusiva. Que Dios use este estudio para estimular el amor de muchos.

 

Para Meditar:

¿Es posible amar a Dios fuertemente en un área y no amarlo en otra? Por ejemplo, ¿es posible amar a Dios con todo nuestro corazón pero no lograr amarlo con nuestra mente como debemos?

¿Debería esperar que mi amor por Dios sea exactamente como el de otra persona? ¿Cómo mi personalidad y mis dones influyen en la conformación de mi amor a Dios?

¿Cuán importante es que aprendamos a amar a Dios en las cuatro áreas de nuestra vida (corazón, mente, alma y fuerza)? ¿Cuáles son sus debilidades? ¿Cuáles son sus fortalezas?

 

Para Orar:

Pida al Señor que lo ayude a amarlo con el corazón, la mente, el alma y la fuerza. Pídale que le enseñe en qué área ha estado débil.

Agradezca al Señor que Su relación con usted es diferente de la de su prójimo. Agradézcale por haberlo dotado de una forma diferente. Pídale que lo ayude a amarlo según los dones que Él le ha dado.

 al Señor que Él quiere que nosotros lo amemos. Agradézcale que Él se interesa particularmente por usted. Dé gracias a Él, porque de todas las cosas que Él pudiera demandar de nosotros, la principal es el amor

 

MINISTERIO DE DISTRIBUCIÓN DE LIBROS “LIGHT TO MY PATH”

 

La distribuidora de libros “Light To My Path” (LTMP, por sus siglas en inglés) es un ministerio que se encarga de escribir y distribuir libros y hacerlos llegar a obreros cristianos de bajos recursos en Asia, América Latina, y África. Existen muchos obreros cristianos que viven en países en vías de desarrollo y no poseen los recursos necesarios para obtener formación bíblica o adquirir materiales para estudios bíblicos para sus ministerios y su crecimiento personal. F. Wayne Mac Leod es miembro de los ministerios de Acción Internacional y ha estado escribiendo estos libros con miras a distribuirlos gratuitamente o a precio de costo entre pastores necesitados y obreros cristianos de todo el mundo.

Hoy en día miles de estos libros se están utilizando para predicar, enseñar, evangelizar y alentar a creyentes locales en más de sesenta países. Estos libros ya han sido traducidos a varios idiomas, y la meta es que estén disponibles a tantos lectores como sea posible.

El ministerio LTMP es un ministerio basado en la fe, por eso confiamos en el Señor para la provisión de los recursos necesarios y así distribuir literatura que sirvan de aliento y fortalecimiento a creyentes del mundo entero. Te invitamos a orar para que el Señor abra las puertas necesarias y estos libros sean traducidos y luego distribuidos.

Si desea más información sobre “Light To My Path”, por favor, visite nuestro sitio de Internet en https://www.lighttomypath.ca